Reportajes

Europa puede aprender de Brasil y EU

2011-08-19

Y la alemana Angela Merkel y el francés Nicolas Sarkozy hablan ahora de la necesidad de un...

 David Wessell, WSJ

Los europeos actúan a veces como si la única historia que importara fuera la propia. Grecia y Roma, las tensiones después de la Primera Guerra Mundial y la recuperación tras la devastadora Segunda Guerra Mundial, la caída del Muro de Berlín y el auge de las exportaciones alemanas.

Europa, sin embargo, puede encontrar lecciones muy valiosas en los Estados Unidos del siglo XVIII y el Brasil del XX. Durante meses, Europa ha estado atada de pies y manos por lo que los observadores más duchos describen como los tres "Noes".

-No devaluar. Es decir, ni Grecia ni Portugal pueden dejar el euro y depreciar sus divisas para recuperar su competitividad.

-No suspender pagos. A los tenedores de deuda soberana hay que pagarles el total de lo comprometido.

-No transferir. Los contribuyentes de países ricos como Alemania y Francia no sacarán del apuro a los países derrochadores del sur de Europa.

En las últimas semanas, Europa ha relajado el segundo y el tercero de estos principios para proteger el primero.

Es comprensible. Si cualquier país de la zona euro se liberara de las ataduras de la divisa común, el experimento europeo estaría amenazado. La unión monetaria es el lazo más fuerte entre sus economías y el Banco Central Europeo (BCE) es una de las pocas instituciones pan-europeas que funcionan.

Pero las tensiones a la hora de compartir una divisa y un banco central mientras cada país tiene políticas fiscales independientes se han vuelto dolorosamente evidentes. Alexander Hamilton, el primer secretario del Tesoro de EU lo entendió, al igual que Fernando Henrique Cardoso, presidente de Brasil entre 1995 y 2002.

En 1790, el gobierno de Estados Unidos debía US$54 millones y los 13 estados iniciales de la unión debían otros US$25 millones. Sumada, la deuda equivalía al 42% del Producto Interno Bruto. Hamilton, entonces secretario del Tesoro, propuso que el gobierno nacional asumiera la deuda de las guerras revolucionarias de los estados. Sería, dijo "una medida de política responsable y considerable justicia" y contribuiría a "un arreglo satisfactorio, estable y ordenado de las finanzas nacionales". James Madison y Thomas Jefferson se enfrentaron a Hamilton. Entre los problemas que tenían, su estado, Virginia, había pagado un porcentaje mayor de su deuda que los otros estados. Pero ambos llegaron a un compromiso por el cual Hamilton acordó trasladar la capital del país de Nueva York a Washington. El resultado fue un gobierno central más fuerte, el nacimiento del mayor mercado de bonos y un crédito lo suficientemente fuerte como para financiar la compra de Louisiana a Francia.

Unos 200 años después, cuando Brasil era zarandeado por las crisis financieras de México y Asia, Cardoso se enfrentó a los gobiernos estatales que se habían endeudado por encima de lo que sus ingresos fiscales podían pagar. "El gobierno federal se convenció de que tendría que tomar un papel activo en la reforma fiscal de los estados individuales para evitar una crisis sistémica", según un relato de los economistas Fabio Giambiagi y Marcio Ronci publicado por el FMI en 2004.

Cardoso tardó cinco años en llegar a un acuerdo con los estados y los grandes municipios, pero finalmente el gobierno nacional refinanció las deudas a cambio de modificar la contabilidad de estos, sus gastos y sus prácticas fiscales. Brasil ha tenido sus altibajos y este no fue el único cambio significativo de política económica pero ayudó al país a soportar la crisis de 2008 mejor que muchos.

En ambos casos, el gobierno central usó la reestructuración de la deuda para imponer medidas de disciplina fiscal y aumentar el poder del gobierno central. Para Europa el precio de la continuación de la unión monetaria será una unión fiscal más estrecha. Al final, el dinero de los fuertes se destinará a los débiles de alguna manera, directamente o a través de rescates de los bancos de los países ricos que han prestado a gobiernos débiles. Finalmente, la autonomía fiscal de los países miembros será restringida.

Algunos europeos lo entienden. The Wall Street Journal informó a principios de año que el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, estaba leyendo la biografía de Hamilton de Ron Chernow.

Y la alemana Angela Merkel y el francés Nicolas Sarkozy hablan ahora de la necesidad de un núcleo europeo fuerte aunque no tienen prisa con la emisión de eurobonos u otros aspectos de semejante cambio.

Y Europa tiene un punto fuerte a su favor. En conjunto, "su aritmética fiscal parece buena", según una reciente nota de los economistas de J.P. Morgan Chase.

La deuda pública de los gobiernos de la zona euro equivale a cerca del 85% de su PIB. Como grupo tiene un superávit fiscal (excluyendo intereses) de 3.2%, más sano que el de EU o el Reino Unido.

El problema es, por supuesto, político. A diferencia de EU y Brasil, Europa aún carece de un gobierno central que funcione y de estados preparados para crear uno. Tampoco tiene otro ingrediente crítico, un líder para el siglo XXI con el valor y la sagacidad que mostraron Hamilton y Cardoso.



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