Internacional - Política

Primer debate demócrata: Los precandidatos se muestran divididos en economía e inmigración

2019-06-27

Pero también había varios pragmáticos declarados que expresaron dudas o...

Por JONATHAN MARTIN y ALEXANDER BURNS | The New York Times

MIAMI — Candidatos y candidatas a la presidencia por el Partido Demócrata presentaron una dura crítica a las políticas migratorias del presidente estadounidense, Donald Trump, y a la situación de la clase trabajadora en el primer debate primario el 26 de junio, pero se dividieron en términos inequívocos sobre cuán agresivamente la próxima persona que presida el país debería tratar de transformarlo.

La fuerza del ala progresista del partido se mostró vívidamente en el sur de la Florida,  cuando en los primeros minutos del debate la senadora Elizabeth Warren de Massachusetts calificó al gobierno federal como completamente corrupto. Warren, la candidata en el escenario con mayor presencia en los sondeos, exhortó al gobierno a detener a las compañías petroleras y farmacéuticas, y aceptó el reemplazo del seguro de salud privado con la atención de un pagador único.

“Necesitamos hacer un cambio estructural en nuestro gobierno, en nuestra economía y en nuestro país”, dijo Warren al fijar el tono para el grupo de populistas participando en el debate.

Junto a Warren, en el flanco progresista se encontraban dos candidatos menos conocidos, Julián Castro, el exsecretario de Vivienda, y Bill de Blasio, el alcalde de Nueva York, quienes buscaban enfrentar a los rivales que dudaron en igualar sus demandas progresistas en materia de inmigración, salud y política de seguridad nacional.

El debate del miércoles, el primero de dos con diez candidatos cada uno, subrayó la brusquedad con la que los demócratas han virado hacia un tono más liberal desde la elección de Trump. En temas que van desde inmigración y salud hasta el control de armas y la política exterior, parecía que estaban más preocupados por ser percibidos como poco progresistas en las elecciones internas que por exponerse a los ataques republicanos en las elecciones generales.

Pero también había varios pragmáticos declarados que expresaron dudas o desacuerdos absolutos sobre algunas de las demandas políticas más ambiciosas del partido. La más prominente de ellos fue la senadora Amy Klobuchar de Minnesota, quien manifestó sus dudas sobre los planes liberales para la atención médica de pagador único y la educación universitaria gratuita; en su lugar, pidió alternativas más modestas, como la creación de un plan de seguro médico opcional respaldado por el gobierno.

“Es un enfoque audaz, es algo que Barack Obama quería hacer”, dijo Klobuchar, al vincular sus opiniones más moderadas con las de uno de los demócratas más populares del país. También comentó acerca del proyecto de ley de pagador único, redactado por el senador Bernie Sanders de Vermont: “Simplemente me preocupa el hecho de sacar a la mitad de las personas de Estados Unidos de su seguro de salud en cuatro años”.

Aunque Warren y Klobuchar no se atacaron directamente, Warren recibió un fuerte aplauso al decir que los políticos que sugieren que “Medicare para todos” es inviable realmente le están diciendo a la población estadounidense que “simplemente no lucharán por eso” justo después de la respuesta de Klobuchar.

Otros candidatos intentaron trazar un camino intermedio entre ambos polos en el cuidado de la salud. El senador Cory Booker de Nueva Jersey dijo que apoyaba la atención médica de pagador único, pero que también adoptaría opciones más graduales. “Tenemos que hacer cosas, de inmediato, que brindarán una mejor atención médica”, dijo.

A veces, en el debate imperó la ley de la selva pues quienes participaron intentaban, desesperadamente, que su personalidad e ideas cupieran en el tiempo limitado al aire. Pero hasta en los desacuerdos, candidatos y candidatas se enfocaron directamente en cuestiones de política: no hubo ataques personales ni críticas a la personalidad ni nada que se asemejara a las burlas personales al estilo Trump, que definieron la última elección interna para la candidatura republicana a la presidencia en 2016.

Había demócratas que se enfocaron en sus currículos ejecutivos. Jay Inslee, gobernador del estado de Washington, pregonó las leyes que él mismo había promulgado personalmente en temas como la atención médica y el derecho al aborto. Otros se centraron en compartir aspectos de sus biografías personales; por ejemplo, Klobuchar habló de que su padre asistía a una universidad comunitaria.

Tal vez conscientes de que estaban en el sur de la Florida, varios candidatos se esforzaron por hacer alarde de sus habilidades en español, especialmente cuando llegó el momento de hablar de inmigración. Entre ellos se encontraban Booker, Castro y el exrepresentante de Texas, Beto O’Rourke.

“La situación ahora es inaceptable”, dijo Booker en español sobre la crisis en la frontera con México. “Este presidente ha atacado, ha demonizado a los inmigrantes. Voy a cambiar esto”.

Después de no llamar mucho la atención, Booker ofreció una serie de respuestas importantes en la segunda hora del debate sobre la regulación de las armas, los derechos de la comunidad LGBT y en varias ocasiones destacó su residencia en Newark, una ciudad de población predominantemente negra.

Aunque este campo democrático incluye a dos candidatos negros, Booker y la senadora Kamala Harris de California (quien participará en el debate del 27 de junio), el exvicepresidente Joseph Biden ha capturado una ventaja temprana en las encuestas, gracias en parte a su apoyo entre los votantes negros.


Castro, el exalcalde de San Antonio, dominó el segmento del debate dedicado a la inmigración, al promover su propuesta para despenalizar la migración no autorizada, una política que Warren ha adoptado en los últimos días y que integrantes del Partido Republicano han destacado para argumentar que los demócratas apoyan las fronteras abiertas.

En cuanto a O’Rourke, a quien sus candidaturas fallidas al Senado (2018) y a la presidencia lo han eclipsado, Castro le preguntó a su compañero texano por qué no apoyaría que la inmigración no autorizada fuera un delito civil.

“Simplemente creo que es un error, Beto”, dijo Castro.

O’Rourke destacó que había presentado una legislación en el congreso para despenalizar a “quienes buscan asilo” y dijo que había presentado una propuesta con la intención de una revisión integral del sistema migratorio.

Sin embargo, Castro dijo que no era suficiente con eximir de una sanción penal a quienes solicitan asilo, porque muchas de las personas acusadas de cruzar la frontera ilegalmente son “inmigrantes sin autorización”.

Booker dejó en claro que estaba de acuerdo con Castro en la pregunta, una ilustración del cambio en el eje rector del partido en el tema dominante de la era Trump.

Mientras había quienes querían destacar en el debate a través de la confrontación, los personajes más conocidos y mejor financiados estaban menos pendientes de empezar un duelo con alguien más.

Cuando la conversación se centró en las empresas tecnológicas, Booker no llegó a respaldar el llamado de Warren para dividir a las empresas más grandes, como Facebook y Google, pero sí resaltó que la economía “no está funcionando para los estadounidenses promedio”.

Cuando le recordaron a Booker que este año había atacado a Warren por nombrar algunas de las corporaciones que ella dividiría, él se retiró. “No creo que estemos en desacuerdo”, dijo, y agregó que también se mostró muy firme con respecto a “la necesidad de verificar la consolidación corporativa”.

O’Rourke también se negó a devolver el golpe cuando se encontraba bajo ataque, primero por De Blasio, luego por Castro.

Cuando los moderadores preguntaron a los diez candidatos, tres mujeres y siete hombres, cuál de ellos apoyaría la eliminación del seguro médico privado como parte de un plan de atención médica de pagador único, solo Warren y De Blasio levantaron la mano.

“¿Cómo puedes defender un sistema que no funciona?”, preguntó De Blasio a O’Rourke.

Klobuchar fue la más firme en defender una moderación política y también ofreció un puñado de frases que provocaron aplausos y risas.

Por ejemplo, cuando Inslee se jactó de su historial en apoyo del derecho al aborto, Klobuchar notó la diversidad de género entre los candidatos.

“Quiero decir que hay tres mujeres aquí arriba que han luchado muy duro por el derecho de la mujer a elegir”, dijo.

También atacó a Trump por sus publicaciones erráticas en Twitter. “No creo que haya que hacer política exterior en bata de baño, a las cinco de la mañana”, dijo.

Hubo poca discusión sobre política exterior hasta casi el final del debate, cuando dos legisladores de la Cámara de Representantes poco conocidos, Tulsi Gabbard de Hawái y Tim Ryan de Ohio, se enfrentaron al debatir sobre la agresividad con la que se debe atacar a los talibanes.

Ryan también usó su tiempo limitado para desafiar a su propio partido. “No nos estamos relacionado con la gente de la clase trabajadora en los estados que represento en el medio oeste industrial”, dijo, al despreciar la actitud de los colegios de élite de los demócratas.

De Blasio fue el candidato más agresivo al enfrentarse a sus rivales. Pero no quedo claro si el alcalde de Nueva York, que según las encuestas no es muy popular entre los demócratas, obtendrá el beneficio de llevar la bandera liberal.

Las repetidas denuncias de Warren sobre la élite económica y la clase gobernante de Washington ganaron repetidas ovaciones. Pero su voluntad descarada de terminar programas de atención médica privada —una pregunta que había evitado en el pasado— alarmó a integrantes de su propio partido que temen que abrazar un sistema de pagador único le entregaría al Partido Republicano un arma política en un país donde casi el 60 por ciento de las personas están en planes privados.

Warren fue menos precisa cuando le preguntaron cómo empujaría su agenda si el Partido Republicano aún controlara el Senado en 2021. Y aunque nunca mencionó a sus rivales por su nombre, está claro que Warren está construyendo una campaña por la que los demócratas deberían rechazar la política de consenso de Biden.

Sin embargo, en su mayor parte, los contendientes pregonaron sus propias propuestas y experiencia mientras mandaban sus disparos contra Trump y las políticas económicas republicanas, que dijeron favorecen a las personas ricas.

“Dice que las turbinas eólicas causan cáncer, sabemos que causan empleos”, dijo Inslee.

El debate llegó en un momento en que los militantes del partido se unificaron por la urgencia de expulsar a Trump de la Casa Blanca, aunque se encuentran profundamente divididos sobre la mejor forma de hacerlo.

Desde el día después de la toma de posesión de Trump, cuando millones de mujeres marcharon en ciudades estadounidenses, el desprecio demócrata por el presidente produjo un activismo liberal sobrecargado y provocó un nuevo nivel de compromiso político que culminó en las elecciones del año pasado, las cuales tuvieron la mayor participación de una elección intermedia en medio siglo.

Esta energía se ha trasladado a 2019 y se ve en las grandes multitudes que los aspirantes demócratas han atraído a los mítines y foros en una etapa tan temprana de la elección presidencial. También se ve en los donantes individuales y en los cientos de voluntarios que ya están siguiendo cada momento de la carrera.

Para muchas de las personas que votarán en las primarias del partido, los debates consecutivos representaron su primera mirada al campo históricamente amplio y diverso de los demócratas.

Hasta ahora, la carrera ha sido definida principalmente por una pregunta central: ¿deben los demócratas unirse para apoyar a Joe Biden, un moderado que es el candidato más conocido, o encontrar una alternativa más progresista? Aunque Biden ha demostrado ser popular en las encuestas desde que ingresó en la carrera en abril, es un favorito frágil que ya ha visto disminuir su ventaja en Iowa y Nueva Hampshire.

Ben Sanders ha conservado gran parte de su apoyo y de la base financiera que lo impulsaron a alcanzar un éxito inesperado en la carrera demócrata de 2016, pero le ha costado expandir su atractivo más allá de sus partidarios comprometidos.

Esto se debe en parte a que el flanco izquierdo del partido ahora tiene una gran cantidad de alternativas, incluida Warren, quien ha crecido rápidamente en varias encuestas después de meses de presentar una serie de propuestas políticas ambiciosas.
 



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