Como Anillo al Dedo

Increíble que la gente no aprenda

2014-12-03

Pero una cosa es la codicia y otra la avaricia definida por la misma Academia como el...

Leo Zuckermann, Excelsior

 En junio viajé al Mundial de Futbol de Brasil. En mi grupo venían los clientes que tenían invertidos más de diez millones de pesos en Ficrea. Les habían "regalado" el viaje. Platicando con algunos me informaron que, además de llevarlos a viajar, les daban rendimientos de diez por ciento al año por su dinero. Estaban recibiendo más del triple de lo que en ese momento daban los Cetes. "Hombre, pues parece muy bueno como para ser realidad", le dije a una de las encantadoras señoras que tenían ahorrado todo su dinero en Ficrea. "¿Usted cree?", me contestó. "Pues francamente no entiendo cómo les pueden dar esos rendimientos y encima les disparan viajes que cuestan miles de dólares por persona, pero si usted cree que esto es posibleĀ…", no alcancé a terminar mi respuesta cuando me interrumpió:  "Si nos están defraudando, pues será el viaje más caro de la historia", me dijo con una gran sonrisa.

Así fue. Hace unos días, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores intervino Ficrea por triangular recursos de una manera poco transparente. Al parecer, se trata de otro esquema Ponzi o "pirámide". Las personas que ahorraron su dinero podrán recuperar unos 130 mil pesos que es lo que cubre el seguro gubernamental. El resto de su dinero lo perderán. El viaje a Brasil efectivamente les salió carísimo.

Pienso en las encantadoras señoras que viajaron a echarle porras a la Selección Mexicana. Tenían todo su capital invertido en Ficrea. Las defraudaron unos pillos. Pero ellas también tienen la culpa porque les ganó la avaricia. Me parece increíble que unos pocos meses después de haber estallado los fraudes piramidales de Madoff y Stanford, la gente volviera a caer en este tipo de esquemas. ¿Acaso la gente no entiende?

Parecería que no. Los ciega la falsa promesa de enriquecerse rápidamente. "El punto es, damas y caballeros, que la codicia, a falta de una palabra mejor, es buena. La codicia es correcta, la codicia funciona. La codicia clarifica, acorta y captura la esencia del espíritu evolutivo". Son las famosas palabras de Gordon Gekko, el personaje principal de la película Wall Street, que le valió un Oscar por la mejor actuación a Michael Douglas. En la cinta, dirigida por Oliver Stone, Gekko ejemplifica el espíritu del capitalismo cuya fuerza es la codicia definida, por la Real Academia Española, como el "afán excesivo de riquezas".

Pero una cosa es la codicia y otra la avaricia definida por la misma Academia como el "afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas". La diferencia está en el "desordenado". Y esto es lo que ocurre en los escándalos de Madoff, Stanford y Ficrea. Los abusadores organizan un esquema Ponzi que no es otra cosa más que un fraude para explotar la avaricia de la gente. En Estados Unidos, en los años veinte, Carlo Ponzi, inmigrante italiano, se hizo famoso por este esquema. Creó una compañía con muy poco capital, pero que ofrecía altos rendimientos a los inversionistas. Era, de hecho, un fondo cerrado que fue creciendo sin publicidad. La gente iba propagando con sus amigos los beneficios del fondo.

En el esquema Ponzi, a los primeros inversionistas, el "banquero" les paga jugosas ganancias con el dinero que va entrando de nuevos inversionistas. Por eso es como una pirámide: los capitalistas de abajo (los que llegan tarde) les van pagando los réditos a los de arriba (los que llegaron primero). El sistema se mantiene siempre y cuando haya ingenuos dispuestos a poner capital. El negocio crece exponencialmente. Los únicos ganadores de este sistema son los primeros inversionistas que en algún momento retiran su capital y los rendimientos recibidos. Todos los demás que se quedan acaban perdiendo ya que, en algún momento, el estafador se escapa con todo el dinero o lo pierde en una mala inversión que él, a su vez, realiza. El sistema también puede colapsar porque de repente muchos o todos los inversionistas piden que les devuelvan su dinero o porque las autoridades descubren el fraude.

Quizá Gekko tenía razón al decir que la codicia era buena para el espíritu evolutivo del capitalismo. Pero la avaricia, el deseo desordenado de construir una fortuna de la noche a la mañana, sin sustento alguno, por ingenuidad pura, es, simplemente, una tontería.



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