Efemérides
Natividad de San Juan Bautista
Por: P. Jesús Martí Ballester
El aire de Jerusalén y el de toda Judea estaba encendido de esperanza. Herodes envejecía aislado en su palacio de Jericó. Las almas se agitaban inquietas, y en todas partes se esperaba el cumplimiento de las profecías. De repente, en el templo resuena la voz de un ángel.
El sacerdote Zacarías, de la familia de Abías, vivía en Yuttah, cerca de Hebrón, en las montañas de Judea, con su esposa Isabel, los dos ya mayores, que han pasado la vida soñando un hijo. Pero Isabel era estéril y a estas alturas, ya infértil. Le tocó el turno a Zacarías de oficiar en el templo. Al acercarse a quemar el incienso ante el altar del Señor, resplandeciente de oro y de lámparas ardientes, permaneció con el incienso en las manos, hasta que sonó una trompeta. Cuando sonó, vació el incienso de la caja de oro y le detuvo una aparición misteriosa.
Sobresalto de Zacarías
Al salir del altar, los fieles le vieron con el rostro demudado. Había oído al ángel: "No temas, Zacarías, que tu oración ha sido escuchada; tu mujer, Isabel, te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Será grande a los ojos del Señor, y se llenará de Espíritu Santo ya en el seno de su madre". Era una noticia demasiado grande y demasiado hermosa y venturosa: "¿Cómo conoceré esto?". El ángel le dijo: "Yo soy Gabriel, uno de los espíritus que asisten delante de Dios. Pues, mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que todo esto se cumpla” (Lc 1,13). Y Zacarías quedó mudo por su falta de fe: "por no haber creído estas palabras, que se cumplirán a su tiempo". El no creer no impide la realización del mensaje, pero el que no cree, se queda sin el gozo de la promesa creída y esperada.
En el seno de sus madres los niños son personas
He aquí a dos Niños sin nacer, que ríen, cantan, santifican y son santificados en el seno de sus madres respectivas. El niño saltó de alegría y de gozo incontenible cuando sintió la presencia del Salvador en el seno de María. El júbilo del niño inspiró a Guido d`Arezzo a dar el nombre de las notas musicales según la primera sílaba de los siete versos de la primera estrofa del himno compuesto por él para la fiesta de San Juan: “Ut (cambiado por Do) queant laxis – Resonare fibris - Mira gestorum - Famuli tuorum - Solve polluti - Labii reatum, - Sancte Joannes”. “Para que tus maravillosas obras puedan ser cantadas – por los labios manchados – limpia sus manchas – San Juan”. ¡Horror! ¡Que la alegría de Juan dando brincos en el seno de su madre ante la presencia de otro Niño seis meses más pequeño, se convierta en dolor, lágrimas y cánticos fúnebres en millones de niños muertos en el seno materno, hoy mismo!
Nacimiento de Juan
Isabel dio a luz a un niño, que fue circuncidado con el nombre de Juan, que significa "Yahvé se ha compadecido". Zacarías volvió a hablar, y bendijo al Señor Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo con una fuerza de salvación, como lo habían anunciado los profetas; por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará el sol que nace de lo alto. Los vecinos y parientes hicieron grandes regocijos, porque el Señor había manifestado su misericordia, y en todas las montañas de Judea, la gente se decía: "¿Qué va a ser este niño? Porque la mano del Señor estaba con él". Estas palabras eran el eco del Salmo 138, “Pones tu mano sobre mí. Tú has formado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. ¡Te doy gracias por tamaño prodigio y me maravillo con tus maravillas!”. Y las de Isaías: “Estaba yo en el vientre y el Señor me llamó en las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre. Hizo de mí una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba”.
Se desvanecieron los rumores, y no se volvió a hablar del sacerdote de Yuttah, ni de Isabel, ni del niño. Cuando se desató la persecución de Herodes contra los niños menores de dos años, el pequeño tenía un año y medio. Según una tradición, Isabel huyó a las montañas más escondidas donde vivió cuarenta días en una cueva, y Zacarías fue asesinado por no querer descubrir el sitio a los sicarios de Herodes.
La vocación y los modos diferentes de cumplirla
"El niño iba creciendo y su carácter se afianzaba; vivió en el desierto hasta que se presentó a Israel". Nosotros tantas veces comenzamos nuestra misión profética sin haber crecido… Un director espiritual de seminario mostraba su extrañeza por lo pronto que se desinflaban los nuevos sacerdotes recién ordenados. No advertía que se cosecha lo que se siembra. Ambiente competitivo de estudio, ansia de salir cuanto antes al mundo sin la preparación adecuada. Prisa por la exigencia de cubrir los puestos canónicos.
En resumen, soldados sin instrucción, no digo teórica, sino de transformación personal. Escaso adiestramiento en las virtudes de humildad profunda, de caridad verdadera, de castidad luminosa y sin represión, de desprendimiento de la vanidad, y todo lo que se supone y que no se tiene, no presagian otra cosa que lo que ocurre que, por decirlo con brevedad, no es sino enviar a ejercer la cirugía a internos que nunca practicaron. Urge la preparación personal sin prisas si se busca el progreso del evangelio.
No se puede evangelizar sin estar evangelizado
Ni sacerdotes ni laicos podemos salir a evangelizar con nuestro espíritu a medio cocer, y quiera Dios que a ello llegue nuestro estado y no nos encontremos en grados inferiores. Porque podemos hacer ruido pero no dar al Señor. Y encima, perder el mérito junto con el fruto. Ya recibieron su paga.
Cataloga San Juan de la Cruz los defectos de los principiantes. Los novicios parecen santos... y no lo son… Los padres jóvenes, ni lo parecen ni lo son. (dice un refrán citado por el gran teólogo Garrigou Lagrange). Y añade San Juan: Soberbia oculta.
El demonio les aumenta el deseo de hacer cosas porque sabe que no les sirven de nada, sino que se convierten en vicio. Tienen satisfacción de sus obras y de sí mismos. Hablan cosas espirituales delante de otros. Las enseñan y no las aprenden. Cuando les enseñan algo se hacen los enterados. Condenan en su corazón cuando no ven a los otros devotos como ellos querrían y lo dicen como el fariseo, despreciando al publicano. Quisieran ser ellos solos tenidos por buenos. Y condenan y murmuran mirando la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el suyo. Cuando sus confesores y superiores no les aprueban el espíritu dicen que no son comprendidos. Buscan quien les apruebe porque desean alabanza y estima. Huyen como de la muerte de los que les deshace sus planes para ponerlos en camino más seguro, y les toman manía. Por su presunción, hacen muchas promesas y cumplen pocas. Desean que los demás comprendan su espíritu y para esto hacen muestras de movimientos, gestos, suspiros y otras ceremonias. Se complacen en que se enteren de esto y tienen verdadera codicia de que se sepa. Llenos de envidias e inquietudes. Disimulan sus pecados en el confesionario. Tienen en poco sus faltas. Se entristecen por ellos, pensando que ya habían de ser santos. Se enfadan consigo mismos con impaciencia, con deseos de que Dios les quite sus pecados no por Dios, sino para estar tranquilos. Con lo que se harían más soberbios y presuntuosos. Son enemigos de alabar a los demás, y muy amigos de que los alaben a ellos, buscando óleo por defuera...
Los que van en perfección
En cambio los que van en perfección. Tienen sus cosas en nada. No están satisfechos de sí mismos. Tienen a todos por mejores y los cobran santa emulación. Preocupados de amar a Dios no miran si los otros hacen o no hacen. Ven a todos mejores que ellos. Como se tienen en poco también quieren que los demás los tengan en poco y que los deshagan y desestimen sus cosas. Y si los alaban no lo ven merecido. Desean que se les enseñe. Prontos a caminar por otro camino si se le mandan. Se alegran de que alaben a los otros. No tienen ganas de decir sus cosas. En cambio, tienen gana de decir sus faltas y pecados y no sus virtudes y así se inclinan mas a tratar su alma con quien en menos tiene sus cosas y su espíritu.
Nosotros vemos y comprobamos la eficacia de un potente motor de coche, de un ordenador, o cualquier otro aparato mecánico, aunque no conozcamos su mecanismo; el poder de un discurso pronunciado por una inteligencia penetrante; la persuasión de una persona elocuente; la pintura de una figura creada por un artista total, Rafael, Boticelli, Giotto, El Greco, Velázquez, Zurbarán…; la maravilla permanente de Wagner, Beethoven…; pero carecemos de antena para detectar el misterio de la gracia y de la operación de Dios a través de un hombre santo. No lo distinguimos. Es misterioso, pero existe. Y de él depende la extensión mayor o menor del Reino de Dios. Extensión que no es algo abstracto sino muy concreto y apreciable en nuestra acción o en nuestro silencio: una palabra ungida que pega fortaleza; un párrafo leído que hace pensar y decidir; una actitud silenciosa que pacifica.
El reino va creciendo así como la semilla enterrada, como el grano que se pudre en el surco y germina lentamente pero inevitablemente; como el rocío que vivifica y alegra el despertar de la mañana. ¡Qué hermosura de misión la que nos ha encargado Jesús y fecunda con su Espíritu Santo!
Juan se prepara y evangeliza
Las investigaciones modernas autorizan a creer que Juan vivió con los esenios, una secta del desierto de Judá, que ya practicaban el bautismo con agua, por eso Juan lo administró como símbolo de la purificación del espíritu. Empezó a resonar la voz en el desierto, en el valle de Jericó junto al Jordán. Alto, maduro, quemado el cuerpo por el sol del desierto, abrasada el alma por el deseo del Reino, sus ojos penetrantes relampagueaban, sus cabellos hirsutos flotaban al aire, la espesa barba le cubría el rostro, y de sus labios brotaban palabras encendidas, llenas de esperanzas y de anatemas, de consuelos y de terrores.
Su ademán avasallaba, su presencia y austeridad impresionaban, y su mirada ejercía una fuerza magnética. Ante aquella voz, Israel se conmueve, renace una aurora de salvación, se aviva la fe en Yahvé Salvador, y las gentes llegan a escuchar sus palabras. Y comienza a cumplir su misión de precursor. Anuncia el cumplimiento de las profecías y predice la próxima venida de Cristo. Es un formidable predicador. Los israelitas piadosos empiezan a ver en él esperanza, y los doctores del Templo discuten acerca de sus anuncios misteriosos.
Aturdidos por aquella palabra de fuego, sus oyentes le preguntaban: "¿Qué debemos hacer para salvarnos?". "Que el que tiene dos túnicas dé una a quien anda desnudo, y que el que tiene pan lo reparta con el que tiene hambre” Lc 3,10. Bill Gates, con sus 10 billones de fortuna, quedaría impresionado al lado de los niños hambrientos y moribundos, devorados por las moscas y por las cucarachas en el tercer mundo, y en los suburbios del cuarto. Y con él, todos los magnates del mundo, epulones despiadados, empeñados en catalogarse entre los más ricos del cementerio, que se adjudican la parte leonina de la tarta, aunque Lázaro se muera esperando las migajas de sus despilfarros.
Predica con autoridad
Con los fariseos, llegan los publicanos, los soldados y las prostitutas: "No exijáis más de lo justo". "No sigáis las concupiscencias de la carne". "No calumniéis; contentaos con vuestra paga". Un día aparece entre la multitud un joven que llega de las montañas de Galilea. Juan le mira y se turba: es Él. El Salvador presentido y anunciado, el Esposo que iluminaba su alma en el desierto; el beldador que lanza al viento el trigo y la paja, para congregar la mies escogida; el amigo deseado, en quien pensaba cuando decía al pueblo: "Yo os bautizo en agua, pero en medio de vosotros hay uno más poderoso que yo; El os bautizará en Espíritu Santo y fuego".
Juan ha presentido su venida. Es pariente suyo, pero no le conoce; no le conoce, pero en el fondo de su ser ha oído una voz: “Aquél sobre cuya cabeza vieras descender al Espíritu Santo, es el Deseado de las naciones.” Y al ver ahora cómo se acerca en la cola de los pecadores a la orilla, se siente humillado, y sobrecogido de admiración le dice con ternura transfigurada, con el corazón estremecido de amor : "Soy yo quien debe ser bautizado por ti".
El Galileo insiste; inclina su cabeza, porque hay que cumplir toda justicia; el agua resbala sobre el cuerpo virginal de Cristo, la mano del Bautista toca su frente, se abre el cielo, baja el Espíritu y resuena la voz del Padre: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias". Al arrodillarse delante de Juan, Jesús le califica: "Entre los nacidos de mujer, no ha nacido otro más grande que Juan el Bautista".
Lazo del antiguo con el Nuevo Testamento
Juan Bautista, Profeta al estilo de los del Antiguo Testamento, lazo de unión entre aquél y el Nuevo, con el espíritu de Elías y la palabra irresistible de Pablo. Con el mismo valor que el uno y el otro, será mártir de su deber y pregonero del reino; y rodará su cabeza, y su cuerpo disminuirá, para que Aquél a quien ha bautizado, crezca al ser elevado en la cruz, y morirá sin haber visto el triunfo del reino que anuncia: "A Él le toca crecer; a mí menguar".
Después de su primer encuentro con Jesús, le vio otra vez caminando por la orilla del Jordán. Su cuerpo se estremeció con un amor apasionado, sus ojos se llenaron de compasión y de ternura, y dijo a sus discípulos: "Este es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo". Discierne bien, él valeroso, pero apasionado, Jesús Cordero lleno de mansedumbre. Dos hermanas de la misma Congregación con caracteres opuestos siempre en conflicto. Acuden a la Superiora. Acusan: -La más áspera: Es que no se le puede decir nada. Parece de papel de seda. La Superiora, acertada: Y usted, papel de lija.
Llegó una embajada del Sanedrín de Jerusalén. Se dice que es el Profeta anunciado por Moisés; se murmura que es Elías: Y le preguntan: "¿Eres Elías? - No. ¿Eres el Profeta? -No -¿Eres el Cristo?. -No". Esa es la grandeza de su carácter. No es nada. Es la voz que clama en el desierto. La voz recibe la consistencia de la palabra. Sin Palabra, la voz no dice nada. Y, sin embargo, Jesús le llamará profeta, el mayor de los profetas, un nuevo Elías por su espíritu y por su virtud. A sus ojos, no es nada; indigno de desatar su sandalia.
La voz del esposo
Y explica el sentido de su misión, en la imagen del Esposo utilizada por los profetas Oseas, Jeremías, Isaías, y por el Cantar de los Cantares. Jesús será, lo que ha sido Yahvé para el pueblo escogido. Juan sólo es el amigo; pero la gloria de Aquel en quien ha puesto su amor, le hace plenamente feliz: "El amigo ve a su amigo y se goza al oír la voz del Esposo, y por esto mi alegría es perfecta".
Es así como Juan, el asceta austero en vestidos y en comida, nos descubre el más tierno y dulce de los atributos de Cristo, el de Esposo. Pero, para recibir al Esposo, hay que vestirse con el traje de boda y por eso proclama la conversión. Él prepara el camino del Señor y exige a los hombres que cambien el rumbo de sus vidas, que acepten el misterio de Dios que se acerca, que den frutos dignos de penitencia, pues el Esposo no puede desposarse con los hombres sin la metanoia. Ese es el carisma de Juan, y la necesidad de su mensaje, que la Iglesia ha conservado y perpetuado.
Juan empezó asceta y terminó místico. Esto no se hace sin la gracia. La gracia que nos llega por el sacramento de la Eucaristía, porque "cuantas veces se renueva sobre al altar el sacrificio de la cruz, en que nuestra Pascua, Cristo, ha sido inmolada, se efectúa la obra de nuestra redención" (LG 3). Juan Bautista, el "tejido en el seno materno por el Señor y Creador, y escogido portentosamente" Salmo 138; "el que saltó de alegría en el vientre de su madre al llegar el Salvador de los hombres", "el mártir que entregó su cabeza por la Verdad.
JMRS