Reportajes

Abandonan sueño americano para enfrentar adversidades con su familia

2012-12-19

Dormir entre matorrales, maleza y cuidarse de no ser atacado por jabalíes, víboras de...

Por Adriana Jurado Valadez. Corresponsal

Aguascalientes, (Notimex).- Luego de intentar cruzar en seis ocasiones la frontera de Estados Unidos, Efraín, de 32 años, decidió quedarse en su estado natal para disfrutar a su familia y aprovechar algunas oportunidades para hacer frente a sus necesidades.

Casado y con tres hijos, la mayor de 17 años, cuenta que ahora vende dulces, frituras y fruta fresca en un pequeño carrito frente a una escuela pública.

"Yo ganaba aquí 170 pesos semanales; les tenía que dar vuelta para pagar renta, servicios y cuando bien nos iba comíamos carne una vez a la semana o hígado porque era el más barato. En aquel entonces tenía a mi hija chiquita", comenta.

Todos los días, Efraín inicia su labor en punto de las cinco de la mañana, cuando acude a comprar sus productos en el centro comercial agropecuario.

Mientras atiende a una estudiante, quien le pide unas frituras de queso con chile, recuerda que tuvo una infancia difícil porque careció de muchas cosas.

"Lo que procuro para mi familia es la comida, pues de eso batalle cuando era chico porque sólo comíamos frijoles y sopa", comenta.

"Si mis hijos me piden un pedacito de carne, una pizza o cosas que uno nunca probo, y tengo el modo para darles el gusto porqué los voy a dejar con las ganas; como uno se las quedó", cuestionó Efraín.

De pequeño llegó a sentir vergüenza de su situación económica, pero también recuerda los consejos de su padre.

"Mi compañero de la escuela me decía qué vas a comer y me daba pena contestar porque siempre era un bolillo con frijoles. No culpo a mis padres porque la situación siempre fue así, pero mi papá nos dijo, si ustedes tienen un negocio valórense por ustedes mismos, el chiste es aferrarse", recuerda con voz entre cortada.

Cuenta que luego de haber concluido sus estudios en la secundaria, a los 15 años viajó por primera vez a Estados Unidos.

"Mi hermano tiene ya mucho tiempo allá, le hablé y le dije échame la mano; él me dijo que no porque yo era menor de edad y si me llegaban a agarrar no te regresan, tiene que venir alguien de la familia desde Aguascalientes o yo tengo que salir por ti a recogerte en el consulado" menciona.

"Pero, gracias a Dios en el primer intento pase; la verdad si me ha tocado suerte, en lo que cabe", agrega al cuestionarlo sobre esta experiencia.

"Yo salí de aquí, de la central de Aguascalientes, rumbo a la terminal de Agua Prieta, en donde hay personas dedicadas a cruzar a uno. Espera una o dos semanas para que lo recojan y entonces empieza la aventura de caminar", recapitula.

Durante sus viajes a Estados Unidos, Efraín expone que le tocó ver como su hermano estuvo apunto de morir ahogado en el río que cruzaban sobre una cámara de llanta, la cual fue volteada por la corriente.

"Lo sacó la esposa de un compañero del grupo porque nadie más sabía nadar, ella era de Pabellón de Arteaga y vio que mi hermano comenzó a manotear", narra.

"Gracias a Dios, la muchacha viajaba en ese grupo, pero en cuanto pudimos salir del río el coyote nos abandonó porque se empezaron a escuchar las patrullas y el helicóptero", añade.

Al ver que no lograron su cometido a través del río, decidieron intentarlo nuevamente por el desierto con apoyo de otro coyote, empero, en esta ocasión vivió un acontecimiento que lo dejó marcado de por vida.

"Nos fuimos por el desierto de Sonora, éramos un grupo de 20 personas y un vecino que nos encontramos en la frontera sufrió de insolación en el camino y murió, Dios me está escuchando y lo sabe, es un tema que me dolió mucho, el coyote también nos abandonó", comenta.

De religión católico, comparte que en sus viajes siempre se encomendó a Dios y a la virgen de Guadalupe. Además, recuerda que a partir de que salía del pequeño departamento que rentaban acá en Aguascalientes hasta su destino final en Estados Unidos, donde vive y trabaja uno de sus hermanos, a veces pasaba entre 15 y 30 días.

"Les rezaba a Dios, a la virgencita y a todos los santos, con todos estoy muy comprometido", asegura.

De sus seis travesías para llegar al país vecino, cuenta que sólo en una ocasión pudo lograrlo porque fue atrapado por la migra y, por tanto, decidió regresar.

De complexión delgada, moreno, estatura mediana y con rasgos típicos del grueso de los mexicanos, Efraín evocó las noches extenuantes en las que le tocó caminar hasta tres días seguidos para poder cruzar la frontera.

Dormir entre matorrales, maleza y cuidarse de no ser atacado por jabalíes, víboras de cascabel y tarántulas, además de esconderse entre el drenaje y ser atrapado por la migra; era lo que tenía que hacer para intentar pasar la frontera.

Indica que cuando la migra los atrapa, las primeras veces los retiene por horas y luego los regresa a territorio mexicano, pero al ser detenidos en repetidas ocasiones pueden convertirse en semanas o en meses de prisión.

Tras caer la noche e irse el último de sus clientes, Efraín compartió las tentaciones que tienen los indocumentados al vivir en Estados Unidos.

"Allá sobran muchas enfermedades, mujeres y vicios, sin embargo, pese a los comentarios de mis compañeros preferí enviarles a mis hijos los 50 o 100 dólares que iba gastar nomas en placer", comenta.

Mientras que con sus manos callosas empieza a empacar la mercancía al carrito, señala que últimamente le ha ido mal e irse al vecino país es poco conveniente porque hay escasez de trabajo y los que encuentran están muy mal pagados.

"Si me quedaron ganas de regresar, pero ahora lo pienso por los costos y riesgos que hay. En Estados Unidos tengo familiares y me dicen que ya no es como antes donde podías elegir y el trabajo sobrada", menciona.

Señala que valió la pena el sacrificio, la soledad y el llanto que muchas veces le ganó por extrañar a su esposa y a sus hijos, porque ahora tienen un pequeño patrimonio.

"Gracias a Dios que si valió la pena irme tantas veces a trabajar allá, pues ahora tengo mi casita que comparto con mis hijos", celebra.

Comerciante de profesión, pero de oficio albañil, electricista y de mil usos, Efraín cuenta que la última vez que se fue de mojado pagó mil 800 dólares al coyote, además de mil 800 pesos de autobús y 500 pesos de comidas, "pero al llegar allá gane hasta mil 600 dólares a la semana".

El entrevistado narra que allá se trabaja de sol a sol, de lunes a sábado, aunque este último sólo medio día y descansan los domingos.

"En Estados Unidos se conoce cuando uno es hombre porque el trabajo inicia a las 07:00 y termina a las 21:00 horas, pobre de uno si lo ven sentado porque lo corren. Nos tocó trabajar en cocina, sobre el mandil y en ratitos le daba la mordida a la torta", recuerda.

Como Efraín existen por lo menos 160 mil aguascalentenses que trabajan en Estados Unidos, según datos proporcionados por el gobierno estatal.

De acuerdo con la información, el municipio de Calvillo tiene mayor índice de migración hacia el país del norte, por lo que muchas comunidades están integradas por mujeres y niños mientras los varones trabajan en Estados Unidos para enviar las remesas.

"Es muy bonito cuando uno recibe algún billete, pero el dinero no lo es todo porque pasamos mucho tiempo pensando en cómo estará la familia y, muchas veces, vivimos tristes y solos", concluye Efraín.



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