Disparates y Desfiguros

Dignidad mancillada

2019-06-17

No hubo una valoración positiva de las necesarias fortalezas para cumplir con los principios...

Por Morelos Canseco Gómez | Revista Siempre

Paradójico resulta que el autodenominado gobierno de la cuarta transformación y su voluntad por vincularse con etapas históricas del Estado mexicano que afirmaron la soberanía nacional y la vía de la consolidación de México como impulsor y defensor del derecho internacional, para atemperar a los poderosos en sus relaciones con las demás naciones, haya abandonado principios normativos para conducir la política exterior que obligan al presidente de la República.

Ante la primera exigencia del ejecutivo federal estadounidense se cedió la plaza, se plegó a la imposición del abusador y se modificaron las políticas públicas que se habían puesto en marcha en torno a la migración. Al final, una decisión sin la reflexión y el conocimiento suficientes, pero del nuevo gobierno, se abandona. La amenaza de la imposición de aranceles a las exportaciones de bienes producidos en México tuvo el efecto deseado por quien optó llevar a la determinación unilateral una sanción vinculada a planteamientos sobre la seguridad fronteriza y el fenómeno de la migración de centroamericanos a los Estados Unidos.

Nadie sostiene que sea sencillo decidir entre rechazar la amenaza y recurrir al orden jurídico y las autoridades constituidas para resolver la diferencia, o recurrir al escenario de la sucesión y el acuerdo bajo la amenaza y la coacción implícita anunciada. Las decisiones repercuten. ¿Qué opción presenta el mal mayor? De un lado los principios y del otro el pragmatismo.

En la difícil balanza entre los principios y su práctica, puestos ya en la realidad, pesaron más las consecuencias que para la economía del país y las finanzas públicas tenía entrar en una disputa de medidas recíprocas ante la ilegal imposición de aranceles. En las relaciones internacionales, el trato recíproco es norma; conforme se recibe se otorga y la amenaza no partió del gobierno mexicano. Ese no fue el camino.

Sin embargo, las decisiones que ha adoptado la administración federal han generado elementos de incertidumbre económica, independientemente de la presión de las empresas calificadoras de riesgos crediticios. Ahora toman otra relevancia las decisiones de cancelar la obra del aeropuerto para la zona metropolitana de la capital de la república; de impulsar la construcción del Tren Maya sin proyecto, autorizaciones ambientales y consulta a los pueblos indígenas de su ruta; de construir la refinería de Dos Bocas sin atender las condiciones económicas y jurídicas para su concreción adecuada en términos de costo-beneficio, y de privilegiar el establecimiento de subsidios directos a su pretendida conservación de base electoral, en perjuicio de opciones para generar condiciones de desarrollo.

No hubo una valoración positiva de las necesarias fortalezas para cumplir con los principios normativos de la política exterior y hacer frente a la amenaza con la dignidad, la razón y el derecho.

Cuando la Constitución ordena que el presidente de la República observe –entre otros– los principios de la no intervención y la proscripción de la amenaza en las relaciones internacionales, lo hace en un sentido doble: para que así nos conduzcamos y para que nos opongamos –con todos los elementos que se han construido en el derecho internacional– a que cualquier Estado o grupo de Estados pretenda violar esas normas de conducta de la comunidad de naciones.

En los hechos, el entendimiento para que la imposición arancelaria no principiara el 10 de junio actual, implicó una intervención de los EU en los asuntos de México: detén a los migrantes en la frontera sur o en el lugar de arribo y no permitas su tránsito hacia el territorio estadounidense; utiliza las instituciones policiales para hacerlo, y recibe a quienes sean deportados en tu frontera norte por no habérseles concedido la posibilidad de ingresar o de permanecer en los EU. Y la amenaza no se ha ido.

También conllevó la rendición ante la amenaza del uso de la fuerza, a través de sanciones unilaterales a las exportaciones mexicanas. Dirán los puristas que esa “fuerza” es la física, la bélica y no otra. No lo comparto. La violencia moral existe y puede afectar –en este caso así se aprecia– la libertad para decidir. Bajo amenaza se cedió a la presión del presidente Donald Trump. El propio negociador habló de un ultimátum para justificar sus acciones.

Se ha faltado al cumplimiento de los principios normativos de la política exterior de carácter constitucional, y lo peor es que el resultado del “acuerdo” que nos impusieron, no constituye sino la primera entrega de un patrón de acciones del vecino del Norte. No hubo carácter, capacidad y fortaleza para oponerse y recurrir al derecho.

¿Por qué ha sucedido esto? Por varias razones.

El nuevo gobierno carece de horizonte y propuestas de política internacional; hay destellos aislados, pero no política exterior. Se abandonan los foros multilaterales, se enmudece en el ámbito regional y se disminuyen los diálogos bilaterales y, nos empequeñecemos y nos aislamos.

El nuevo gobierno careció de política y estrategias hacia los Estados Unidos. Para nadie es una sorpresa la forma y términos en que se conduce Donald Trump. En la campaña electoral de 2016 fue más que evidente su aviesa actitud hacia nuestro país y la práctica de denostarnos para buscar el respaldo de los estadounidenses conservadores y xenófobos, y la cancina pero mediática amenaza de la construcción del muro que pagaríamos los mexicanos, que ahora parece iniciar su edificación por medio de la política de control migratorio que nos ha impuesto.

El nuevo gobierno tiene una visión AMLO-céntrica del mundo y de México. Se ocupa de dividir y confrontar, de descalificar y amedrentar y de pontificar y excluir. Con honrosas excepciones en la construcción de acuerdos, la pluralidad es un obstáculo para los objetivos de la aspiración hegemónica. No tiene tiempo ni espacio para incluir e integrar otros elementos a su mandato. Hay visión de caudillo, pero no de Estado. Por eso es anticlimática la convocatoria a un acto que pretendía defender la dignidad nacional y se convirtió en la celebración de la falta de carácter y dignidad: por evitar una confrontación, se cedió la política migratoria al interés estadounidense.

Toda proporción guardada, una vez en tragedia y otra en farsa, es el appeacement de Neville Chamberlain frente a Hitler en los años treinta del siglo pasado. Ceder y conceder por no confrontar cuando el atentado y la violación es a los principios, mancilla la dignidad, prepara el escenario para nuevos atropellos y termina por deslegitimar.



regina

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