Cuentas Claras
Recaudación urgente
Por John M. Ackerman | Proceso
Uno de los legados más nefastos de la larga noche neoliberal ha sido la destrucción de la capacidad recaudadora del Estado mexicano. Los mal llamados “tecnócratas” no solamente inflaron las burocracias estatales, hicieron disparar la deuda pública y hundieron la industria petrolera, sino que también se negaron a aplicar las leyes fiscales a sus amigos y socios del sector privado.
La escasez del presupuesto federal no es una creación de Andrés Manuel López Obrador, sino un problema estructural heredado de décadas de complicidad entre el gobierno y los grandes empresarios. Quienes hoy se preocupan legítimamente por reducciones en partidas específicas del gasto público no deberían perder de vista la película completa. Urge trabajar juntos, sociedad civil, instituciones públicas, empresarios y partidos políticos para diseñar e implementar una reforma fiscal de fondo que fortalezca el desarrollo social y la economía nacional.
Hoy México se encuentra en el último lugar entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en la materia. Cada año solamente logramos recaudar 17% del Producto Interno Bruto (PIB), muy por abajo del promedio de 34% para los 35 países de la organización. Francia cada año recauda 46% de su PIB, Suecia 44, Grecia 39, la República Checa 34, España 33 y Turquía 25, de acuerdo con la misma OCDE. También somos reprobados en la materia entre los países de América Latina. Brasil recauda 32% de su PIB al año, Argentina 31, Uruguay 28, Bolivia 26 y Jamaica 27, de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
No es necesario subir el nivel de impuestos para empezar a remontar este terrible atraso. El primer paso es acabar con la evasión fiscal. La nueva directora del Servicio de Administración Tributaria (SAT), Margarita Ríos-Farjat, tiene una enorme tarea por adelante. El doctor Santiago Nieto, recién nombrado titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la Secretaría de Hacienda, también cuenta con una gran responsabilidad. Si Ríos-Farjat y Nieto logran revertir el clima de desidia y complicidad que ha mermado la operación de sus áreas correspondientes durante los últimos sexenios, el próximo presupuesto federal, de 2020, podría ser mucho más abundante y con mayores márgenes de flexibilidad que el de 2019.
México hoy se encuentra en tercer lugar en el mundo en “flujos financieros ilegales”, concepto que incluye tanto el lavado de dinero como los paraísos fiscales. De acuerdo con los estudios de Global Financial Integrity, solamente Rusia y China tienen menor control sobre sus sistemas financieros. En México, unos 50 mil millones de dólares desaparecen misteriosamente al año.
En cada gran escándalo sobre el tema de los paraísos fiscales y la corrupción internacional (Papeles de Panamá, Swiss Leaks, Paradise Papers, Odebrecht, etcétera) siempre aparecen múltiples nombres y apellidos de magnates o políticos mexicanos. Las numerosas casas y departamentos de lujo propiedad de exgobernadores y sus familias en Estados Unidos y países europeos ya son conocidos por todos.
Las condonaciones de enormes créditos fiscales hacia las grandes empresas de parte del SAT son ya una práctica común. Cada año se les perdona su deuda a miles de ellas, sin que estas acciones sean transparentes o claramente justificables por la ley. Los estudios de la organización de la sociedad civil Fundar han desglosado con gran detalle esta problemática.
Pero aparte de acabar con la evasión fiscal y el lavado de dinero, habría también que considerar una modificación en la misma estructura fiscal. Por ejemplo, la tasa máxima de Impuesto Sobre la Renta (ISR) de 35% es muy reducida en comparación con otros países. En Dinamarca los más ricos pagan 55% sobre sus ganancias adicionales y en Alemania la tasa más alta alcanza 45%. Y aun después de los drásticos recortes implementados por los gobiernos neoliberales de Estados Unidos a lo largo de las últimas décadas, su tasa máxima todavía se mantiene en 37%, dos puntos más que la de México.
México no cuenta con ningún impuesto sobre las herencias, a diferencia de casi todos los países más desarrollados del mundo. Y nuestros impuestos sobre ganancias en bolsa, rendimientos financieros y la minería son raquíticos y mal aplicados.
La gran paradoja es que los mismos economistas y empresarios que insisten en que México debería copiar los modelos económicos de los países “desarrollados” son quienes suelen sacar las garras cuando se busca también implementar el modelo fiscal de Europa. A estos importadores selectivos se les olvida que ningún país en la historia ha logrado salirse de la pobreza y fortalecer su economía nacional solamente con base en la operación del “libre mercado”. Un Estado fuerte que invierte en infraestructura, educación, salud y tecnología, y que también regula de manera clara y equilibrada a los actores del sector privado para evitar abusos y monopolios, es una condición sine qua non para el desarrollo.
Jamileth