Insólito
País de ambulantes
Alejandro Gertz Manero, El Universal
Cerca de 18 millones de personas están empleadas en la economía informal mexicana, de conformidad con las estadísticas de la OCDE, y de acuerdo con el diagnóstico del economista Hernando de Soto, que es el estudioso latinoamericano más significativo en esta materia, 50% de la población económicamente activa del país es ambulante e informal, y ello representa casi la mitad de nuestro Producto Interno Bruto (PIB); todo lo cual nos indica que México ha dividido su economía y a su sociedad en dos grandes sectores antagónicos, de los cuales el informal sigue ganando territorios y fuerza frente a la declinación de la productividad estructurada y fiscalmente responsable.
Este fenómeno tan nocivo inició con la quiebra financiera del país en 1982, después de 12 años de corrupción galopante y derroche desmesurado de los fondos petroleros, para después agudizarse a partir del proyecto de globalización que dejó en absoluto estado de indefensión a la cadena productiva y comercializadora del país, lo cual fue perverso e irresponsable, a diferencia de muchos países como Japón, Francia y tantos más, que en una u otra forma han defendido a ultranzas sus sectores productivos estratégicos, mientras se suman a la globalización en lo que les pueda beneficiar; en tanto que aquí aniquilaron a la pequeña y mediana industria y al comercio, lanzando a la informalidad y al ambulantaje a esas 18 millones de personas, mientras otros muchos millones tuvieron que buscar en la inmigración ilegal su fuente de sustento y supervivencia.
Ahora estamos enfrentando los frutos de esa decisión tecnocrática y antipatriota que ha dividido al país y que todos los días se expresa en cada esquina y en cada plaza pública, donde la economía ha vuelto a las prácticas del primitivismo arcaico que propicia el contrabando masivo de productos y la conversión de los industriales en importadores legales o ilegales, según la corrupción se los vaya permitiendo; y esto llega a expresarse dramáticamente en áreas de tanto impacto como la confección, el calzado, la electrónica y la industria disquera y de videos, en la que ya casi 80% de la comercialización es ilegal.
A esos millones de ambulantes e informales no podemos ni debemos verlos como enemigos o como delincuentes genéricos, ya que ellos no son más que el producto de una política económica inhumana y aberrante, que es necesario corregir para integrar nuevamente a la economía y a la sociedad mexicanas en un proyecto conciliatorio y solidario que nos permita salir adelante, ya que no es posible que los pequeños y medianos comerciantes e industriales legítimos sean asediados para un feroz sistema impositivo que les carga Seguro Social, Infonavit, 2%, altos impuestos y una enorme cantidad de gabelas y costos, mientras los informales viven asediados por el bárbaro impuesto de la corrupción que ejercen sus líderes brutales, al igual que la burocracia corrupta e insaciable, junto con los políticos clientelares y demagógicos que los explotan y manipulan.
La solución a esta crisis no es imposible ni tan complicada como se pretende presentar, ya que lo único que se requiere es honestidad y patriotismo por parte de las autoridades involucradas para generar un nuevo proyecto económico y fiscal que regule el ambulantaje con impuestos mínimos y pagos por un uso de suelo reglamentado y consensuado con la comunidad, dándole ese mismo trato fiscal a las actividades formales y legítimas de ese nivel, para que, al igualar a ambos sectores, inicie el proceso de integración que es indispensable para proyectar una nueva economía progresista e incluyente para todo México.
AAG