Como Anillo al Dedo
Kim Jong-un, cinturón negro en el arte del Jiu-jitsu diplomático
JAVIER ESPINOSA
Como explica Paek Hyon Hui, una visita detallada a la llamada Exposición Internacional de la Amistad llevaría días ya que los dos edificios que la integran albergan hasta 140 habitaciones en más de 70,000 metros cuadrados. A la entrada, los visitantes se encuentran con un mapa del orbe iluminado con bombillas que marcan el origen de los 115.425 regalos que autoridades, entidades e individuos de 188 países habían enviado a los tres miembros de la saga Kim hasta 2017, según especifica Paek. "¿Cuál es su valor? Incalculable. Una vez un visitante japonés intentó hacer una estimación calculadora en mano y se quedó sin cifras en la máquina", argumenta la guía oficial del complejo.
La colección de presentes enviados a los líderes norcoreanos -incluidos 11 procedentes de ciudades y ciudadanos españoles- es una continua sucesión de vitrinas donde se apila el marfil, el jade, armas de todos los calibres, cientos de estatuas, orfebrería, animales disecados como ese singular cocodrilo que aparece erguido y portando una bandeja de vasos y hasta el trono de la tribu nigeriana que decidió nombrar rey de su clan al mismo Kim Il Sung. También están allí el coche y el tren blindado que Stalin envió al primer miembro de la dinastía norcoreana, y el avión que le donó la antigua Unión Soviética.
Decenas de soldados recorrían las instalaciones recientemente como parte de su instrucción. "Les sirve para aprender sobre nuestros líderes y lo importantes que son", opina Paek. Pero el recorrido por la Exposición también ilustra sobre la regresión que había sufrido esta nación en el terreno diplomático hasta el presente año. En su afán por documentar al milímetro las actividades de sus máximos dirigentes, un panel recuerda que Kim Il Sung llegó a visitar 16 países en 106 ocasiones y se entrevistó "con 5,500 presidentes y líderes políticos".
El predicamento de la nación asiática -que con Kim Il Sung todavía tenía cierto prestigio en el tercer mundo- se redujo de forma tan significativa durante el mandato de Kim Jong il como sus viajes al extranjero. La contabilidad recogida en la Exhibición tan sólo habla de visitas a cuatro países en 18 ocasiones, y reuniones con "30 presidentes y líderes políticos". Hasta el pasado mes de marzo, esta dinámica había alcanzado su paroxismo con Kim Jong-un en el poder, cuyas propias estadísticas en cuestión de desplazamientos más allá de las fronteras de Corea del Norte eran toda una alegoría sobre el aislamiento que sufría esta nación. Desde su acceso al poder no había visitado ningún país.
Kim Il-sung, junto al ex presidente de EU Jimmy Carter. REUTERS
Sin embargo, al socaire del sorprendente giro que ha registrado la situación política en la Península de Corea desde el inicio del presente año y tras su desplazamiento hasta Pekín para entrevistarse con el presidente chino Xi Jinping, Kim Jong-un no sólo se dispone a dialogar cara a cara con su homólogo sureño Moon Jae-in el día 27, sino que podría hacerlo con el estadounidense Donald Trump, el ruso Vladimir Putin -"es una perspectiva inmediata", confirmó en marzo un portavoz de ese país- y según la prensa japonesa, hasta el primer ministro nipón Shinzo Abe ha expresado su deseo de encontrarse con el líder norcoreano.
Kim, maestro de la diplomacia
Las hipótesis sobre el radical cambio de actitud de Kim oscilan entre los que aducen que se debe a la política de "máxima presión" apadrinada por Trump y el impacto de las sanciones, y los que reconocen las sorprendentes aptitudes diplomáticas de un mandatario al que los estereotipos habían descrito como un personaje cercano a la demencia.
"Kim Jong-un entiende cuál es el interés nacional de Corea del Norte. Es ahora más activo en la diplomacia porque percibe que existe una oportunidad táctica para promover ese interés ante la presencia de un presidente surcoreano favorable al compromiso y uno en EU que quiere ser visto como un gran negociante", opina Mintaro Oba, un ex diplomático del Departamento de Estado norteamericano experto en Corea, en una conversación a través de email.
Una tesis que secundaba el especialista Rana Mitter que dijo que el líder norcoreano está demostrando ser "un maestro en el jiu-jitsu diplomático", aludiendo con ironía al arte marcial asiático del mismo nombre.
Los posibles efectos de la presión internacional continúan sin ser una obviedad a simple vista como pudo comprobar este periodista, que realizó un periplo de 10 días por la hermética nación en el que pudo visitar tanto la capital como otras cautro ciudades.
En las zonas agrícolas que se pueden observar en los recorridos por carretera hacia las urbes de Kaesong, Nampho, Hyangsan y Pyongsong los locales siguen dependiendo en su mayor parte de sus manos, azadones y el arado con bueyes para cultivar los campos, y los tractores constituyen una rareza, pero esa fue la imagen dominante que pudo constatar el reportero durante los viajes que realizó en 2017 al mismo país.
Precariedad económica
Los vehículos también son un elemento casi ausente de las amplias carreteras que unen Pyongyang con esas poblaciones. Fuera de la principal metrópoli, Corea del Norte siguen siendo un país de bicicletas como lo fue China durante el maoísmo o, simplemente, de habitantes cuyo medio de transporte más habitual es su propio calzado. La campiña constituye todo un ejemplo de los esfuerzos comunales en los que se implica toda la población norcoreana. En la ruta a Kaesong había decenas de personas asfaltando el pavimento y recurriendo a piletas de alquitrán que calentaban quemando viejos neumáticos.
A pocos kilómetros de esa villa -no lejos de la zona de demarcación que divide a las dos coreas- otro amplio contingente de aldeanos se encontraba enfrascado en la rehabilitación de las rutas montañosas que conduce a los yacimientos arqueológicos del entorno.
Con las bicicletas alineadas en los laterales, se les veía plantando flores de forma meticulosa -una a una- y pintando con pequeñas brocas los pivotes que delimitan las carreteras.
"Aquí tenemos un eslogan que dice: tenemos que ocuparnos nosotros mismos de nuestras casas, nuestras fábricas, nuestros colegios y nuestro entorno. Lo están embelleciendo para los turistas", refirió Ju Jong Hyok, uno de los tres funcionarios oficiales que acompañó en todo momento al grupo de periodistas.
Lo mismo ocurrió durante el periplo hacia Hyangsan donde se veía a cientos de civiles excavando una enorme zanja kilométrica con picos y palas, sin la asistencia de ninguna maquinaria. Junto a ellos figuraba un amplio contingente de soldados que se dirigían hacia el canal con las piquetas al hombro y marchando de forma marcial como si estuvieran en un desfile militar. Más adelante una veintena de mujeres recopilaban guijarros del río Chong chon, también uno a uno, acumulandolos en cubos de plástico. Otras se dedicaban a lavar la ropa en el cauce fluvial.
Incluso en las ciudades no es raro encontrar a personas empujando carromatos o ver como en la emblemática calle de Ryomyong, la más moderna de Pyongyang y supuesto escaparate del progreso nacional, la poda del césped se realiza de forma manual y matojo a matojo.
Son estampas de la vida cotidiana norcoreana que reflejan la precaria situación económica del país, pero que no representan un giro significativo con respecto a 2017. De hecho, en Pyongyang continúan la construcción acelerada de nuevos edificios como el centro comercial Daesong y bloques de apartamentos como el que se publicita en el centro de la ciudad explicando que dispondrá de un "ascensor de alta velocidad" sólo disponible para los inquilinos que dispongan de una tarjeta de acceso.
Basta con acercarse al Puente Taedong, la isla de Yanggak -ubicada en el centro del río que atraviesa la capital- o las inmediaciones del aeropuerto para contabilizar decenas de edificios en marcha, grúas y contingentes de soldados dedicados a estas obras. La cúspide del mismo hotel Ryugyong, una descomunal estructura de 105 pisos y 300 metros de altura que permaneció abandonada durante años, aparece ahora iluminada con una gigantesca pantalla de neón donde se muestra la imagen de la bandera norcoreana.
El impacto de las sanciones
Sin embargo, el mismo Comité oficial que creó Corea del Norte en 2017 para indagar sobre el efecto que estaban causando estas medidas internacionales admitió en septiembre la magnitud del desafío que enfrenta la nación. "La cantidad colosal de daños causados por estas sanciones al desarrollo de nuestro estado y al sustento de la población va más allá de cualquier cálculo", señaló un portavoz de esa agrupación. Una tesis que confirman en privado los funcionarios del régimen, que reconocen que las crecientes restricciones comienzan a dejarse sentir.
"El precio de la gasolina se ha incrementado de forma significativa. Si en el resto del mundo cuesta 20 (es una cifra simulada), aquí cuesta 30. Está afectando incluso a la ayuda humanitaria. Por ejemplo, a las organizaciones que luchan contra la tuberculosis. Hace poco nos enviaron una máquina de esterilización de material médico, donde se hierven las jeringuillas y demás. Estaba hecha de aluminio y como dicen que el aluminio tiene doble uso, la confiscaron en la aduana. ¿Qué uso militar puede tener eso?", refirió un funcionario local. En este sentido, el pasado mes de febrero el Fondo Global para la lucha contra la tuberculosis y la malaria informó que suspendía la subvención de las campañas para luchar contra estas enfermedades en el país asiático, al que había destinado más de 100 millones de dólares entre 2010 y 2017.
La presencia de la grúa ubicada frente a hotel Chilbosan y los obreros desmontando paneles del mismo establecimiento, ubicado en la ciudad china de Shenyang, sirve asimismo para comprender las dificultades que encuentra ahora Pyongyang para recolectar ingresos en divisas mediante sus operaciones en el extranjero. Durante años el hotel de cinco estrellas fue junto a las decenas de restaurantes tradicionales el símbolo más mediático de las inversiones de norcoreanas en el país vecino. Hasta que el año pasado Pekín decidió aplicar a rajatabla las sanciones internacionales y ordenó la clausura de estos negocios, las importaciones de carbón y la expulsión de los trabajadores de esa nacionalidad instalados en su territorio, cortando de raíz una de las principales fuentes de ganancias para Pyongyang.
Antiamericanismo
En un país donde el desarrollo depende en absoluto de las prioridades que fije el líder, el programa nuclear se había convertido en un elemento estratégico al que Pyongyang se ha referido siempre con devoción casi religiosa.
"Corea del Norte ha sacrificado mucho para conseguir ser un estado nuclear. Decidió asumir una economía atrasada, de otra era, donde la gente subsiste plantando arroz, con su infraestructura destrozada para conseguirlo. Y eso ha sido un enorme logro, de alguna manera", precisa vía telefónica Adam CathCart, responsable de la página web Sino-NK y profesor de la Universidad de Leed (UK),
Por todo ello, los expertos se preguntan ahora cómo pretende acomodar Kim un posible apretón de manos con Trump en el marco de la escenografía norcoreana, que ha cultivado durante décadas el rencor a EU y las devastadoras acciones que cometieron los norteamericanos durante la guerra de corea.
Recreaciones como las que se pueden ver en el Museo de las Atrocidades Americanas de la Guerra de Sinchon, el dedicado al conflicto que se puede visitar en Pyongyang o el nuevo Cementerio Militar capitalino describen a Estados Unidos como un mal absoluto y mantienen vivo el recuerdo de la conflagración como si hubiera ocurrido ayer mismo.
En el camposanto referido, inaugurado durante la era de Kim Jong-un, las sepulturas de 571 "héroes" -esa es la palabra utilizada por la guía Kim Un Sun- se encuentran acompañadas de enormes esculturas que reproducen la figura de personajes como Jo Kun Sil, un soldado que según la leyenda local perdió las dos piernas y los dos brazos durante una batalla con los norteamericanos pero siguió disparando la ametralladora con los dientes.
"Este es uno de los centros del país donde educamos a nuestro pueblo en la lucha de clases y contra el imperialismo", argumenta Kim Un Sun, que acompaña a los informadores mientras recorren las hileras de sepulcros. La transición desde esa "lucha contra el imperialismo" a un pacto con el diablo semeja requerir una ardua tarea de concienciación para revertir toda la carga de ideología.
Aunque quizás, este empeño no sea tan difícil. Como aduce Ri Yu Kyung, una guía turística de Pyongyang, "aquí hacemos lo que nos dice el Partido".
"Al final del día la gente tendrá que alabar a Kim Jong-un", agrega Adam CathCart.
Jamileth