Divagaciones de Merlín
¿México tiene Soberanía?
Víctor Manuel Peralta Martínez
Esta independencia que hemos proclamado no es sino un armisticio, una suspensión de las armas. Hay que hacer pueblo, hacer dirigentes, formar republicanos sobre una herencia de despotismo y monarquía. Cómo puede ejercer soberanía el pueblo si no lo hemos preparado. Este soberano ni aprendió a mandar, ni manda y el que manda a su nombre lo gobernará, lo dominará y lo esclavizará. Qué soberanía puede ejercer un pueblo ignorante y pobre. No hay que esperar de los colegios actuales lo que no pueden dar, están haciendo Letrados, no esperen ciudadanos.
"Arturo Uslar Pietri"
En el año 600 a.C. florecían en el territorio mexicano importantes civilizaciones, entre ellas figuraban; la Cultura Olmeca, la de Teotihuacán, la maya con Chichen Itzá y Palenque. Cada cultura contaba con un rey soberano que gobernaba y administraba su respectivo territorio. Eran gobiernos centralistas y fuertes que contaban con instituciones consultivas que cumplían una función de asesoría al Rey pero que no tenían poder de decisión por si solas.
Los aztecas fundan la ciudad de Tenochtitlán en 1325, su organización política estaba a cargo de diferentes funcionarios que aseguraban el poder del emperador azteca y la sujeción de los pueblos conquistados. Formaba parte de una triple alianza con tres ciudades-estados, Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan. La alianza se expandió rápidamente y en su apogeo controlaban la mayor parte de la región central de México, así como algunos territorios más distantes en Mesoamérica. Terminó siendo conocido como el imperio Azteca, el poder que impusieron fue de “preeminencia” o “indirecto”, es decir, los gobernantes de las ciudades conquistadas por lo general se mantenían en el poder, pero acordaban pagar impuestos y proporcionar apoyo militar al soberano Azteca cuando lo requiriese.
En el momento de la llegada de los españoles en 1519, el territorio de la alianza fue gobernado efectivamente por Tenochtitlán Los conquistadores españoles someten a éstos e inician 300 años de dominación española. Durante esta época los antiguos pobladores de México pierden a sus reyes y soberanía otorgada a éstos, el poder político pasa a manos de los conquistadores y quedan sujetos a las órdenes y disposiciones del Rey español, acción hecho efectivo a través de un Virrey en la Nueva España.
¿Pero qué es la soberanía?
El concepto de Soberanía (del latín “super amus”, señor supremo) se identifica como la voluntad política que posee un pueblo con derecho a tomar decisiones para determinarse, manifestarse y tomar decisiones con independencia de poderes externos.
El Artículo 39. De la Constitución Política Mexicana Dice: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.”
La soberanía de la Nación mexicana se deposita en el Presidente de la República con la autoridad suprema del poder público, a través del voto de los ciudadanos, que lo legitiman en el poder.
Por su parte, la soberanía territorial consiste en que el Estado ejerce esa autoridad suprema dentro de un territorio determinado, que incluye las aguas territoriales y el espacio aéreo correspondientes a los límites geográficos del país.
El poder político ejercido por el imperio Azteca se perdió y con esto la soberanía, ambos pasan a manos extranjeras por medio de una invasión militar al territorio y los centros residentes de los poderes gobernativos.
México declara su independencia en 1821, con lo que nuevamente el país recupera el poder político y su soberanía, aunque los primeros gobernantes fueron impuestos por alianzas y los grupos de poder, no por la voluntad popular. Tuvieron que pasar algunos años para que la soberanía fuera transferida al nuevo gobernante democráticamente en las urnas a través del voto ciudadano.
La ocupación militar en el territorio nacional no es la única forma de perder la soberanía, existen otras formas, una de ellas es la económica; «Antecedentes: La deuda externa de México, desde la Revolución de 1919-1920 hasta la Segunda Guerra Mundial» explica cómo y porque se encuentra endeudado el país: “desde la independencia y durante gran parte el siglo XIX, la historia financiera y política de la república mexicana estuvo signada por el sino aparentemente fatal e ineluctable de la imposibilidad de pagar la deuda, lo que provocó la intervención militar europeo en México y la ocupación del país durante el Imperio de Maximiliano. Luego, vendrían las renegociaciones de la deuda y el regreso a los mercados de capitales en el porfiriato.
Durante la revolución mexicana, la situación financiera comenzó a complicarse y en 1914, el gobierno federal suspendió pagos sobre la deuda externa. Para entonces, el valor nominal de la deuda pública consolidada era de aproximadamente 300 millones de dólares, al que había que agregar otros 300 millones de los bonos externos pagaderos en oro de la empresa paraestatal de Ferrocarriles Nacionales de México.
Para amortizar la deuda, México no contaba con otros recursos que los impuestos petroleros, razón por la cual, al producirse una disminución en la producción del hidrocarburo hacia 1924, la Secretaría de Hacienda se encontró imposibilitada para pagar a sus acreedores.
A cambio de una moratoria parcial, el Comité Internacional de Banqueros accedió a la solicitud del país, con la perspectiva de una futura privatización de los Ferrocarriles Nacionales, esperando que esta iniciativa se adoptara en el lapso de un año. Entre 1926 y 1927 el gobierno mexicano depositó 27 millones de dólares en Nueva York, siendo acreditados en la cuenta del Comité de Banqueros. El envío de estos fondos fue interpretado por los acreedores como un indicio de que por fin México había regresado al redil de las naciones «dignas de crédito». Pero pronto se vieron decepcionados, ya que a partir de 1927 no volvieron a recibir más pagos
A pesar de ello, en 1930, el gobierno mexicano firmó un nuevo pacto con el Comité Internacional de Banqueros. Este acuerdo tuvo muy corta vida y nunca llegó a ser ratificado por el Congreso mexicano. Por consiguiente, a lo largo de la década de 1930-1940, México continuó en estado de suspensión de pagos sobre sus obligaciones externas, cuya evaluada aproximada era de unos 500 millones de dólares, era la tercera en importancia en la región, por debajo solamente de las de Brasil y Argentina.
En 1941 para cubrir las indemnizaciones de las compañías petroleras expropiadas, así como por los inversores norteamericanos que exigían compensaciones monetarias por las haciendas que habían sido confiscadas durante la revolución. La Secretaría de Hacienda solicitó créditos al Export-Import Bank y al Departamento del Tesoro y exigió un reajuste y reducción de la deuda externa. La resolución final de la deuda mexicana dependió, de un complejo conjunto de factores militares, políticos y financieros.
El hecho de que el gobierno mexicano se mostrase dispuesto a apoyar el esfuerzo bélico aliado indujo a la Administración norteamericana a presionar tanto a las compañías petroleras como al Comité Internacional de Banqueros para que aceptasen una reducción importante de sus exigencias. Las compañías petroleras recibieron 23 millones de dólares por las propiedades nacionalizadas. Los tenedores de bonos tuvieron que aceptar la cancelación de aproximadamente un 80% del valor nominal. En consecuencia, el valor de la deuda externa mexicana fue reducida de aproximadamente 500 millones a 100 millones de dólares.
Desde finales de la Segunda Guerra Mundial hasta el decenio de 1960, el gobierno mexicano no dependió de manera significativa de préstamos extranjeros. Ya que existían normas que limitaban severamente a las inversiones extranjeras.
En 1960 el total del endeudamiento externo de México era de 938 millones de dólares; En el decenio de 1970-1980 se produjo el incremento más notable de la deuda externa en la historia del país. Aumentando de aproximadamente 7 mil millones de dólares hacia 1970, doblando a 14 mil millones de dólares en 1974, subiendo a 29 mil millones en 1977, hasta alcanzar la suma descomunal de cerca de 80 mil millones hacia principios de 1982. Algunos autores sostienen que la responsabilidad de este proceso de endeudamiento ininterrumpido se puede fincar de manera fundamental en la inconsecuencia o inmoralidad de gobernantes que contrataron una cantidad increíble de deudas externas que recayó sobre las espaldas de la república y del pueblo mexicano.
La irresponsabilidad en el manejo de la banca estatal y privada pusieron a estas empresas en situación virtual de quiebra, el Estado resolvió estatizar la banca comercial privada al tiempo que expropiaba 6 mil millones de dólares de cuenta habientes que habían abierto cuentas en esa divisa en el país. El resultado no fue extraño: la fuga de capitales que ya era fuerte se tornó absolutamente incontrolable y agravó la posibilidad de cubrir un monto enorme de deudas externas que no debía de haberse contratado.
Para asegurar el pago de las gigantescas deudas (externa e interna), México instrumenta un programa de apertura de la economía mexicana. Procedieron a liberalizar grandes sectores y a iniciar la privatización de buen número de empresas estatales, proceso que cobró dinamismo desde 1986.
Entre 1990 y 1993, de un total de 90 mil millones dólares que entraron a México, una parte importante era capital volátil que entró precisamente con la expectativa de poder salir a corto plazo. Y para 1994 la deuda externa a largo plazo alcanzaba más de 122 mil millones de dólares, la cifra más alta en su historia”. Para 2014 la deuda era de 432,602,236,000 dólares (cifra emitida por el Banco Mundial). “Es imposible pagar el servicio anual de la cuantiosa deuda que nos han infligido, lo cual significa contraer nuevos préstamos, como el anunciado hoy por el Secretario de la SHCP, donde el FMI acaba de autorizar un préstamo flexible de 88,000 millones de dólares a México “para hacer frente a riesgos provenientes del exterior"; préstamos para no caer en moratoria de pagos internacionales, o sea que la Nación se encuentra atrapada en una espiral de endeudamiento de compleja y difícil salida”.
La ocupación militar en el territorio, no es la única manera de que un país pierda su soberanía. Un estado no es soberano cuando su política económica y financiera es condicionada por factores externos que limitan severamente su capacidad y actitud para actuar con autonomía en procura y defensa del bien común.
Aunque nos pese, nuestro país ha dejado de ser soberano y, en ese sentido, las declaraciones diplomáticas, los festejos y ceremonias que lo proclaman y lo reafirman como un valor absoluto e irrefutable con especial énfasis, constituye una formalidad política-jurídica que oculta a los ojos profanos la pérdida de los atributos esenciales de la soberanía.
Al perder efectivamente su soberanía el Estado Mexicano ante las grandes potencias y en especial con los Estados Unidos, éste último nos tiene en una situación de gobierno de “preeminencia” o “Indirecto” como el impuesto por el imperio Azteca, pero no solamente se paga un impuesto por su “control y protección”, sino que tiene los beneficios de una “Colonia”.
Compartir fronteras con EU va más allá de una simple relación bilateral, los intereses económicos-comerciales y de su seguridad han perfeccionado los mecanismos de dominación, delineando una Política Exterior y de Seguridad acorde con cada contexto histórico. EU controla al gobierno mexicano y debilita gravemente nuestra soberanía, pero decide que no es suficiente, quieren tener un mayor conocimiento sobre la población del país, grupos específicos y sectores de interés; cómo se comportan, sus intereses, su estatus social, profesiones, actividades licitas e ilícitas, para controlar más directa y firmemente al gobierno mexicano. Ya que México ha presentado en los últimos años graves problemas de seguridad, violencia y criminalidad, asociado al tráfico ilícito de drogas, que tiene como principal aliento, ser la puerta de entrada al primer mercado global de drogas y de salida del mayor mercado de armas.
Para consolidar su hegemonía, El Comando Norte de EU desarrolla un “Programa de Análisis sobre la Cultura Mexicana” . Para llevar a cabo y mantener actualizado este programa, en el territorio nacional existen 8 centros de “Inteligencia” dirigidos y controlados por personal de especialista estadounidense, quienes son los que procesan la información que se obtiene de México a través de recolección realiza por individuos previamente seleccionados y entrenados por ello, lo increíble es que son mexicanos, proveniente casi todos de las Fuerzas Federales. La información útil para su proyecto es enviada al Comando Norte. Esta información es complementada con la obtenida por medio de la tecnología, como es; satelital, drones, interpretación de imágenes, la intercepción de comunicaciones en conjunto con el criptoanálisis, análisis de patrones comunicativos, la detección de radares y otras funciones, como la inteligencia humana, las operaciones clandestinas, la desinformación, la decepción y la contrainteligencia.
Esto no es nuevo, en casi todo el mundo, los departamentos de inteligencia se han utilizado con frecuencia para vigilar dentro del propio Estado, menos con fines militares y más con fines policiacos, pero aquí, otro Estado obtiene la información “policiaca y de la privacidad de los mexicanos”. De la contrainsurgencia, de los grupos de poder; como los económicos, políticos, sindicatos y agrupaciones civiles.
Esta Inteligencia que sirve para conocer que acontece en nuestro país, sucesos que pueden influir en la vida diaria y al corto o mediano plazo, al mismo tiempo sirve para controlar más al gobierno mexicano. Pero tiene algunas ventajas éste último, también le dosifican “Inteligencia” para que obtenga logros “espectaculares” dentro de su propio territorio, pero sobre todo, que sirvan para los fines estadounidenses, así pudimos ser testigos de detenciones de grandes capos del crimen organizado y el último, el de Joaquín “El Chapo” Guzmán (resulta increíble que EU tenga más información sobre nuestra población, que el mismo Estado). México no obtiene de los EU información previa sobre el comportamiento de la bolsa de valores, nuestras reservas de petróleo o nuevos yacimientos, minas de materias primas, comportamiento de los grandes depósitos de agua o de las actividades del crimen organizado, sindicato de maestro o estudiantes, ¡no! Solo información para que actué México y sea útil a EU.
El gobierno mexicano no actúa contra la corrupción e impunidad, en donde todos los días conocemos de un nuevo personaje; contra la falta de una buena educación y no solo en las aulas, sino en las televisoras y en la desinformación; contra los monopolios o nuestro sistema político -puede ser que aquí halla complicidad- pero parece ser que no le han autorizado otras actividades que no sea el narcotráfico. Nuevamente aparece la falta de soberanía.
Pero México parece empeñado en entregar lo poco que queda de soberanía a los EU, para que ellos nos gobiernen, y no nuestros gobernantes, aunque éstos últimos digan lo contrario.
JMRS