Agropecuaria

Café, el silencioso detonador de la migración centroamericana que inquieta a Trump

2019-06-27

Centroamérica en su conjunto es responsable del 10% de la producción mundial de...

Por Gustavo Palencia y Sofia Menchu | Reuters

LA COLONIA, Honduras/CAMOTÁN, Guatemala (Reuters) - A fines del año pasado, Mario López, un productor hondureño de café, le pagó con su camioneta todoterreno a un “coyote” para que lo llevara a Estados Unidos, contó su esposa a Reuters.

A mediados de noviembre, junto a su hija de 12 años, el caficultor abandonó su finca y emprendió la larga y peligrosa travesía de 35 días a través de México, luego que el desplome de los precios internacionales del café evaporó sus ganancias y volvió improductivo el negocio al que le dedicó toda su vida.

Cinco días antes de Navidad, López, de 42 años, se escabulló en Estados Unidos y desde entonces envía dinero a su mujer y tres hijos en La Colonia, un pueblo en las montañas centrales de Honduras donde reina el cultivo de café, la mayor exportación agrícola del país y una de las más importantes de Centroamérica.

“Mi esposo tuvo que emigrar por las deudas y porque aquí el café ya ni para la comida da”, confesó Carmen Andino a la entrada de su casa, una construcción de adobe en La Colonia, rodeada de tierras que lucen abandonadas por la falta de dinero para semillas, fertilizantes y mantenimiento.

Desde fines de 2014, el precio internacional del café ha caído en picada, principalmente, por la sobreproducción de Brasil y Vietnam. Una libra del grano se llegó a vender en 0.88 dólares en abril, menos de la mitad del precio de 2014. Desde entonces se ha recuperado ligeramente.

Decenas de pequeños y medianos caficultores de grano arábica dijeron a Reuters que no les resulta rentable producir por lo que están dejando sus fincas en Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua para probar suerte en Estados Unidos, engrosando el tropel de migrantes que inquieta al presidente estadounidense Donald Trump.

Las autoridades y asociaciones cafetaleras de estos países aún están tratando de sopesar el impacto y recabar cifras, pero varios productores dijeron que el fenómeno es cada vez mayor y pone en peligro una industria que emplea a cientos de miles de personas en algunas de las naciones más pobres del hemisferio.

Honduras fue el año pasado el sexto productor mundial de café, responsable de casi el 4,5% de la producción total global. Guatemala aporta el 2,5% del café que se consume en el mundo y más atrás figuran Nicaragua, Costa Rica y El Salvador, mejor conocidos por sus granos de alta calidad.

“UN DRAMA”

Centroamérica en su conjunto es responsable del 10% de la producción mundial de café arábica, de una calidad muy superior a la variedad robusta y usado para expresos y mezclas gourmet.

Pero el abandono gradual de las fincas golpeará la actual cosecha -que termina en septiembre- y las subsiguientes afectando a una industria que aporta hasta un 5% del Producto Interno Bruto (PIB) en algunos países, dijeron autoridades.

“Este año no hemos podido vender café. Para nadie ya es rentable estar trabajando en el café”, se lamentó David Ramírez, un caficultor en el pequeño municipio suroriental de Camotán, una de las principales zonas productoras del grano en Guatemala.

El campesino confesó que tuvo que empezar a plantar maíz sólo para pagar las cuentas.

La situación desesperada lo empujó a tomar una decisión que acabó siendo trágica. A principios de este año, Ramírez pagó 2,600 dólares a un “coyote” para que llevara a Delmi, la menor de sus seis hijos, a Estados Unidos.

La joven de 17 años no podía conseguir trabajo en Guatemala y viajó por tierra a reunirse con su hermana mayor.

“Por la crisis del café que no tenemos dinero, en parte por eso se fue mi hija Delmi, pero murió allá. Se puso mala en Estados Unidos”, recordó Ramírez en su vivienda de adobe y piso de tierra, rodeada de plantas de café con hojas carcomidas.

Varios de sus vecinos partieron en el mismo derrotero hacia la potencia del norte. Muchos, como él, mandaron a sus hijos en una peligrosa y dura travesía y se quedaron labrando las tierras con la esperanza de una recuperación en el precio del café.

Estas historias se repiten cada vez con más frecuencia en Costa Rica, El Salvador y Nicaragua, donde los caficultores han migrado de cultivo, se han dedicado al pastoreo o acabaron vendiendo sus terrenos para desarrollos inmobiliarios.

Este éxodo de productores o de sus familiares amenaza con colapsar las instalaciones fronterizas de México y Estados Unidos. Sólo en mayo, funcionarios estadounidenses detuvieron a más de 132,000 inmigrantes ilegales que entraron por su frontera sur, un récord mensual en más de una década.

La mayoría de los guatemaltecos deportados desde Estados Unidos hace tres años provenía de hogares rurales, según cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), de la ONU. Cuatro de cada diez hondureños retornados vivía en comunidades rurales en su país.

“Lo que están perdiendo estos países es capital humano, es un drama”, se lamentó Alicia Bárcena, jefa de la Cepal, durante la presentación de un plan para sacar del atraso a esos países y reducir la masiva migración que ha llevado al presidente Trump a amenazar con imponer aranceles a los productos de México.

¿CRISIS HUMANITARIA EN CIERNES?

El café ha sido el motor para el desarrollo económico y social de los países del Corredor Seco, una franja que va desde el sur de México hasta Panamá y que sufre con particular severidad las inclemencias del clima.

En Guatemala, después del banano, el café es el segundo producto agrícola más importante y unas 125,000 familias dependen de él. Y en Honduras, unos 110,000 productores cultivan el grano en 15 de los 18 departamentos del país.

Pero el aumento de costos ha llevado a decenas de pequeños productores entrevistados por Reuters a vender el grano por debajo de lo que les cuesta producirlo, aún cuando aumentaron los volúmenes en un intento de navegar los bajos precios.

“La actual crisis de sostenibilidad económica de los productores de café debe abordarse inmediatamente antes de que se convierta en una crisis humanitaria”, dijo a fines de marzo el Foro Mundial de Productores de Café, que agrupa a 35 países.

“La industria del café está arriesgando su propio futuro”, agregó el grupo durante una reunión en Nairobi.

Aunque en Honduras el gobierno está diseñando un plan para financiar a los caficultores, capacitarlos e instalar maquinaria nueva como secadoras, líderes de la industria creen que no es la solución porque lo que está en peligro son las cosechas.

“Esos anuncios son un poco más propagandísticos que orientados a resolver el problema”, dijo Dagoberto Suazo, vicepresidente de la junta directiva del Instituto Hondureño del Café (IHCAFE). “El productor necesita es fertilizar su finca y también dinero para comer él y su familia”.

Para responder a la crisis, las asociaciones nacionales del café han propuesto renovar el cultivo, porque casi la mitad del área cafetalera de la región tiene más de 25 años, y acortar la cadena de producción.

En el mediano plazo, piden apoyo de los gobiernos para invertir en investigación en busca de variedades más productivas y resistentes a plagas y enfermedades como la roya, que tumbó en un 70% las exportaciones del grano hace más de un lustro.

Aún si lograran concretar sus propuestas y el apoyo de los gobiernos, hay factores sociales que seguirán golpeando a la industria en Centroamérica.

“Hay un tema de relevo generacional”, dijo Luisa Fernanda Correa, gerente general de Anacafé, que agrupa a los productores de Guatemala. “Los hijos, si ven que los papás no logran surgir, es un negocio que no les interesa (...) y prefieren buscar trabajo en otras industrias”.



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