Internacional - Seguridad y Justicia
‘Guzmán intentó matarme’: la última testigo en el juicio del Chapo
Por ALAN FEUER | The New York Times
Una y otra vez durante el juicio de Joaquín Guzmán Loera, el narcotraficante mexicano conocido como el Chapo, distintos personajes de su pasado se arriesgaron a las represalias del Cártel de Sinaloa y testificaron sobre sus crímenes atroces.
Por ejemplo, el sicario que describió cómo Guzmán enterró vivo a un hombre y quemó a otros dos en una hoguera. El hermano de su socio más cercano dijo que de manera rutinaria sobornaba a los policías, los militares y casi cualquier otro funcionario en México.
Incluso una de las amantes del capo subió al estrado para testificar en su contra y recordó como él la obligó, cuando estaba desnuda, a entrar a un túnel bajo una bañera y la llevó con él al escapar de los marinos mexicanos.
El 17 de julio, una última persona del pasado de Guzmán, que los fiscales afirman que fue crucial en su caída, pero nunca testificó en el juicio, apareció durante la sentencia en Nueva York para describir el costo emocional de haber sido un blanco de los sicarios de Guzmán.
“Soy un milagro de Dios porque Guzmán intentó matarme”, dijo ella.
La mujer, Andrea Vélez, desempeñó una variedad de funciones en el prolongado caso: asistente personal de un narcotraficante, víctima de un plan para asesinarla e informante confidencial del FBI.
Vélez, de edad desconocida, apareció en la Corte de Distrito Federal en Brooklyn para hablar sobre cómo le habían afectado los crímenes de Guzmán. Aunque Guzmán fue declarado como responsable de matar a decenas de personas, ella fue la única persona en rendir lo que se conoce como una declaración de impacto a la víctima.
En un discurso de quince minutos lleno de lágrimas dijo al juez, que al final condenó al capo a cadena perpetua, que alrededor del 2013, después de que su relación con Guzmán se desgastó, él pagó un millón de dólares a un grupo de los Hells Angels para que la asesinaran.
Al aparecer en la corte, Vélez, una de las figuras más enigmáticas en uno de los juicios penales más teatrales en décadas, finalmente se unió a la larga lista de testigos contra Guzmán, la cual ya incluía a su consultor de informática, su principal proveedor colombiano y a uno de sus principales distribuidores estadounidenses de droga.
Vestida con un traje sastre negro, con el cabello recogido en una cola de caballo, Vélez habló de sobrevivir al plan para asesinarla, de sus pesadillas persistentes y de la catarsis de finalmente confrontar a su asesino potencial.
“Te perdono como espero que puedas perdonarme”, le dijo a Guzmán, entre sollozos.
También dijo que, después de siete años de trabajar encubierta para el gobierno y de manera confidencial, estaba lista para salir de las sombras. Sin embargo, después de su aparición, las sombras todavía la rodean.
De acuerdo con el testimonio en el juicio de Guzmán, Vélez comenzó a trabajar alrededor de 2010 como asistente de uno de los lugartenientes de Guzmán, el narcotraficante colombiano Álex Cifuentes Villa.
Ella conoció a Cifuentes en Cancún, México, y viajó en su representación a Colombia, Ecuador y Canadá, para manejar los detalles de sus negocios de droga.
Aunque ese se convirtió en su trabajo principal, ella tenía otro trabajo como administradora de una agencia de modelaje, de acuerdo con testigos en el juicio. En ese puesto, demostró el testimonio, ella ocasionalmente arreglaba relaciones pagadas entres sus amigas y hombres acaudalados y poderosos.
Guzmán, siempre atento a encontrar nuevo talento, empleó a Vélez en algunas ocasiones, al utilizarla para lo que equivalía a una serie de trucos sucios.
En 2013, de acuerdo con evidencia en el juicio, ella se hizo pasar por una prostituta y sirvió como carnada para un militar ecuatoriano corrupto que el capo deseaba secuestrar. Por esa época, después de descubrir que Vélez organizaba fiestas privadas para un destacado general mexicano, Guzmán le solicitó que le ofreciera al general un soborno de 10 millones de dólares.
Ni el Chapo ni Cifuentes sabían que el FBI se acercó a Vélez en septiembre de 2012 y la convencieron de que los espiara a ambos. La ficha de negociación de los agentes fue una declaración jurada sellada que regresó en contra de Vélez cuatro meses antes en Manhattan.
Gran parte del trabajo encubierto de Vélez para el FBI permanece en secreto oficial, aunque los fiscales en el caso recientemente revelaron que ella realizó grabaciones en video de al menos uno de los socios de Guzmán que nunca han sido dadas a conocer. También revelaron que ella ayudó a Guzmán a llegar a un acuerdo con un escritor fantasma para contar la historia de su vida para un proyecto cinematográfico.
Los fiscales agregaron que ella se reunió con Guzmán en diversas ocasiones y “brindó información que ayudó a las autoridades a finalmente arrestarlo y capturarlo”. No explicaron cuál fue esa información.
En la corte el 17 de julio, Vélez dijo que cuando conoció a Guzmán ella estaba impresionada por su aparente amabilidad y carisma. Ella lo vio como educado, de buenos modales y preocupado por ella.
No obstante, al final, dijo ella, decidió que sufría una especie de síndrome de Estocolmo y no era la aliada del capo, sino su prisionera, que solo podría abandonar su organización “en una bolsa de plástico y con los pies por delante”.
“Mis sueños de grandeza se convirtieron en mis peores pesadillas”, dijo a la corte y rompió en llanto. “Perdí a mi familia, mis amigos. Me convertí en una sombra sin nombre”.
Ese nombre —si en efecto es su nombre verdadero; ya que por lo menos un testigo declaró en el juicio de Guzmán usando un seudónimo— no aparece en ningún lugar en la base de datos federal de casos. Aunque Vélez fue acusada, se declaró culpable y ya fue condenada, aparentemente no hay ningún registro público de su caso.
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