Editorial

Pillos bancarios

2012-08-13

En medio de todas las declaraciones y de las débiles recriminaciones, los ciudadanos nos...

Andrés Luna, Enfoque, Reforma

En 1862, Víctor Hugo publica Los miserables, novela en donde aparece el episodio de Jean Valjean, un hombre que paso 19 años en presidio por robar pan. Desde luego que el golpe melodramático se deslizaba ante la situación de miseria del pueblo francés. Una era la ficción literaria de ese genio de las letras, tan preocupado por las situaciones sociales de su país, y lo que ha pasado con el "capitalismo salvaje" en estos 150 años. La pobreza es una realidad mundial, en un planeta donde el poder económico ejerce el cinismo de manera globalizada. Una de las puntas del iceberg es el caso de los pines del banco HSBC.

Si un raterillo asalta es odioso pares la victima del atraco. Carece de disculpas, ya se sabe que la delincuencia pocas veces está asociada a la miseria.  El contexto de Víctor Hugo era distinto. Pero si los ladrones hacen operaciones de lavado de dinero auspiciados por el contubernio de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores y de legislaciones elaboradas en beneficio de esos vampiros económicos, entonces las cosas son diferentes. Todo transcurre en medio de la civilidad, de palmaditas en la espalda y de "casos cerrados", para evitar que los poderosos terminen por enojarse.

Está claro que la delincuencia ejercida desde esos bastiones del poder económico navega por aguas tranquilas, sin sobresaltos. Fue el Senado de Estados Unidos quien alerto sobre las acciones fraudulentas del banco HSBC y sus pillerías de lavado de dinero en México. Sumas cuantiosas están en juego y los directivos apenas si muestran un destello de arrobo. Los grandes dineros están en las arcas, ya fueron empleados una y mil veces y todo quedara igual.

Es posible que en pocos meses hasta se anuncie que este banco ofrezca los mejores intereses por lavado de dinero: narcos, inviertan y ganen con trato preferencial. Ningún  funcionario de ese lavadero fecal que es HSBC pisará la prisión, más bien curarán sus dolores de cabeza en algún resort internacional tirados en una hamaca.

¿Cómo es posible semejante complacencia para estos delincuentes? Las instituciones nacionales responsables de tal atropello son simples lacayos de semejantes porquerías; esos encargados del arbitraje terminan por agachar la cerviz y otorgar el trasero a estos miserables. La tolerancia para esos capitales es una ignominia, una bofetada a una clientela que paga altísimos intereses y que está expuesta a toda clase de abusos, mientras que el Estado mexicano solo se atreve a cobrar una multa, y esto en el momento en que se destapa toda la porquería en el exterior. Un guiño de ojo ante operaciones ilícitas que son un pozo sin fondo.

En medio de todas las declaraciones y de las débiles recriminaciones, los ciudadanos nos quedamos con una batea de Babatz. ¿Hasta cuándo acabaran esas componendas criminales?

A lo mejor esa es una utopía. Por lo menos, ahora sabemos que millones de dólares corren por las alcantarillas.



gilberto
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