Disparates y Desfiguros

Siria: un ataque que demuestra impotencia

2018-04-19

El ataque de la madrugada del 14 de abril sobre tres objetivos en territorio sirio provocó...

Luis Rivas | Sputnik


Una vez disipado el humo provocado por los ataques combinados sobre territorio sirio, se hace más claro que la iniciativa militar de Estados Unidos, Reino Unido y Francia refleja más una situación de impotencia que una hazaña bélica.

La oposición política en París y Londres no aplaude la colaboración de su país con su aliado norteamericano. Que los parlamentarios de ambos países no hayan sido consultados puede ser comprensible desde el punto de vista del secreto militar, pero la opinión pública puede sentirse desorientada cuando sus tropas son utilizadas sin el aval de la Organización de Naciones Unidas, y cuando las pruebas sobre el supuesto ataque con armas químicas por parte de Damasco no han sido mostradas, a pesar de que se asegure lo contrario.

El ataque de la madrugada del 14 de abril sobre tres objetivos en territorio sirio provocó la euforia del inquilino de la Casa Blanca, pero las explicaciones de sus homólogos británico y francés fueron más comedidas.

El presidente Emmanuel Macron, tras justificar la participación de Francia en la operación militar, explicó que la finalidad de la acción es buscar una solución política al futuro de Siria. París quiso dejar bien claro que la finalidad del ataque no era declarar la guerra al gobierno sirio, y se esforzó por insistir sobre los límites y la "proporcionalidad" de los bombardeos.

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Emmanuel Macron visitará Washington poco más de una semana después de su participación militar junto a británicos y norteamericanos. En la Casa Blanca deberá aclarar con su anfitrión si fue él quien persuadió a Donald Trump de no retirar sus tropas de Siria, tal y como el presidente norteamericano había anunciado pocos días antes de enviar sus misiles sobre ese país.

Macron visitará Washington con alguna petición que amortice su aventura militar de una noche con Trump. ¿Insistirá ante su interlocutor sobre la necesidad de mantener el acuerdo nuclear con Irán? ¿Le convencerá para no transferir su embajada de Tel Aviv a Jerusalén? ¿Seducirá al Presidente norteamericano para implicarle en su cruzada ecológica bautizada como COP21? ¿Subrayará —al mismo tiempo— algún punto de desacuerdo en público con Trump para calmar los ataques de la izquierda y la derecha francesas que le hacen pasar como un lacayo de Washington?

El Jefe del Estado francés, que se estrena en campañas militares "limitadas", estará en Rusia en mayo. En su segundo cara a cara oficial con el presidente Vladímir Putin ya habrá un serio punto de desacuerdo basado en hechos.

Macron ha insistido en varias ocasiones sobre el papel de Rusia en la lucha contra ISIS (autodenominado Estado Islámico, prohibido en Rusia), y París no tiene interés en que la cooperación con Rusia flojee en ese punto. Pero su operación común con Londres y Washington podría no ayudar a la búsqueda del acuerdo diplomático que Francia dice perseguir.

Francia, Reino Unidos y Estados Unidos han dado su particular zapatazo sobre el tablero internacional invocando un deber de injerencia humanitario que no existe sobre ningún tratado internacional. El uso de armas químicas no parece que vaya a desaparecer definitivamente del planeta, sea quien sea su productor y su utilizador.

Apaciguar la angustia de cierta opinión pública occidental ante las imágenes de niños en trance de sufrir los efectos de esas armas no parece que vaya a facilitar sin embargo un arreglo diplomático sobre el futuro de Siria.

Es difícil de creer que el ataque sobre objetivos sirios pueda contribuir a restar apoyo ruso al gobierno de Damasco. Es ilusorio pensar que Teherán vaya a reconsiderar su política regional con amenazas.

Las declaraciones de Macron y May por circunscribir los ataques y calmar a los que temen una escalada contrastan además con las de la embajadora de Estados Unidos en la ONU, Nikki Haley, que utilizaba un tono belicoso y amenazante.

La incongruencia de la política norteamericana hacia Oriente Medio no puede quedar velada entre la humareda levantada por los misiles. El Presidente Trump quería retirar a sus tropas de territorio sirio y dijo que Estados Unidos no podía resolver los problemas de esa región. El propio Emmanuel Macron se atribuye el cambio de idea del inquilino del despacho oval.

Trump parecía decidido a atacar también objetivos rusos e iraníes en Siria. Sus expertos militares, se asegura, le convencieron de evitar males mayores. Londres acompaña a franceses y norteamericanos en su operación sobre Siria y admite, que ello no contribuirá a cambiar las cosas en ese país.

Es en este contexto en el que Macron quiere erigirse en líder de las negociaciones para un futuro pacífico de Siria. Hasta ahora, las conversaciones de Ginebra están estancadas y Occidente está lejos de poder jugar un papel, cuando los principales actores en la región son Rusia, Irán y Turquía, que negocian en paralelo en Astaná.

Avanzar hacia un acuerdo utilizando bombardeos sobre territorio sirio, como pretende París, no parece que pueda sentar una base eficaz para el diálogo.

Negociar un alto el fuego entre las fuerzas del gobierno de Damasco y sus opositores es, cuando menos, ingenuo, y más aún cuando se preparan batallas importantes como la que se dará en la provincia de Idlib y otras zonas.

Poco probable parece que Arabia Saudí y Qatar dejen de apoyar a los grupos armados que sufragan en territorio sirio. Aún más complicada aparece la posibilidad de que Turquía frene su avance antes de cerciorarse de haber expulsado a las milicias kurdas del norte de Siria. Menos probable es que los kurdos se rindan. Irán no va a ceder influencia en la zona, mientras, por su parte, Israel seguirá vigilando los movimientos de Teherán y sus aliados en la región.

El futuro de Siria no parece pues más despejado tras la operación militar occidental del 14 de abril. Las esperanzas sobre un futuro político negociado tampoco parecen haber aumentado. Como la propia oposición política reconoce, nada ha cambiado sobre el terreno. Salvo la confirmación de que las potencias occidentales no juegan un papel decisivo en el conflicto.



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