Increiblemente Cierto
El curioso caso de los baños trans
Por: Francisco García Pimentel
En la ley, las excepciones deben de ser tratadas como excepciones; no como regla
Hace unos días, el presidente Barack Obama emitió una orden ejecutiva a las escuelas del país, so pena de perder fondos federales, para que permitieran a las personas transgénero utilizar el baño o vestidor que coincida con el género con el que se identifican, independientemente de su sexo biológico.
La medida fue inmediatamente aplaudida por el mundo como una decisión histórica de igualdad y derechos para las personas transgénero. Con esta orden acatada cualquier persona, de cualquier sexo, puede entrar a cualquier baño o vestidor. El único requerimiento es que esta persona se “identifique” o “se sienta” como parte del sexo opuesto.
Por supuesto, los depredadores sexuales reciben esta noticia con más alegría que nadie. Ahora cualquier hombre o mujer puede entrar al baño que quiera, con excusa de ser transgénero.
Sólo en los Estados Unidos y Canadá ya se han registrado varios casos de hombres y mujeres que, arropados por esta nueva ley, acosan y abusan de menores de edad. La mayoría de estos casos son silenciados por la prensa. Otros tantos –hay que decirlo- son fabricados por quienes se oponen a la medida. Prácticamente cada una de estas noticias, cuando aparece en algún sitio, es desmentida inmediatamente en otro sitio. La guerra mediática se ha convertido en un permanente ¡mentís! que parece no tener fin.
Por eso vamos a ignorar los casos, ciertos o falsos, y centrémonos en el problema de fondo, que es este: una ley humana que ignora la realidad en favor de la percepción está condenada a ser injusta y, sobre todo, totalmente impráctica e inaplicable. Es una pesadilla legal.
La ley, para existir y funcionar, requiere y usa parámetros reales y objetivos, tanto en el sujeto como en el objeto. Si bien los sentimientos o identificaciones personales son útiles y respetables en algunos entornos, representan un verdadero imposible en la aplicación de las leyes generales.
Un ejemplo: la ley permite beber alcohol a los mayores de 18 años. La edad es un hecho biológico objetivo, que no decide la persona. Uno tiene la edad que tiene. Ahora: existen personas cuya edad intelectual es mayor que su edad biológica. Niños genios, que tienen la capacidad mental de un adulto, o aún más. Éstos niños van a universidades y escriben libros, pero no pueden, por ley, fumar o beber. La ley en este caso no hace excusas subjetivas.
Otro ejemplo: la ley requiere a los mexicanos obtener una visa para entrar a los Estados Unidos. Ser mexicano es un hecho objetivo. O eres mexicano o no lo eres. Pero, digamos, que yo me “siento” como Escocés. Yo me identifico como Escocés, uso falda de cuadros, toco la gaita y bailo de puntitas; me choca la película Braveheart. Me apellido McMurray. Y todo eso está muy bien. Pero ¡sorpresa! Igual tengo que sacar mi visa como mexicano porque la ley no funciona con imaginarios, ni con identificaciones subjetivas; sino con hechos.
Y si yo asesino a mi hermana, pero siento que sigue viva, ¿no soy asesino? Y si yo manejo a 200 kilómetros por hora, pero siento que iba a 100 ¿me perdonan la multa? Y si yo me hago popó en la vía pública, pero me identifico como un can ¿puedo seguir haciéndolo?
Si parece que trivializo, es porque la orden de Obama trivializa de plumazo un tema que, de fondo, es complejo. Por supuesto, todas las personas: heterosexuales, homosexuales, transgénero y aquellas que se identifican como algún animal; TODAS las personas merecen respeto y protección. Y la protección está, precisamente, en poner parámetros objetivos universales que funcionen para todos. El construir leyes que no se basan en la realidad, lejos de proteger a las personas –aún a las minorías- hace más complicada e injusta la relación social. Y sí, abre la puerta para cualquier cantidad de disparates.
Creo que la orden de Obama no hará más que tensar y complicar un tema ya de por sí complicado. Que en la búsqueda de esa inclusión no podemos dejar de lado tres cosas: la realidad, el sentido común y la protección de los niños y las niñas. Lamentablemente para la comunidad LGTB, su lucha de décadas se ha convertido en campo de juego para políticos, que les buscan con propuestas tan populistas como absurdas, en un afán desmedido por el poder, a costa de lo que cueste. Cambiaron la lucha de la igualdad social por la imposición del sentimiento individual. En su lucha por vencer, se vencieron a sí mismos.
En la ley, las excepciones deben de ser tratadas como excepciones; no como regla. De otra forma, la ley pierde sentido, es inoperante y caótica. Seguramente pronto encontraremos iniciativas similares en México. Que no nos gane la moda y que aquellos que piden respeto también sepan respetar. Es la única forma de prevalecer.
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* El autor es abogado y master en política internacional por la universidad de Essex en Reino Unido. Conductor en 1070am. Se identifica como futbolista, pero el balón es intolerante.
JMRS