Editorial

Evidencias de la inexperiencia

2011-10-25

Primero, antes de una acción de guerra, lo elemental es considerar los recursos humanos,...

José Manuel Rodríguez Solar

El presidente Calderón acaba de responder a la opinión pública, hace unos días en Cuernavaca, que la guerra contra la delincuencia se acabará hasta que las 32 policías estatales se renueven y exista un eficiente y honesto cuerpo policial trabajando y combatiendo al unísono a los delincuentes. Esta respuesta tan amplia podría haberse resumido en una sola palabra: ¡Nunca!, y así de plano perder las esperanzas. En esta declaración el presidente reconoce que no ha podido acabar con el crimen organizado porque no funcionaron las policías que tenían que combatirlo, lo que equivale a haber ido a la guerra sin fusil, sin antecedentes sobre la guerra a la que se enfrentaba. 

Primero, antes de una acción de guerra, lo elemental es considerar los recursos humanos, materiales y económicos para salir a combatir al enemigo. Para ello se hace necesario un inventario y evaluación de estos recursos, lo que falto hacer cuando el gobierno emprendió anticipada y precipitadamente su guerra contra la delincuencia, el narcotráfico específicamente, del que se derivan todas las otras ramas del crimen organizado. Primero debió prepararse antes de la batalla, y no sobre la marcha ir aprendiendo sobre carencias, faltantes, errores e incompetencias. Los militares y los marinos, tampoco estaban preparados para semejante tarea de índole policíaca, fuera de sus funciones y capacitación. Tampoco para ellos hubo entrenamiento, capacitación, estudio de estrategias y mucho menos logística. Se les aventó al matadero. Combatir a narcotraficantes no está dentro de la ciencia militar, son tareas domésticas de policías. Las funciones del ejército no son de policías.

LA INCOGRUENCIA DEL PODER

El artículo 129, a su vez, es muy claro al establecer la función que deben desempeñar las fuerzas armadas de la nación: en primer lugar, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar. El soldado no sabe comportarse como civil, como debería hacerlo un policía. El soldado está entrenado para la guerra, para pelear contra enemigo y así como tal lo ve; de ahí los abusos y excesos que cometen. No es justo enfrentar a nuestros soldados con el pueblo, contra los ciudadanos, y hacerlos carne de cañón frente al enemigo mejor preparado y armado.

El estudio del empleo de las fuerzas armadas se llama ciencia militar. En ella se considera el ataque y defensa en tres "niveles": estrategia, arte operativo y táctica. Cada una de estas áreas estudia la aplicación del uso de la fuerza para alcanzar un objetivo deseado. Acaso el combate al crimen organizado se configuro sobre estas tres vertientes. El gobierno se ha visto obligado a emplear a las fuerzas armadas, ya sea por incompetencia, colusión, cobardía, o complicidad de los diversos cuerpos policíacos, como demuestran las evidencias públicas.

Es imposible que con una nutrida presencia militar o policiaca en las calles del país, se pretenda acabar con el crimen organizado, cuando la corrupción y filtraciones en los cuerpos policíacos y en la propia PGR están a la orden del día. Más aún, cuando los denunciantes terminan siendo ajusticiados por los denunciados. No hay confianza en las instituciones encargadas del combate a la delincuencia. Hay contubernios y complicidades enraizadas en los altos mandos y puestos. Intereses creados que van más allá de lo imaginable. ¿Cuándo entonces se va a acabar este clima de alta tensión delictiva y de violencia? Estamos pues ante una encrucijada que el gobierno provocó, lo cual será sin lugar a dudas una herencia maldita para el siguiente gobierno, lo cual lo deja prácticamente en estado de indefensión ante el enemigo en medio de una guerra declarada sin tregua.



EEM

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