Policrato Philodemos

Hernán Cortés: Su obra y su tiempo

2014-11-12

Según los datos que dejó Francisco López de Gómara, a quien se...

Autor: Alm. Manuel Rodríguez Gordillo

"La historia es el comodín que suele
adaptarse a conveniencia en el juego
de los intereses políticos"

Apenas Cortés deje de ser un mito histórico
y se convierta en lo que es realmente
-un personaje histórico– los mexicanos podrán
verse a sí mismos con una mirada más clara,
generosa y serena: Octavio Paz

Semblanza historiográfica

Abordar un análisis sobre la personalidad y obra de Hernán Cortés, así como de su tiempo y circunstancias, es algo que implica un gran esfuerzo para poder incursionar en el pasado, es como si nos transportáramos en una máquina del tiempo hasta la España medioeval y al ámbito de hace más de quinientos años en el territorio que hoy ocupa México.

Exige además un seguimiento histórico preciso del personaje,  tratando de acompañarlo en su saga de conquista, poniéndose en sus zapatos para poder entenderlo, y evitar juicios extralógicos al pretender aplicar conceptos de actualidad a hechos y circunstancias de un pasado, cuyo escenario y horizontes difieren totalmente, tanto en valores como en conocimientos y tecnologías, debido al espacio histórico que los separa.

Según los datos que dejó Francisco López de Gómara, a quien se considera el cronista autorizado de Hernán Cortés como personaje histórico, éste vio su primera luz en la villa extremeña de Medellín, España, en el año de 1485, sin que se precise el día ni el mes en que ocurrió, habiendo sido bautizado con el nombre de Fernando Cortés Monroy Pizarro Altamirano. Fueron sus padres Martín Cortés Monroy y Catalina Pizarro Altamirano, hidalgos reconocidos y respetados como tales, algo que debe ser considerado, dado que dicho título y linaje eran muy importantes en el ámbito social en esa época, cuando España aun permanecía en el medioevo, mientras que la Europa mediterránea se encontraba ya en el renacimiento, dadas las consecuencias que esto tenga para hacer juicios históricos sobre creencias religiosas y actitudes de personas y autoridades.

Como mexicanos modernos del Siglo XXI nos es indispensable conocer los hechos y la personalidad de Hernán Cortés, así como los escenarios en que ocurrieron sus andanzas (España y el nuevo mundo conquistado, especialmente Tenochtitlan y Tlaxcala), con el fin de descartar mitos que aún se arrastran convertidos en filias exageradas y fobias chauvinistas, productos de la ruda  confrontación de dos mundos distintos hasta entonces mutuamente ignorados.

Mientras que por el lado indígena privó la confusión y pavor ante las armas de fuego, los caballos y el acero de las espadas, así como el terror que les provocaban los mastines entrenados como perros (fieras auxiliares en el combate), de guerra, todo ello magnificado al empatarse con los augurios y las premoniciones  existentes en su cosmogonía religiosa, nutrida de pensamiento mágico, que posteriormente se convirtió en resistencia y aniquilación; Por el lado español privaron la codicia, no exenta de curiosidad, y el afán de dominio que se mezclaba con una visión religiosa de evangelización, que a la vez les servía para justificarse presentando los actos de abuso y destrucción como indispensables para poder convertir a los indígenas a la fe cristiana.

Solamente con base en el conocimiento de nuestra historia, exentada de mitos y prejuicios, es posible entender mejor las facetas de carácter que nos identifican como una nación que resulta de un mestizaje cultural y de sangre, para que tomando lo mejor de cada una de nuestras raíces, alcancemos a ser capaces de aceptarnos orgullosamente tal y como realmente somos… un pueblo con una idiosincrasia singular de altos valores espirituales en ambas raíces, y que actualmente busca expresarse con una visión optimista y segura de su futuro.

Al igual que el resto de los seres humanos, Hernán Cortés fue un hijo de su tiempo y de sus circunstancias, con sus luces y sombras, y que debido a su carisma despertó simpatías, envidias y odios entre sus contemporáneos; Nació dentro de una familia de medianos recursos económicos y en un tiempo en que España apenas estaba consolidándose como una nación unificada, y que debido al descubrimiento de un nuevo mundo para los europeos, los soberanos españoles Fernando de Aragón, e Isabel de Castilla, habían establecido una política de expansión y conquista de los nuevos territorios descubiertos, lo que ofrecía grandes oportunidades de desarrollo personal, así como el poder escalar a una mejor categoría en el ámbito social, o bien para conseguir algún título nobiliario a través de la realización de conquistas y descubrimientos, oportunidad que se presentaba accesible a todos aquellos de sus súbditos con espíritu aventurero y ambiciones de fortuna.

Hernán Cortés no fue la excepción del resto de jóvenes de su generación ni de los de su Medellín en Extremadura; Muy tempranamente (a los 14 años), tuvo la oportunidad de educarse fuera de su ciudad, cuando su padre lo envió a estudiar gramática en la casa de su tío Francisco Núñez de Varela (casado con Inés de Paz, hermana de su padre), en la ciudad de Salamanca, donde también aprendió latín y jurisprudencia, permaneciendo en esta ciudad durante dos años, que también aprovechó para ejercer esta última disciplina trabajando al lado de un escribano, posteriormente vagó durante un año por el camino de Valencia y regresó pobre a su natal Medellín, ya con la idea de probar fortuna en el territorio de Las Indias recién descubiertas.

Por su temperamento altivo, pendenciero, y orgulloso, al que se añadía su inclinación excesiva por las mujeres, fácilmente caía en problemas, siendo uno de ellos cuando se derrumbó con estrépito de una tapia que escalaba, pretendiendo hablar con una mujer casada, el ruido alertó al marido que sospechando intenciones que mancharían su honor, estuvo a punto de matarlo, cosa que no sucedió gracias a la intervención de la suegra.

Después de este incidente y habiendo sanado de la caída, ya con 19 años cumplidos, el joven Hernando fue autorizado por sus padres para irse a las Indias dándole la bendición correspondiente y el dinero para el viaje, zarpando de San Lucas de Barrameda en una nao de Alonso Quintero y arribando en la isla La Española, actualmente Santo Domingo, en 1504 donde gobernaba Nicolás de Ovando, quien era pariente suyo.

Allí participó en las campañas contra los indios de Amihuayahua y Guacayarima, posteriormente obtuvo una encomienda y la escribanía del ayuntamiento de la villa recién fundada de Azúa, donde permaneció en paz y holgura durante 6 años, hasta que en 1511 acompañó al capitán Diego Velázquez a la conquista de Cuba. En premio a sus servicios recibió en encomienda a los indios de Manicarao, estableciéndose en Santiago de Baracoa, siendo el primer español que tuvo hato y cabaña en el oriente de la isla.

Fue en ese tiempo cuando un compañero suyo de nombre Juan Juárez, (o Xuárez), llevó de Santo Domingo a la isla de Cuba a su madre y a tres de sus hermanas, una de ellas Catalina, La Marcaida, a quien Cortés galanteó, resistiéndose después al matrimonio, lo que despertó la animosidad de Velázquez contra él, entonces gobernador de Cuba, quien amaba a la otra hermana de Juárez y que acabó por ponerlo preso; Finalmente tras una fuga y otras aventuras Hernán Cortés contrajo matrimonio con Catalina, y ya reconciliado con Velázquez obtuvo de él el nombramiento de alcalde de Santiago, puesto que desempeñaba en 1518

Ya para entonces se tenía conocimiento de la existencia de nuevas tierras pobladas por gente de una cultura superior y ricas en oro y plata, que se encontraban al Oeste de la isla de Cuba, gracias a los viajes de exploración efectuados por Francisco Hernández de Córdoba y Juan de Grijalva, noticias que despertaron el deseo de extender los dominios del rey, rescatar a unos cautivos cristianos de que se hablaba y la oportunidad de obtener mayores riquezas y poder, además de evangelizar e imponer la fe católica entre los pueblos idólatras que se encontraran; Para ello Velázquez organizó una tercera expedición poniendo a Cortés al frente de ella, las instrucciones se concretaban a buscar a Grijalva, explorar el país descubierto, tomar posesión de él, obtener oro, imponer la fe, y rescatar a los cautivos cristianos.

Cortés zarpó de Santiago el 18 de Noviembre e hizo escalas en Trinidad y La Habana para proveerse de bastimentos, pertrechos y hombres. Velázquez sospechó una posible defección de Cortés y trató de detener la expedición, revocándole la licencia, pero éste abandonó la isla el 18 de Febrero de 1519 ya en franca rebeldía. Unos días más tarde arribó a Cozumel e inició su mayor hazaña, que culminaría el 13 de Agosto de 1521 con la toma de México-Tenochtitlan.

Antes de la llegada de los españoles el territorio que hoy constituye la República Mexicana se encontraba poblado de un numeroso grupo de señoríos, cacicazgos y tribus nómadas, destacando entre ellos como el más poderoso y extenso, el señorío de los "Culhúa-Mexica", que hoy conocemos como imperio azteca, cuya capital, México-Tenochtitlan, era una gran ciudad asentada en islotes dentro de un lago, y de un esplendor que maravilló a los europeos que la vieron por primera vez.

Sus dominios se extendían en la región centro-oriental del territorio que hoy ocupa México, con apoyos en ambos litorales marítimos, aunque dentro de estos existían algunos señoríos independientes como Meztitlán y Tototepec, Teotitlán del Camino, Tototepec del Sur, Tlaxcala, Coatlicámac, Yopitzingo, y colindando en una frontera imprecisa al Sur y al Este con los señoríos mixtecos y zapotecas que terminaban hasta el Istmo de Tehuantepec, región donde empezaban los cacicazgos y señoríos mayas. Al Noroeste y Norte del área de influencia y dominio del imperio Culhúa-Mexica se encontraban cacicazgos y señoríos cuitlatecos y purépechas (tarascos), además de una vasta región poblada por tribus chichimecas y por los huastecos que poblaban el área, llegando hasta la costa del Golfo de México.

A pesar de los avances culturales que habían alcanzado los pueblos indígenas hasta antes de la llegada de los españoles, a los inicios del Siglo XVI en los que destacan sus conocimientos en el campo astronómico-calendárico y en el manejo del cálculo aritmético, así como en el arte médico basado en el manejo de la herbolaria, y también en el arte de la construcción y en el uso de una escritura pictográfica basada en ideogramas, las civilizaciones mesoamericanas se encontraban todavía en la edad de piedra y apenas en los umbrales del conocimiento tecnológico al desconocer el bronce, el uso práctico de la rueda, el acero y la pólvora, condición que influyó de manera determinante y desventajosa para ellos, durante su defensa contra las tropas combinadas de españoles y sus aliados tlaxcaltecas.

Por otro lado cabe señalar que la visión cosmogónica-religiosa de los pueblos mesoamericanos estaba plagada de dioses y mitos, con rituales y obligaciones, que buscaban legitimar la posición de quienes detentaban el poder sobre las masas, lo que necesariamente conlleva a una estratificación social de castas y de linajes que encapsulan al individuo común, anulándole sus posibilidades de desarrollo y sus libertades.

Entre los mitos predominantes de la sociedad Culhúa-Mexica (Azteca), destaca la profecía del retorno de Quetzalcóatl (serpiente emplumada), dios de origen tolteca con apariencia de hombre blanco y barbado, que fue adoptado por los mexicas, y que al irse con dirección a oriente por el mar, se despidió, según la leyenda, prometiéndole a su pueblo que regresaría para hacerse cargo de gobernarlos nuevamente.

A lo anterior habría que añadir (para entender mejor el drama de la conquista), el hecho de que durante el reinado de Moctecuzoma II ("Huey Tlatoani" sumamente religioso), estaban frescas todavía en la memoria las premoniciones hechas por los agoreros indígenas, que al observar un cometa en el cielo tenochca, interpretaron dicho prodigio celeste como un mensaje de los dioses anunciando la cercanía de una catástrofe para su pueblo.

No debe extrañar entonces al estudioso de esta etapa de la historia, que Moctecuzoma II ("Zocoyotzin"), siendo un guerrero valeroso, aceptara sumisamente la subordinación que Hernán Cortés le planteaba, dado que lo estaba confundiendo con Quetzalcoatl, y a que presumiblemente debió recordar también las premoniciones de sus agoreros.

Para poder explicar las causas que hicieron posible la conquista de un imperio que tenía disponible un poderoso ejército, y que superaba en miles al puñado de aventureros españoles, es indispensable considerar las siguientes circunstancias, sin que el orden en que se vayan analizando constituya algún tipo de categorización por su importancia, mismas que Hernán Cortés conocía perfectamente a través de Doña Marina ("La Lengua" a quien rescató de una condición de esclava elevándola a la categoría de señora respetada, tanto entre los indígenas <<sin importar su rango o categoría>>, como entre los españoles), a quien preguntaba sobre todos los detalles de la vida y pensamiento indígena, aspectos que siempre tuvo presentes para aprovechar las debilidades, sobre todo de su pensamiento mágico, y que aplicó  extensamente como fueron:

I.- La diferencia entre la organización militar indígena y la española, pues en las tropas indígenas los mandos eran personales, generalmente a cargo de un capitán (guerrero distinguido y de la nobleza), a quien seguía directamente la masa de combatientes sin que hubiera escalones de mando (se distinguía por llevar un estandarte), lo que ocasionaba que en el caso de sucumbir en combate los guerreros, al quedarse sin mando ni líder se dispersaban desordenadamente y se perdía la batalla, tal y como sucedió en la de Otumba (la más importante de todas las que se libraron), en la que Hernán Cortés viéndose perdido ante la abrumadora superioridad numérica del enemigo que lo abrumaba en una proporción de diez a uno, se dirigió hacia al capitán que dirigía el orden de batalla (lo reconoció por ir portando el consabido estandarte), matándolo y provocando la dispersión y huída de todos los combatientes, haciéndose de la victoria.

Dadas las circunstancias y tecnologías disponibles que tenían los pueblos mesoamericanos para hacer la guerra, el orden de batalla siempre era el del choque frontal, hombre contra hombre en combate individual, sin maniobras tácticas, en las que la victoria estaba determinaba por el número de combatientes, de donde se puede deducir que no parece haber existido un pensamiento estratégico ni táctico desarrollado entre ellos.

Los españoles con más experiencia de guerra por haber participado en los conflictos europeos, se alineaban en sectores organizados tácticamente y siguiendo un escalón de mando, en el que siempre existiría un mando substituto de reemplazo para seguir dirigiendo la batalla, además de que las ventajas tecnológicas sobre los indígenas se traducía en una superioridad de armamento, lo que sumado al uso de la caballería, les permitía una movilidad táctica y de maniobra durante la lucha,  de la que carecían los indios, circunstancias que Hernán Cortés y sus capitanes aprovecharon ampliamente.

II.- La asimetría tecnológica y superioridad del armamento español comparado con el indígena, era abismal debido a las armas de fuego (cañones y mosquetes), y a las ballestas (superaban por mucho en alcance de las flechas indígenas lanzadas con arco), de los españoles ya que poseían una letalidad y alcance muy superior a las mazas con navajas de obsidiana y a las flechas o piedras que usaban los indios para combatir, las cuales no lograban traspasar los yelmos y las armaduras de estos enemigos.

III.- La mezcla del pensamiento mágico-religioso con la estrategia militar existente en las tropas indígenas, quienes suponían que gritos, insultos y amuletos contribuían tácticamente al esfuerzo para anular el poder del enemigo, ignorando que se requería un enemigo con las mismas creencias para que estos ardides hubieran funcionado exitosamente, ya que fueron totalmente inútiles contra los españoles, por ser hijos de otra cultura y creencias; Como es de suponerse el resultado fue de sorpresa y desconcierto entre los indígenas, además de que reforzó el mito de que los extranjeros (Teules), eran invencibles.

Un evento que refuerza lo señalado en el párrafo anterior fue el episodio del templo mayor, cuando Hernán Cortés sube hasta la plataforma superior del mismo, y al contemplar al ídolo de Huitzilopochtli totalmente embarrado de sangre, su mente fanático-religiosa medioeval supuso que estaba ante la imagen misma del demonio, por lo que enardecido y creyendo que era su obligación como cristiano devoto, derriba la efigie y la lanza hacia abajo, ante un horrorizado Moctecuzoma II, quien esperaba que ante tal sacrilegio se desatara un cataclismo provocado por los dioses enojados, pero al no suceder tal cosa, en la mentalidad indígena esto significaba que los dioses de los extranjeros eran más poderosos que los suyos, y que carecía de todo sentido oponerse a los deseos y designios de la fortuna, lo que equivalía a una derrota psicológica del hombre más poderoso de Mesoamrica; Hernán Cortés sin saberlo acababa de obtener quizá, una de las victorias más importantes en la conquista de México-Tenochtitlan.

IV.- Las enemistades entre los pueblos indígenas y el despotismo mexica frente a los pueblos dominados por ellos, fue un factor de suma importancia que Cortés supo aprovechar desde un principio, como en Cempoala ante el cacique gordo de los totonacas, presentándosele y actuando como un redentor capaz de liberarlos del yugo mexica, cuando corre a los emisarios de Moctecuzoma II, ante el estupor del cacique totonaca que antes había sido sumiso y obediente con ellos.

V.- La presencia de los caballos, desconocidos para los pueblos indígenas, influyó tanto psicológicamente como tácticamente en el orden militar, ya que ante los ojos de los indios jinete y caballo eran una misma cosa (un monstruo invencible) que los arrollaba y aventajaba en velocidad, en el combate, además de la presencia y combatividad de los mastines de guerra, que también intervenían mordiendo a los indios durante la refriega del combate.

VI.- La capacidad indiscutible de Hernán Cortés en los campos militar, político, diplomático, y el tesón que demostró a lo largo de la conquista y durante el gobierno posterior constituyeron factores determinantes en el éxito de su campaña de conquista, así como en la forma como organizó el gobierno hasta consolidarla, convirtiendo al Imperio Mexica en la Nueva España.

Aquí cabe destacar su capacidad diplomática y carisma, para haber convencido a los tlaxcaltecas a que se le sumaran como aliados, lo que significó el mayor logro diplomático de la saga de conquista, sin pasar por alto su capacidad de convencimiento ante Pánfilo de Narváez, quien había llegado para detenerlo por órdenes de Diego de Velázquez y que él convirtió en aliado.

Su genio militar, valentía y tenacidad que supo sobreponerse a una derrota inminente y absoluta en el campo de batalla, especialmente en la de Otumba y en el sitio naval a Tenochtitlan.

La capacidad política para gobernar a través de los "Huey Tlatoanis" (Moctecuzoma II, y Cuauhtemoc), aprovechando el ascendiente de ellos sobre el pueblo, lo que suavizaba el enfrentamiento cultural y étnico, así como el manejar el conocimiento que ellos tenían de la idiosincrasia de sus antiguos gobernados.

Es de reconocerse su empeño y perseverancia, aún en la derrota de la "Noche triste", para rehacerse, convertir a Tlaxcala en un centro de construcción naval, y regresar hasta consumar la conquista con el asedio a México-Tenochtitlan desde barcos, logrando así consumar su caída y conquistar la capital del imperio Culhúa-Mexica. 

VII.- Por último, no debe pasarse por alto el papel que jugaron las nuevas enfermedades que trajeron los europeos, y que también se llevaron en un intercambio biológico de flora microbiana, para las cuales los indígenas y los españoles no estaban inmunizados, respectivamente, y por lo mismo ambos carecían de defensas, que en el caso de los indígenas se convirtieron en plagas que les diezmaron a la población, siendo la más letal la de viruela que mató a casi la mitad de la población de Tenochtitlan, incluyendo a Cuitláhuac, quien había sustituido a Moctecuzoma II como Huey Tlatoani, después de la muerte de este a causa de una pedrada, que le lanzó uno de los manifestantes enardecidos ante su sometimiento a los españoles, cuando a instancias de Cortés salió a hablarles para calmarlos.

Fueron importantes, aunque con menor letalidad el sarampión, la influenza ("cocoliztle" le llamaron los indígenas), el tifo (al que bautizaron como "matlazáhuatl), las paperas y el "tabardillo", según narran las crónicas y códices de la época. Todas ellas desconocidas en el mundo indígena al que debilitaron disminuyendo su población y sus capacidades, estimándose según Pierre Chaunu.- ("Las lecciones del colapso norteamericano", historia y población.- Un futuro sin porvenir), en un descenso poblacional del 90%, que de 80 millones en 1520, se redujo a 10 millones para 1570.

De la misma manera los españoles a su retorno  llevaron de América al viejo continente la sífilis (llamada también "peste blanca", "mal francés, o mal de Nápoles), de cuyos estragos nos habla la historia cuando aborda los aconteceres del Siglo XVI europeo.

 
REPERCUSIONES HISTÓRICAS Y MITOS
DERIVADOS DE LA CONQUISTA.

Existe un viejo proverbio afirmando que "Infancia es destino", mismo que ha sido avalado por la experiencia psicoanalítica que lo ha confirmado como determinante del carácter adulto de las personas, y al parecer también es válido para las sociedades humanas, donde el pasado histórico dejó una huella en su carácter y comportamiento, lo que se refleja en sus tradiciones e idiosincrasia…. México, al parecer, no escapa a este paradigma ya que el trauma que provocó el choque bélico-cultural de la conquista no ha sido totalmente asimilado, dado que en el ámbito popular, y en ocasiones académico, aflora fácilmente creando discusiones acaloradas y opiniones opuestas cada vez que se aborda el tema.

La conquista de México-Tenochtitlan por Hernán Cortés y la subsecuente ampliación del territorio conquistado por sus capitanes y por la corona española posteriormente, se asemeja a una mancha de aceite que fue extendiéndose hasta alcanzar dimensiones continentales, ocupando una considerable extensión que incluyó buena parte del Sur de América del Norte y toda Centroamérica, territorio que posteriormente fue dividido para su control y administración organizándolo en capitanías y en un virreinato al que se bautizó como "Nueva España", en la extensión que hoy ocupa la República Mexicana.

Fue en este último lugar en donde se asentaron los mayores núcleos de población, que nacieron como municipios y como encomiendas, formadas por indios y españoles, en la mayoría de los casos alrededor de las explotaciones mineras y de haciendas sembradas con caña de azúcar (traída por los españoles de Canarias y África), y de ganado vacuno y lanar europeo. Estos núcleos humanos estaban integrados por indígenas locales y por españoles llegados de la península, de Canarias, y de los asentamientos establecidos en el Caribe, así como de africanos traídos como esclavos para trabajar en la siembra y molienda de la caña de azúcar, en los que fueron los primeros ingenios azucareros del continente americano, creados paralelamente a la colonización española en América proliferando a lo largo del territorio con clima tropical, debido al alto precio y gran demanda que tenía el azúcar en Europa.

Durante el proceso de colonización del territorio de la Nueva España, la sociedad se fue organizando en estratos sociales muy definidos, que se clasificaron como "castas", para diferenciar origen y categoría social de los habitantes, ocupando los españoles peninsulares los más altos escalones del orden social, además de los mayores privilegios sociales y fueros legales, para quienes se reservaban los cargos más importantes de gobierno; seguían en orden y categoría social y de funcionarios coloniales en el gobierno, los hijos de españoles nacidos en América a los que se les conocía como "criollos", ambos grupos minoritarios de población formaban la elite, basándose en el criterio existente de la época sobre "pureza de sangre"; dentro de dicho esquema de estratificación social seguían, en orden descendente el indio puro, además de una clasificación que encasillaba al resto de la población en:

Español + India = Mestizo

Española + Negro = Mulato

Español + Mestiza = Castizo

Español + Castiza = Español

Mestizo + India = Coyote

Negro + India = Lobo

Mulato + Española = Morisco

Español + Morisca = Albino

Lobo + India = Zambaigo

Español + Albina = Negro torna atrás

Zambaigo + India = Albarazado

Indio + Albarazada = Chamizo

Chamizo + India = Cambujo

Indio + Cambuja = Lobo torna atrás

Lobo torna atrás + India = Tente en el aire


Esta estratificación de la sociedad condenaba, encapsulando de por vida, al individuo dentro de un nivel y actividad específica, con sus respectivas prohibiciones  sociales, del que era casi imposible escapar, agravado por la severidad legal de los castigos por infringir la ley, que establecía diferencias en su aplicación según la casta a la que perteneciera, influyendo también el nivel social de quien fuera el afectado por los actos que motivaban castigo, (no existía la equidad, ya que la desigualdad estaba institucionalizada), aspecto que arraigó en la percepción y valor de los individuos por cerca de tres siglos, permeando en la conciencia colectiva hasta formar parte de una idiosincrasia, que subsiste aunque disminuida.

La devaluación de la persona según el color de su piel y herencia étnica  con el fin de preservar los fueros y privilegios de la clase dominante, solo produjo odios y resentimientos dentro del tejido social durante el periodo colonial, que aún se reflejan (en menor grado), en la visión y comportamiento de algunos estratos sociales privilegiados de México (en un remedo grotesco del racismo novohispana de la colonia), que menosprecian y discriminan a quienes, en su distorsionada visión, encasillan en alguna de las viejas castas instituidas durante el virreinato.

Durante la conquista y colonia el abuso sexual de las mujeres indígenas era cosa común a la que se le restaba importancia (mentalidad y abuso que aún constituyendo un delito, como es el de violación, persiste en muchas comunidades indígenas y rurales de nuestro país), mismo que era practicado con frecuencia por los españoles que acompañaron a Cortés durante la conquista, y por los que posteriormente arribaron solteros a la Nueva España con la esperanza de  "hacer las Américas" durante el período colonial, de donde nacen los vocablos "Chingar" (violar sexualmente a una persona. Diccionario del Español Usual en México), y "Coger" (salir a atrapar a una india para violarla), de donde se deriva la expresión que se utiliza como uno de los peores insultos en México, que es el de "Hijo de la chingada" (hijo de la violada), que en tiempos de la colonia servía para devaluar al individuo señalándolo como producto de una violación (e hijo no reconocido por su padre), de una indígena, que según el premio Nobel de literatura, Octavio Paz, constituye un trauma (no resuelto aún por el mexicano común), de la conquista y constituye la causa por las que el mexicano se avergüenza de su origen y se siente disminuido ante sus pares internacionales.

A través de todo el periodo colonial se fue consolidando entre los criollos e intelectuales un sentido de identidad nacional que chocaba con la dependencia de la metrópoli, como reacción al absolutismo de un gobierno monárquico en decadencia, que poco entendía a sus súbditos de América y menos atendía el desarrollo político y las libertades de los habitantes autóctonos y americanizados de su colonia más importante, sentimiento que también fue estimulado por las ideas y los escritos de los enciclopedistas del Siglo XVIII, que fueron los ideólogos del movimiento revolucionario que derrocó a la monarquía absoluta de Luis XVI, e instauró la república francesa

De la misma manera estaba a la mano, como ejemplo de independencia, el reciente nacimiento de los Estados Unidos de Norteamérica como país libre y soberano surgido de la unión de las trece colonias inglesas que  se rebelaron para alcanzar su libertad y el establecimiento de una democracia en América.

En el estamento criollo de la Nueva España durante los años umbrales del Siglo XIX ya habían madurado las ideas de independencia y de una identidad nacional, misma que descartaba lo español defenestrándolo, y que descansaba más en la tradición indígena, exaltándola de manera exagerada y ahistórica, como la raíz más fuerte de la mexicanidad, quizá en esos momentos y circunstancias necesario para estimular el movimiento independentista que se estaba gestando, tendencia que continuó en todo el siglo XIX y que persiste hasta nuestros días.

Lo anterior ya convertido en dogma fundacional ha tenido consecuencias desfavorables en la afirmación de una identidad nacional clara y sólida, para la mayoría de los mexicanos, especialmente entre los jóvenes, ya que ha negado la influencia de una de las dos raíces más importantes del mexicano actual, tanto étnicas como culturales, mismos que al revisar la historia no oficial basada en documentos existentes en los archivos históricos y perfectamente autentificados, descubre que es un mestizo, (culturalmente hablando, así como étnicamente, o de sangre), con una raíz devaluada y otra sobre valorada absurdamente, ya que ninguna de estas posiciones ideológicas es sostenible ante un análisis histórico estricto o de carácter sociológico.

Las consecuencias las tenemos a la vista cuando observamos la exaltación extralógica de un indigenismo delirante, que inventa rituales y danzas producto de su imaginación, afirmando que está recreando tradiciones y honrando a los antepasados de todos los mexicanos, mientras que otros desinformados (no indígenas, ni étnica ni culturalmente  desde luego), suponen que reivindican el sufrimiento de sus antepasados "Aztecas" durante la conquista, cuando agreden o insultan a todo aquel que no comulga con sus filias y fobias, o que le parecen como de origen español. Son los mismos que llaman "traidores" a los tlaxcaltecas" y a la "Malinche", y que sin haber estudiado a fondo la historia de la conquista del imperio "Culhúa-Mexica", se la pasan vituperando la figura de Hernán Cortés calificándolo como el destructor de una nación superdesarrollada como la "Azteca", que vivía en un paraíso, suponen, inocente o torcidamente, que todos los mexicanos son descendientes de los "Aztecas", ya que para ellos todas las tribus que poblaban el territorio mesoamericano eran "Aztecas" y que los Mayas, Purépechas, Yaquis, Totonacas, Huastecos, Tlaxcaltecas, Mixtecas, Zapotecas, Toltecas, etc. no existieron, suponen también que México como nación, tal y como lo conocemos actualmente ya existía a la llegada de Hernán Cortés.

Son los mismos individuos desorientados que dogmáticamente niegan la antropofagia y los sacrificios humanos que comúnmente se perpetraban en el mundo indígena prehispánico, o el despotismo atrabiliario en que se castigaba con la pena de muerte al "macehual" súbdito o prisionero que osara ver de frente al "Huey Tlatoani". Afirman, en un acto de fe cuasi religiosa, que todos vivían contentos y felices bajo las circunstancias descritas, a pesar de que los mismos códices indígenas (que deben desconocer), nos pintan un cuadro diferente de esa época.

De la misma manera a muchos mexicanos al descubrir sus verdaderas raíces mestizas, se les derrumba su identidad por apócrifa y en su orfandad se la pasan buscando una nueva identidad, ya sea copiándola de cualquier extranjero al que tomen como modelo (especialmente los sacados del cine, de la moda, y/o de la televisión), y van por la vida soñando con poder vestirse con "jeans" de pantalones, comer "hot dogs", beber "Coca Cola", o "whisky", bailar "Rock" y cantar como "crooner", e imitando voces extranjeras de las que ni siquiera conocen su significado, entre otras modas extrañas y extravagantes, para no parecer "Naco", todo ello derivado de una mistificación absurda de nuestra historia oficial, con los mitos creados a modo según la moda política del momento, que ha contaminado los libros de texto de historia en donde se educan los niños mexicanos.

Lo anterior ha impedido que el mexicano medio pueda ser capaz de mirarse en el espejo de la realidad y se acepte tal y como es, un mestizo (cultural o étnico), que deberá sentirse orgulloso de sus raíces y que sepa aprovechar lo mejor de cada una de ellas, descartando lo malo que les pueda encontrar, porque aprovechando lo bueno que ofrezcan, le dará la fortaleza necesaria para crecer como individuo y ser útil a su sociedad, así como a su país que es México, de modo que se encuentre preparado para relacionarse internacionalmente desde un nivel de igualdad, como se necesita en la convivencia y negociaciones  internacionales, sin achicarse ante nadie, como ha sucedido frecuentemente.

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Octavio Paz.- "El Laberinto de la Soledad" .- México, D.F. .- Edit. Fondo de Cultura Económica 1956                                                              



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