Reportajes

Los jóvenes resisten gran tormenta tras un día a 40 grados para ver al Papa

2011-08-20

Un camión rojo de los bomberos empezó a lanzar agua con una manguera en los...

Elisa Santafé, AFP

Madrid. - "Miedo no, para nada, esto merece la pena", asegura Lorena Cáceres, de 23 años, tras una fuerte tormenta caída en la vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), el sábado por la noche, después de una jornada a 40 grados que soportaron un millón de jóvenes para ver al Papa.

El calor insoportable que provocó mareos y desmayos a cientos de jóvenes que acamparon al raso durante todo el día en el aeródromo de Cuatro Vientos, en las afueras de Madrid, fue el preludio de una breve pero fuerte tormenta de viento, lluvia y relámpagos que los peregrinos aguantaron con cánticos.

"No tenemos más remedio que quedarnos aquí. No hemos traídos impermeables. Va a pasar enseguida", dice a la AFP René, un optimista peregrino francés que intentaba cubrirse bajo una lona de la lluvia y que sólo ha traído una colchoneta y un saco de dormir para pasar al aire libre una noche de oración junto con cientos de miles de jóvenes.

Unas pocas lonas de plástico, algunas mantas y sacos y las banderas de sus países eran lo único que los peregrinos tenían para cubrirse del agua y viento.

Tras la tormenta, un grupo de monjas y curas pedían paso a la policía para entrar en el recinto: "Se ha caído el techo de una capilla y venimos trayendo el Santísimo para ponerlo en la capilla principal y que no se moje", le explica.

A su lado, uno de los sacerdotes llevaba en brazos una caja con las hostias, que a punto estuvieron de estropearse por la tormenta, para la comunión de la misa del domingo.

Los peregrinos pudieron al menos refrescarse tras un día de insoportable calor en el campamento improvisado y colorido instalado en Cuatro Vientos.

Por la tarde, tras varias horas bajo el sol, decenas de jóvenes descompuestos por el calor intentaron ser atendidos en el hospital de campaña de la explanada mareos y desmayos.

El servicio de emergencias dio cuenta de varios heridos leves tras la tormenta después de haber atendido a cerca de 700 personas, entre ellas 23 hospitalizadas, por afecciones debidas al calor a media tarde.

En una planicie sin sombras, un mar de colores y de banderas de muchos países, los jóvenes ocupaban una superficie de la talla de 48 campos de fútbol con sus colchonetas y sacos de dormir y se protegían del intenso calor dentro de carpas improvisadas confeccionadas con plásticos, con mantas y paraguas y hasta se ponían en bañador.

Mientras de los altavoces salía música pop y testimonios de peregrinos, muchos eran atendidos por socorristas.

"Ahora mismo estamos sobrecargados", decía agobiado uno de los responsables del pequeño hospital de campaña instalado a un lado de la explanada.

"¡Cuidado, dejad hueco!", gritaban dos policías que traían al "hospital" a hombros a una joven desmayada.

Un camión rojo de los bomberos empezó a lanzar agua con una manguera en los alrededores del hospital, mientras los peregrinos se acercaban rápidamente al vehículo cantando "¡Agua, agua, agua!", antes de que les tocara el turno a ellos.

"Tengo una chica que se ha desmayado, pero no puedo traerla hasta aquí", avisó un joven a un socorrista ataviado con un chaleco amarillo. Un poco más allá, una mujer inconsciente yacía con las piernas hacia arriba mientras intentaban reanimarla y la cubrían del sol con un paraguas.

"Hace un calor terrible, es tremendo, no estamos acostumbradas: venimos de la sierra, donde el calor es intenso, pero el sol no calienta hasta las 10 de la noche, como aquí", se quejaba la ecuatoriana Erika López, de 24 años, que llevaba en el "campamento" desde las 8H30 y se resguardaba del sol bajo un saco de dormir.

Erika y su amiga Jéssica Utreras, universitaria de 28 años, esperaban estoicamente la vigila de oración, "una experiencia que fortalece espiritualmente, te ayuda a acercarte a Cristo", aseguraron.

"¡Esta es una fiesta, la fiesta de la fe!", gritaba un animador desde el inmenso estrado instalado en la cabecera de la explanada, desde el cual el Papa lideró la vigilia.



AGVR

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