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El City se adelanta al Liverpool por un centímetro

2019-04-29

Los techos voladizos del estadio centenario de Turf Moor están pensados para proteger al...

Diego Torres | El País

La luz del sol del mediodía en Burnley es como la luz del alba en el Mediterráneo. Los 50 kilómetros que separan Manchester de esta población de Lancashire son un pequeño viaje al extremo septentrional de Inglaterra, a los vestigios de la revolución industrial, y al interior profundo de un país que todavía alberga restos del viejo fútbol británico. Los techos voladizos del estadio centenario de Turf Moor están pensados para proteger al público del frío y la lluvia, pero en la tarde de este domingo de abril también sirvieron para sostener las antenas que transmiten la noticia más importante que un árbitro debe saber: si fue gol o no fue gol. Es la irrupción de la modernidad en el núcleo más conservador de la industria. Porque la Premier todavía no admite VAR pero sí acepta DAG: el sistema de detección automática de goles. Y el DAG pudo decidir el campeonato en Burnley.

Guardiola, que añora los cielos del sur, hace ejercicios de adaptación. Transcurrida una hora de partido ya no sabía qué inventar para que sus jugadores consiguieran posiciones limpias de tiro frente a un adversario que se apelotonaba alrededor de su portero. El partido se jugaba en un rincón del campo y el resto era un parque vacío. Hasta 20 veces había disparado el Manchester City contra dos del Burnley. La pelota rebotaba en la maraña de medias blancas. El acceso parecía imposible, el tiempo se agotaba y la Premier se perdía. A falta de dos jornadas, la victoria del Liverpool (5-0) ante el Huddersfield, el viernes, le colocaba como líder provisional con 91 puntos frente a los 89 del equipo que sufría por hacer un gol en Burnley.

Entonces apareció el jugador más importante del City esta temporada. Bernardo Silva se llama y pidió la pelota en el carril del ocho. Levantó la mirada cerca del pico del área y ahí donde todo parecía oscuridad, entre el área chica y el punto de penalti, él vio que se abría el cielo. Hasta seis defensas y el portero se interponían entre la pelota y el Kun Agüero. No había espacio para pasar pero Bernardo Silva giró el tronco hacia la izquierda y movió la cadera hacia la derecha para soltar el pie y enviar la pelota al pie de Agüero. Encimado por Tarkowski y escoltado por Taylor y Cork, el delantero argentino obró el segundo prodigio de la maniobra. Se revolvió apoyándose en Tarkowski como si el defensa central fuera un aparato ortopédico y la pelota una bola de goma embadurnada en pegamento. Perfilándose para la zurda en lo que dura un parpadeo, remató. La pelota superó al portero Heaton y fue despejada por Lowton, epítome del defensor que mete el culo en la cueva. Tan atrás se aculó que jugó desde el interior de su propia portería. Por un centímetro, la circunferencia del balón rebasó por completo la línea de meta. Algo invisible al ojo humano pero detectado por las cámaras y el campo magnético integrado. Lo anunció el DAG después de un segundo, con un pitido en el reloj del juez Paul Tierney.

Corría el minuto 63 y el City sumaba un punto más que el Liverpool. En total, 92. Apenas un clavo en la interminable pared de roca de la liga más disputada del planeta. Guardiola se alteró tanto ante la necesidad de proteger la exigua ventaja que quitó a Agüero y Sterling para meter a Stones y Otamendi, y acabó jugando con cuatro centrales. El levantamiento del doble muro coincidió con los últimos minutos del partido. Los más agónicos. Los que vieron encogerse al City, condenado a despejar pelotas. Los que asistieron al alzamiento del Burnley, impetuosa reliquia del viejo fútbol británico derrotada por dos genios con la ayuda del DAG.



Jamileth
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