Vuelta al Mundo

Reconocer al Estado palestino

2014-11-25

Las expresiones del jefe de gobierno de Tel Aviv constituyen un desfiguro, por cuanto toda...

Editorial de La Jornada

Tras el reconocimiento otorgado recientemente por el gobierno sueco al Estado de Palestina, y después de los exhortos recibidos por las autoridades británicas y españolas de sus respectivos parlamentos para hacer otro tanto, la Asamblea Nacional de Francia tiene previsto votar, el próximo 2 de diciembre, una moción de reconocimiento semejante. En tales circunstancias, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dirigió a París una advertencia ya expresada a Londres y Madrid de que otorgar a Palestina tratamiento diplomático de Estado sería un "grave error".

Las expresiones del jefe de gobierno de Tel Aviv constituyen un desfiguro, por cuanto toda decisión sobre el establecimiento y el manejo de relaciones exteriores de un país corresponde a sus propias autoridades constituidas, y representa un ejercicio de soberanía nacional que no debe ser obstaculizado de manera alguna. Y así como ningún gobierno debe indicar al de Israel a qué naciones debe reconocer y a cuáles no, ni en qué calidad, Netanyahu comete un exabrupto cuando pretende hacer eso mismo con los gobiernos europeos mencionados.

Más allá de esa insólita e inaceptable ruptura de las normas elementales de convivencia internacional, es claro que la violenta opresión de los palestinos por el régimen israelí y el enconado conflicto entre ambos bandos derivan de una tremenda desigualdad en los terrenos diplomático, económico y militar, y que cualquier iniciativa de buena fe orientada a establecer una convivencia pacífica entre ambos pueblos debe pasar por procurar el establecimiento de términos mínimamente equitativos entre Israel y Palestina. El reconocimiento de la segunda como Estado constituye un paso pequeño e insuficiente, pero significativo, en ese sentido, y es deseable que los países que aún no lo han emprendido otorguen a los palestinos ese reconocimiento, en estricto acatamiento al derecho de los pueblos a la autodeterminación.

Es claro que si Israel ha venido poniendo toda suerte de obstáculos a tales reconocimientos, ello obedece al afán por preservar en forma indefinida una ocupación y un cerco que le permiten continuar con el despojo territorial y de recursos naturales y el sojuzgamiento militar y la explotación laboral de los palestinos y, a la larga, hacer imposible la constitución de un Estado en la totalidad de Cisjordania, Gaza y la Jerusalén oriental.

El cerco de Gaza y la ocupación de Cisjordania y el este de Jerusalén son tan implacables que Tel Aviv ha impedido la entrada al primero de esos territorios de caravanas y flotas de ayuda humanitaria, y a mediados de este mes bloqueó incluso a una comisión de las Naciones Unidas que pretendía investigar sobre el terreno la posible comisión de crímenes de guerra de las fuerzas militares israelíes que devastaron Gaza y causaron más de 2 mil muertos y 10 mil heridos –niños, ancianos, mujeres y hombres– entre su población.

Ciertamente, el reconocimiento de Palestina como Estado contribuye a acotar esa política inhumana y depredadora de ocupación y cerco, en la medida que otorga al pueblo victimado una mayor presencia internacional y nuevos derechos. Por ello resulta fundamental, por el bien de los palestinos, de los israelíes y de la paz mundial, que los primeros alcancen lo antes posible ese reconocimiento. Entre los gobiernos que aún no lo han extendido se encuentra el de México, y no hay razón a la vista para seguir postergando ese acto de justicia elemental que sería, por añadidura, plenamente congruente con las tradiciones más nobles y rescatables de nuestra política exterior.



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