Ecología y Contaminación

La importancia de revivir estanques desaparecidos

2019-11-05

Casi el 90% de los pantanos del mundo desaparecieron en los últimos tres siglos,...

Por MATTHEW BROWN y JAMES BROOKS

HINDOLVESTON, Inglaterra (AP) — Hay fantasmas por todos lados en las tierras cultivables del este de Inglaterra. Pero hay que saber dónde encontrarlos.

No son el tipo de fantasmas que provocan miedo o que hay que cazar. Son estanques fantasmas. A lo largo de los años, los propietarios de las tierras los han enterrado, llenando los humedales con tierra para poder cultivarlas o para satisfacer otras necesidades. O dejaron que desapareciesen por negligencia. Como consecuencia de ello, desaparecieron también ecosistemas enteros, lo que contribuyó a la disminución de humedales a nivel mundial.

El resultado: Una cantidad de calamidades medioambientales, que van desde inundaciones cada vez más graves hasta la casi extinción de numerosas especies.

Hay quienes tratan de recuperar esos humedales. En los pantanos del este de Inglaterra, un grupo de agricultores, investigadores universitarios y conservacionistas están excavando las plantaciones de cebada y trigo para tratar de retroceder en el tiempo. Buscan pedazos barrosos de tierra que pueden indicar que hay estanques debajo.

Usando motosierras, un excavador y mucho sudor, a un equipo le toma sólo dos horas revivir un estanque agonizante cerca de Hindolveston, un pueblo fundado hace mil años no muy lejos del Mar del Norte. Derribaron árboles y arbustos y empezaron a excavar hasta que lograron su objetivo: Dieron con un viejo estanque que alguna vez albergó insectos, plantas acuáticas y las aves y animales que se alimentaban de ellas.

“Apenas reciben agua y luz, reviven”, dice Nick Anema, agricultor de la localidad vecina de Dereham y quien revivió siete humedales en su propiedad. “Hay ranas, sapos y salamandras, además de insectos como libélulas... No puedes acabar con un estanque”.

Pero la lucha por recuperar los estanques no es fácil. Si bien se logran progresos en algunos sitios, en todo el mundo se siguen rellenando y arrasando los humedales.

Casi el 90% de los pantanos del mundo desaparecieron en los últimos tres siglos, según la Ramsar Convention, una organización fundada en 1971 para proteger los humedales. Esa tasa se aceleró desde los años 70 y los pantanos desaparecen ahora con una velocidad tres veces más alta que los bosques, de acuerdo con esa agrupación.

Todo tipo de humedal natural está sufriendo, desde estanques y pantanos hasta marismas y ciénagas.

Las consecuencias pueden ser profundas:

—Hay unas 5,000 especies que viven en los pantanos que corren peligro de extinción, incluidos mamíferos, aves y anfibios, según Ramsar.

—Hay cada vez menos depósitos naturales para el agua de la lluvia, lo que implica que las inundaciones son cada vez más severas en ciertas partes del mundo.

—El drenaje de pantanos, como ocurre en Indonesia, para plantar palmas aceiteras, puede liberar grandes cantidades de dióxido de carbono con efecto de invernadero, uno de los principales contribuyentes al cambio climático.

El cambio climático amenaza con agravar el problema. Temperaturas más altas y alteraciones en los patrones de las lluvias pueden generar sequías, lo que obliga a bombear más agua de reservas que normalmente alimentarían los pantanos, según los científicos.

Muchos estanques del norte de China, el centro de Estados Unidos, el norte de África, la India y el Medio Oriente han sido menguados por el bombeo de agua subterránea para la agricultura.

“Sabemos cuál es el valor de los pantanos y sabemos cada vez con mayor precisión cuántos pantanos estamos perdiendo. Ahora le toca actuar a los gobiernos”, dice Royal Gardner, director del Instituto para Leyes y Políticas sobre la Biodiversidad de la Universidad Stetson de la Florida.

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Unas pocas horas de lluvia intensa en Dakota del Norte es todo lo que se necesita para transformar una tierra seca y agrietada de llanuras en miles y miles de minúsculos estanques.

La lluvia llena pequeñas depresiones conocidas como los baches de los llanos y rápidamente hace salir insectos de debajo de la tierra.

Cada charco se vuelve un paraíso para un par de patos. Dos cercetas de alas azules juguetean en un charco creado por la lluvia. Cerca de allí, un ánade real sumerge su cabeza en el agua y se empaña con insectos y vegetales, para almacenar la energía que necesitará al incubar. Un macho observa vigilante, pendiente de la presencia de cualquier depredador. En un charco vecino, otros dos patos; más allá, dos más. Y así hasta el horizonte.

Cada primavera y otoño traen crecientes cantidades de aves acuáticas. Nubes de ánsares nivales migratorios que descienden en masa y se quedan unos pocos días en las acumulaciones de agua más grandes durante su viaje desde las áreas de cría en Canadá hasta sus refugios invernales en el sur.

Para los agricultores, estos humedales surgidos de los glaciares hace unos 10,000 años pueden ser un adversario. Los charcos barrosos hacen que se atasquen los tractores y se pudran las semillas recién plantadas. Pueden matar cultivos recién plantados, dejando solo tallos sin vida.

Algunos agricultores los esquivan, plantando semillas a su alrededor. Otros los rellenan, generalmente para plantar maíz.

“Tengo que pensar en el futuro”, afirma el agricultor Barton Schott, quien drenó varios estanques este verano para mejorar sus plantaciones de maíz, que algún día heredarán sus hijos.

Schott señaló hacia lo que describió como “pantanos molestos” mientras conducía su camioneta por una calle de tierra.

Las estadísticas de estos humedales son impactantes. Pero uno a uno están siendo drenados o rellenados.

Estos cambios ya se hacen sentir en grandes extensiones de tierra: En Iowa desaparecieron el 99% de ellos y en la vecina Minnesota el 95%, de acuerdo con funcionarios del gobierno. En Dakota y Montana hubo una leve reducción de charcos de este tipo.

Se han invertido cientos de millones de dólares para tratar de preservar, o al menos tratar de revertir esas pérdidas.

Esto incluye pagos a rancheros del Norte de Dakota como Cody y Deanna Sands, de Ellendale. Con ayuda del Servicio Nacional de Pesca y Vida Salvaje, los Sands han empezado a excavar una serie de pozos hechos por el hombre en sus llanos. Esto permite la acumulación de agua, ayuda a que crezca el pasto para sus vacas y crea áreas de cría para las aves.

Ahora no tiene que preocuparse demasiado de que llueva y puede pasar más tiempo vendiendo su carne vacuna. “La restauración de los pantanos hace que se vean mejor”, dice Deanna Sands mientras avanza por un césped que le llega a las rodillas.

Del otro lado del camino hay un recordatorio de que otros piensan distinto: Una granja enorme donde drenaron todos los terrenos para disponer de más tierra para plantar.

El futuro de la región, según los expertos, depende de los números.

“Estamos perdiendo más hábitats de los que ganamos”, dijo el biólogo del Servicio Nacional de Pesca y de Vida Silvestre. “Los pequeños humedales atraen aves, que son las que más peligro corren”.

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Sólo los estanques creados por el hombre contradicen la tendencia hacia una merma de pantanos. Desde la década de 1970 aumentaron las áreas de cultivo de arrozales y estanques, de acuerdo con Ramsar.

Schott, agricultor de tercera generación de la pequeña comunidad rural de Klum, Dakota del Norte, instaló hace poco redes de tubos perforados por debajo de sus tierras para poder bombear el agua de su propiedad. El agua será transferida a otro estanque para hacer que cada hectárea drenada “sea lo más productiva posible”.

Bajo las regulaciones federales, debe compensar las pérdidas. Lo hace con cierta reticencia a un kilómetro y medio (una milla), instalando un terraplén en un sector bajo de uno de sus terrenos para crear un pequeño estanque.

Agricultores como Schott y sus aliados políticos en el Congreso quieren que los pantanos de menos de un acre (poco menos de media hectárea) como los tres que drenó hace poco, sean exentos de compensar las pérdidas. Por ahora, si no construye un estanque puede perder el seguro de su granja subsidiado por el estado y quedar inhabilitado para recibir otra asistencia del gobierno.

El principio básico es “no tener pérdidas netas” de pantanos. En China, donde se encuentran el 10% de los humedales, se adoptó una estrategia similar. Y en ambas naciones, los científicos temen que ese enfoque ignore las importantes diferencias entre los pantanos naturales y los creados por el hombre.

Si bien el estanque de Schott cumplirá los requisitos legales, biólogos del gobierno y defensores de los pantanos dicen que esos proyectos no reponen todo lo que se perdió. Ello obedece a que un estanque más grande con agua todo el año no cumple el mismo papel ecológico que los humedales más pequeños que reemplazan.

Un grupo de investigadores de la Academia de Ciencias China planteó inquietudes similares en un estudio de septiembre, advirtiendo que las estadísticas que revelan un pequeño aumento en la cantidad de pantanos de China entre el 2000 y el 2015 no reflejan lo que realmente sucedió.

Buena parte de ese incremento obedeció a la construcción de diques que transformaron zonas con pantanos pequeños en reservas de agua grandes, según comprobaron los expertos. La superficie total cubierta por pantanos se redujo en casi 7,600 kilómetros cuadrados (3,000 millas cuadradas) en el mismo período.

“La gente destaca que no ha habido pérdidas netas. Pero lo que han hecho es destruir los pantanos naturales y crear otras acumulaciones de agua artificiales”, dice Stuart Pimm, profesor de la Duke University que trabajó con los investigadores chinos. “Se da la impresión de que no se está causando daño alguno cuando la realidad es muy diferente”.

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Desde el comienzo del siglo XX han desaparecido el 75% de los estanques del Reino Unido.

Los primeros esfuerzos por restaurar los pantanos en East Anglia fueron impulsados por un agricultor de Norfolk, Richard Waddingham, quien empezó a proteger sus estanques cuando sus vecinos todavía los llenaban de tierra, relata Carl Sayer, investigador del University College de Londres que trabajó estrechamente con Waddingham.

Waddingham se inspiró en un par de biólogos estadounidenses de la Cornell University especializados en aves, cuyo trabajo se centró en la importancia de los pantanos para la reproducción de los patos.

Nick Anema cuenta que su visión de la agricultura difiere mucho de la de su padre, para quien el mundo natural era un obstáculo que había que superar.

Para Anema, la agricultura y la preservación están ligados. Una agricultura demasiado intensiva degrada la tierra. Si se cultiva en toda la tierra disponible no hay lugar para las flores que atraen las abejas ni para los insectos que polinizan sus cosechas.

No tocó los árboles y los arbustos que rodeaban sus cosechas por años, hasta que en el 2013 vio un aviso en el que se buscaba agricultores dispuestos a tener estanques en sus propiedades como parte de un proyecto de investigación.

Sospechaba que un sector medio hundido de su tierra encajaba en la descripción de estanque fantasma y revisó mapas viejos que lo confirmaron. Para cuando se terminó la excavación, ya había agua en el fondo.

Cuando se excavan estos estanques subterráneos, las semillas de plantas sumergidas desde hace tiempo en el agua vuelven a la vida. Eso sucedió en un estanque que había quedado bajo tierra hace unos 150 años en la granja de Anema. A medida que volvían las plantas, también lo hacían los insectos que dependen de ellas, seguidos por peces y aves que se comen los insectos.

“No sabíamos qué encontraríamos en estos agujeros en la tierra hasta que empezamos a cavar”, dice Sayer. “Pasó lo que esperábamos. Son estanques hermosos, saludables, vibrantes”.



Jamileth
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