Cuentas Claras
Focos rojos económicos
Por Efrén flores | Revista Siempre
Hago un esfuerzo mayor para evitar calificativos y motes. Mejor concentro el trabajo de este artículo en lo muy grave que ocurre en el país.
Algún colega me preguntaba en estos días si tenía yo forma de definir la política económica que lleva a cabo el nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Mi respuesta honesta es que no encuentro una definición clara de política económica. Lo único que entiendo es que odia con obsesión pasional el término neoliberal. Hay un rencor muy particular. Quiero presuponer que él se alimenta de racionalizaciones que lo hacen pensar que en la esencia del término neoliberal-neoconservador-neoporfirista, está la razón fundamental para entender que se le negó la silla presidencial desde su primer intento de llegar a Los Pinos.
Ahora que llegó a Los Pinos, ese mismo odio lo llevó a borrar la residencia oficial, aun cuando al pueblo bueno le ofrezca otro enfoque del hecho.
Como este mismo hecho curioso, así desconozco su Plan Nacional de Desarrollo (PND) y su estrategia económica, más allá del rescate de los más necesitados por medio de una serie de subsidios que generan gasto público no productivo. Aún como gasto social ni el propio Keynes hubiera aceptado tirar a la basura el dinero en subsidios electoreros, que no productivos, como gasto social.
Los dolores del T-MEC
Supongo que López Obrador ya se enteró del embrollo en el que se metió con el nuevo Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que el presidente Trump de Estados Unidos aceptó para impedir la triangulación de inversiones chinas a su país desde México.
Consciente, el equipo de López Obrador, de esta condicionante estadounidense desde que su propio equipo de transición participara en las negociaciones de la reexpresión de este importante acuerdo para nuestro país, sucede que llegan más y más inversiones chinas a México, precisamente para ahorrarse las sanciones y la guerra arancelaria entre Estados Unidos y China. Las empresas chinas, por ejemplo, se han establecido en el norte de México. Al ser parte de los ensamblajes y maquilas mexicanas, se ahorran las tarifas e impuestos compensatorios del vecino del norte a China por más de 250 mil millones de dólares. El costo en repetidas ocasiones: los chinos pagan mano de obra un poco más cara, pero les bajan sustancialmente los costos de flete por la cercanía al mercado objetivo que es el norteamericano.
De China ha llegado de todo un poco para ser producido o ensamblado en México: desde envases de cartón, hasta aires acondicionados.
Estas inversiones chinas anormales han llevado a que México tenga el nivel de exportaciones más alto de los últimos siete años a Estados Unidos. En 2018 y respecto a 2017 ese aumento fue del 10 por ciento a 350 mil millones de dólares, lo que amplió el déficit comercial de Estados Unidos con México en 15 por ciento a cerca de 80 mil mdd, al tiempo que los envíos de China a Estados Unidos se redujeron en un tercio.
¿Qué valor cualitativo tienen las inversiones chinas para México? Muy bajo. Hay que ver, pero una vez que se regularice la relación comercial entre China y Estados Unidos, parte importante de esas inversiones regresará a China. Son inversiones de muy bajo valor agregado. Por lo tanto el beneficio sino-mexicano es mínimo para nuestro país, y basado en inversiones volátiles, temporales. Vaya, los chinos ganan hasta con el impacto mínimo para México de los aranceles al acero y aluminio, a cambio del T-MEC. La lista China incluye productos vegetales. Las cadenas de proveedores automotrices de México se han beneficiado gracias a las políticas de Trump, y a las ventajas del T-MEC. No en balde llegan inversiones de Canadá, Alemania y China a formar parte de esas cadenas.
¿Qué podemos perder? Mucho, pero mucho más al estar, por lo pronto, vacunados pero en el limbo. Sigue vigente el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, NAFTA por sus siglas en inglés), que Trump detesta, y con el nuevo congreso estadounidense ahora de mayoría demócrata, la ratificación del T-MEC no llega. Es factible que se retrase por lo menos hasta agosto próximo, para que el cambio de modelo de relación económica con México no cumpla con las promesas de campaña de Trump 2016, justo cuando ya no podrá ser promesa de campaña 2020. ¿Cuál será su reacción electoral? ¿Seguirá insistiendo para la ratificación del T-MEC y que el malévolo congreso demócrata lo ratifique y no perjudique a los obreros de aquella nación? ¿O le achacará la culpa al izquierdista gobierno mexicano que “nos quiere perjudicar”? ¿Tal vez decir como Steve Bannon, —ese asesor del señor Trump y de varios partidos mundiales de de ultraderecha—, que el T-MEC se diseñó para blindar a Estados Unidos de la llegada de la izquierda populista del señor López a México? ¿Logrará terminar de entender el señor presidente de México que o se alinea a Estados Unidos, o van a borrar de un plumazo cualquier progreso de México durante los últimos 30 años?
La decisión del Presidente López Obrador de cancelar el aeropuerto de Texcoco, —amparado en una consulta popular de muy baja representatividad, vinculatoria, ilegal, al haber sido hecha en su periodo de presidente electo, no de presidente constitucional—, fue un muy duro golpe a la confianza de los inversionistas extranjeros, que además de con un poder que ya no debe de tolerarse en ninguna democracia de buena ley, impulsó la recomposición del sindicalismo mexicano a nuevas latitudes.
Lo anterior provocó de nuevo gran preocupación por el conjunto de daños a la industria maquiladora de exportación fronteriza, comenzando por Matamoros, Tamaulipas. ¡Así no se hacen las cosas señor presidente! Se ve que usted nunca ha arriesgado capital, ni invertido en actividades productivas. Solo en su juego político. Juega usted con el bienestar de toda una nación, por rencores, rencillas e ideas, —que no ideologías—, que le han sembrado al paso del tiempo un par de empresarios bien pegados a usted, y hasta marxistas caducos, que proponen resucitar el socialismo con las necesidades del siglo XXI.
Al ojo del amo, para tratar de entender los riesgos de AMLO
Mientras nos tiene a todos perplejos por el escándalo de sus cartas a España y al Vaticano para que pidan disculpas a los pueblos originarios, nadie se fija ni mucho menos valora la autorización del Pleno del Congreso de un conjunto de mecanismos de Consulta Popular. Entre ellos fue la revocación de mandato, la que todos más seguimos. Pero la iniciativa de Consulta Popular es mucho más grave, porque supone una trampa en el cuarto año de gobierno para que una población manipulada y minoritaria pueda tomar decisiones fundamentales para el país a partir del cuarto año de gobierno. Por ejemplo, tienen bien contemplado el pago de nuevos impuestos e ingresos a partir de ese cuarto año de gobierno.
López Obrador se comprometió a no subir impuestos desde su discurso de toma de protesta como presidente constitucional. No subir impuestos en términos reales; más no habló de no crear nuevos impuestos.
Las Consultas Populares tienen carácter vinculatorio cuando tienen el apoyo del 25 por ciento de la lista nominal de electores; es decir, al día de hoy menos de 22 millones de mexicanos. Este valor vinculatorio resulta discriminatorio ya que con un par de entidades federativas se ganaría el valor vinculatorio de las Consultas Populares, lo que deja en extrema fragilidad la estabilidad de la nación en materia de ingresos fiscales, los cuales deberán pagar impuestos y valores de pagos de actividades específicas, lo que puede comprometer en extremo la toma de decisiones de los inversionistas y provocar incluso desinversiones en nuestro país, tanto de extranjeras como nacionales. Sería la primera vez que a través de Consultas Populares se decidan temas tan delicados como la política fiscal o el poder expropiatorio de la autoridad para ciertas actividades económicas.
Ya hemos vivido a lo largo de la historia nacional las consecuencias del populismo rancio. Ahora nos adentramos a uno que se convertirá en populismo de extrema izquierda, que definirá su propio modelo económico, ¿quiénes seguirán operando, y a quiénes se les quitará lo que el mesías quiera, con una cantidad insignificante de mexicanos que respondan favorablemente a la Consulta Popular con valor vinculatorio? ¿Recuerda usted la expropiación bancaria de López Portillo? Fue hace tan solo 27 años. Esa expropiación fue acompañada de medidas salvajes como el control de cambios y la creación de regímenes paralelos de valor cambiario.
Ahora, con las Consultas Populares con valor vinculatorio, nos enfrentamos a decisiones trascendentales basadas en nulo análisis técnico riguroso. Todo según opine el pueblo: una minoría. Esa trampa fiscal, trampa expropiatoria, trampa electoral, trampa reelectoral, está diseñada para que a partir del año cuatro de este gobierno comience a operar. Todo el poder para el señor presidente y su turba, sus huestes, sus beneficiados, —algo así como 22 millones o más de mexicanos—, beneficiados con sus programas directos, ya no intermediados, de control y beneficio a esos acreditados, que tendrán el ciego apoyo para su benefactor, no Morena, sino el todopoderoso López Obrador.
Sí señores lectores. De no frenarse la trampa de las Consultas Populares, Mexico será desde hoy un país a la deriva, con los ojos vendados, ciego, sujeto a los estados de ánimo y voluntades del mesías, ese López Obrador que ya aseguró que todas las fuerzas del orden en el país estarán sujetas a un mando militar del que él tiene el control total.
Por su parte los impuestos son obligación profesional, planeada, proyectada, técnica, fundamental del gobierno; nunca derecho popular de unas turbas ansiosas de mayores subsidios de su gran protector, el señor López Obrador. Este juego de las Consultas Populares al cuarto año, de no frenarse por el Congreso y por toda la sociedad desde hoy, va a ser un verdadero golpe de Estado en contra de la democracia que tanto nos ha costado a todos los mexicanos labrar por más de treinta años.
Termino estas letras con las palabras de un artículo de Pepa Bueno del periódico El País sobre Steve Bannon, pero que muy bien se pueden aplicar al perfil de López Obrador: “Un veterano comisario de la policía me dijo una vez que la primera impresión que tenía ante la escena de un crimen acababa pareciéndose mucho a lo que en realidad pasó… Los conspiranóicos habituales sumados a los mitómanos nos han convencido a todos de que siempre hay algo que se nos escapa, una razón oculta, una lógica secreta que explica lo que nos asombra, asusta o simplemente no entendemos. Aunque a veces lo tengamos ante nuestros ojos, claro y simple, desde el minuto uno”.
Ahí está el gran crimen, pero no lo queremos creer, ver, aceptar. Mejor nos distraemos con escándalos superfluos, como el derivado de la disculpa demandada al gobierno español, por los agravios de aquellos de la Castilla de los Reyes Católicos a los pueblos originarios, esos que sin los españoles seguirían siendo Mesoamérica. No existiría la gran nación mexicana, fruto de esa fusión de credos, miedos, técnicas y razas. Bendito proceso histórico que nos permite ser al día de hoy 130 millones de mexicanos; no ciudadanos mesoamericanos, sino de los Estados Unidos Mexicanos. Esperamos que un puñado de fanáticos y mentirosos no destruyan lo labrado en quinientos años, tan solo en los próximos tres años del proceso de historia de nuestra nación.
Los puntos en la i
Los comunicadores de todos los medios debemos informar con profesionalismo, responsabilidad, autoridad, editorializar, analizar, controvertir y, claro está, entretener. Nos debemos a los lectores, radioescuchas y televidentes, así como a los seguidores, simpatizantes o no de redes sociales. Aceptamos la política editorial del medio en el que colaboramos. Pero nuestra entrega y oficio es para el público. No podemos, en ningún caso, aceptar la censura. Menos aun podemos aprovechar nuestra posición para lucrar con la confianza de los seguidores.
Me extraña que ahora algunos periodistas de por acá se desgarren por la actitud polarizada de los medios estadounidenses. Pues si la sociedad de aquel país está polarizada, los medios son reflejo y expresión clara de esa división política, económica y social. Pero aún con sus pasiones, es loable el profesionalismo de los medios estadounidenses en el crisol de pasiones que reflejan y que experimenta esa gran nación.
¿Cómo comparar aquello con los dimes y diretes con intereses personales y corporativos que representan muchos de los informadores de nuestro país? Muchos medios guardan discreto silencio ante todo lo que ocurre en nuestro país, cuando deberíamos estar, tal vez divididos, pero todos gritando con razón, información, investigación, para defender nuestra democracia representativa liberal. Espero que no lleguemos como el último sultán del reino nazarí de Granada, Muhammad XII, llamado por los cristianos “Boabdil el Desdichado”, y al que la tradición recuerda con la leyenda de su llanto al perder Granada a los pies de su madre; y la madre diciéndole, “No llores como mujer, lo que no supiste defender como hombre”.
Jamileth