Tras Bambalinas

La factura exterior de los ayatolás

2018-01-05

Los manifestantes han coreado consignas rechazando las costosas aventuras internacionales del...

ROSA MENESES | El Mundo


En las protestas del hambre, los manifestantes iraníes han coreado consignas contra las costosas intervenciones en Siria, Irak o Yemen

Las intervenciones militares de Irán en Siria, Irak y Yemen son uno de los motivos -junto al económico y la corrupción- que han espoleado la peor ola de protestas en el país desde la Revolución Verde de 2009. Y es que los miles de millones que Teherán ha hecho llover sobre estos conflictos para apuntalar su hegemonía regional y rivalizar con Arabia Saudí les están ahora pasado factura a los ayatolás.

Los manifestantes han coreado consignas rechazando las costosas aventuras internacionales del Guía Supremo, Ali Jamenei, quien además de ser la cabeza todopoderosa de la autoridad iraní tiene entre sus competencias manejar la política exterior del país. En los últimos años, a Irán le ha ido muy bien fuera. Prueba de ello es que el líder de la Fuerza Al Quds, unidad de élite de los Guardianes de la Revolución, el general Qassem Suleimani -quien se había mostrado siempre discreto- se pasea por las líneas de frente de la zona con aires triunfalistas.

Su intervención del lado del presidente sirio, Bashar Asad, ha ayudado a asegurar el régimen aliado frente al levantamiento rebelde. Si en los primeros años del conflicto que se desató en 2011, las fuerzas opositoras parecían llevar la iniciativa, Asad ha logrado revertir la situación gracias al apoyo de las milicias enviadas por Irán y a la intervención de Rusia a partir de finales de 2015. Hasta ese año se calcula que Teherán gastó entre 6,000 y 35,000 millones de dólares al año en ayudar a Damasco a través de asistencia militar, créditos bancarios y el envío de petróleo. El coste de sostener al régimen de Asad se eleva así a miles de millones.

Uno de los puntales de Irán en Siria es la milicia chií libanesa Hizbulá, que mantiene en el teatro de operaciones a miles de tropas. Hizbulá, cuya ala militar se creó en los 80 a imagen y semejanza de los Guardianes de la Revolución, es un clásico en la nómina iraní. Se estima que Teherán envía 800 millones de dólares anuales a Hizbulá, según datos publicados por el ex enviado de EU a Oriente Próximo Dennis Ross, en un artículo reciente en 'Foreign Policy'.

Otro frente abierto es la contienda de Yemen, en la que Irán y Arabia Saudí se enfrentan en una guerra por poderes. Teherán apoya a los rebeldes zaidíes -rama perteneciente al chiísmo, mayoritario en Irán- mientras que Riad interviene del lado del Gobierno de Mansur Hadi. Y en Irak, las milicias chiíes asesoradas por los Guardianes de la Revolución han liderado la lucha contra el Estado Islámico, logrando desposeer al grupo yihadista de sus feudos. Un éxito que ha aumentado la influencia iraní en Bagdad.

Pero, al igual que pasó a finales de los 80 tras la devastadora guerra con Irak, el dispendio exterior de la República Islámica está creando en casa a toda una generación de desheredados. La reducción de los subsidios a productos básicos como el pan ha provocado un alza de precios que afecta sobre todo a la población con menores ingresos. La inflación alcanza el 10%. El derrumbe de varias instituciones de crédito ha dejado sin ahorros a muchos. Y para colmo, las expectativas económicas que creó el Gobierno de Hasan Rohani tras firmar el acuerdo nuclear con Occidente, a finales de 2015, no se han cumplido.

Los manifestantes preguntan por qué el dinero se gasta en Hizbulá, Asad o los hutíes. La perspectiva de que las críticas sacudan los fundamentos del régimen a causa de su política exterior quizá temple las ansias de los ayatolás de consolidar su poder regional.
 



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