Huesped

El milagro de la Guadalupana

2006-12-13

No se puede explicar la evolución de nuestra sociedad sin tener en cuenta la...

Por: Jorge Eugenio Ortiz Gallegos
El Universal

Sobre los indios mexicanos mucho se ha estudiado y se ha publicado en los años recientes. Sus asentamientos eran comúnmente temporales y sólo algunos pueblos se convirtieron en agricultores que subsistieron pese a las persecuciones de las que fueron víctimas durante la conquista, que ciertamente fue un hecho de violencia traído por las espadas y los caballos de los españoles.

En el estudio de ese pasado es fundamental destacar algunos factores que pueden explicar la subsistencia oprimida y menguada de las razas, de sus posesiones, de sus religiones y de sus lenguas. "Toto bebeto" (todo revuelto) me decía el primero de mis hijos algún día que viajábamos y leíamos los letreros de los nombres indígenas de las comunidades.

Se da por hecho que las razas avecindadas en territorio del México precortesiano superaban el número de 500. En nuestros días ya no se encuentran sino más de 50 lenguas a punto de extinguirse, porque sus parlantes se han salido de sus tierras originales para emigrar a las ciudades y a territorio extranjero. Son impresionantes dos hechos fundamentales de este nuestro país que no es una nación, sino una aglomeración de mezclas y de lenguas como en la torre de Babel:

Primero: nuestros antepasados aborígenes en el siglo XVI se convirtieron al cristianismo por una predicación apostólica que no duró más allá de aquel tiempo, ya que en el siglo XVII la Nueva España, o lo que hoy es México, se contagió de la burocracia de España y de los arreglos de las iglesias católicas con los imperios de España y Portugal.

El hecho del milagro pretende ser ignorado en nuestros días por toda clase de intelectuales de la derecha, por hombres de la iniciativa privada y por los millonarios extranjeros que trasladan sus intereses para disfrutar las tierras de México que nos quedó después de la invasión estadounidense, que se robó Texas y California. Es una conciencia doliente, pero adelgazada después a través de las migraciones, sacudidas por los medios electrónicos de las ambiciones; el "yo me veo viajando por los lugares de placer turísticos" y también por el constante dominio de los países de Asia en particular.

No se puede explicar la evolución de nuestra sociedad sin tener en cuenta la aparición en 1531 de la morenita del Tepeyac, la Virgen Guadalupana. Llevamos en nuestro corazón y en nuestra memoria las historias de las herencias y de los nexos religiosos, con frecuencia se revuelven con las religiones antiguas, con sus costumbres y hasta con las presencias diabólicas de cuantos explotan a las razas.

Segundo: estamos los mexicanos condicionados por el anarquismo que resume por todos los poros de la humanidad. Es interminable la investigación de las rebeliones y martirios que pueblan la historia de los encomenderos, de los criollos y de los frailes venidos de las grandes órdenes del siglo XVI: los agustinos, los carmelitas, los jesuitas y los dominicos.

Luis González Obregón nos legó el tesoro de su libro titulado Rebeliones indígenas y precursores de la independencia mexicana, cuya primera edición se hizo en México entre 1906 y 1908.

La desigualdad que es propiedad inextinguible y el cierto modo incomprensible misterio de la vida y de la muerte, llena las 500 páginas impresas por Librería Navarro. Un solo párrafo nos condensa la terrible memoria del maleficio que ha desviado el progreso de México. Pese a las leyes engañosas de España que nacieron bajo la condenación del emperador español: "Obedézcanse y cúmplanse", y se ha convertido en "Obedézcanse y no se cumplan".

El homo homine lupus se identifica en la aversión y descontento originado por la rapacidad, los privilegios y las arbitrariedades desorbitadas de las castas importadas que heredamos.

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AAG

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