Panorama Norteamericano

Donald Trump, Irán y el momento decisivo que sus detractores predijeron

2020-01-08

En los momentos de enojo y arrebato posteriores al ataque del dron estadounidense que...

Por Peter Baker

Después del ataque a un general iraní, el presidente estadounidense está ante un momento determinante que demostrará si sus críticos estaban en lo correcto o si se equivocaron al juzgarlo como un mandatario impulsivo.

Durante tres años, los detractores del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, han manifestado sus inquietudes sobre la manera en que manejaría una crisis internacional real. Advertían que un comandante jefe conocido por sus reacciones impulsivas podría extralimitarse y, con ello, provocar consecuencias alarmantes.

En los momentos de enojo y arrebato posteriores al ataque del dron estadounidense que asesinó al general iraní Qasem Soleimani, Trump está ante un momento decisivo que demostrará si esos críticos estaban en lo correcto o si se equivocaron al juzgarlo.

“Probablemente haya llegado el momento que todos temíamos”, escribió el fin de semana en Twitter Christopher Murphy, senador demócrata del estado de Connecticut que ha sido muy crítico con Trump. “Un presidente inestable que se ve rebasado por la situación y entra en pánico cuando ya todos sus asesores experimentados han renunciado y solo quedan los principiantes que lo adulan. Asesinar a líderes extranjeros, anunciar planes de bombardear a los civiles. Una pesadilla”.

Los asesores y los aliados de Trump descalificaron la crítica como el inevitable contragolpe partidista de los adversarios políticos que son demasiado tímidos como para tomar medidas contundentes contra los enemigos extranjeros que durante años han tenido en la mira a Estados Unidos y se han salido con la suya. Y, además, algunos de los principales colaboradores de Trump estaban apostando a que la respuesta de Irán fuera menos seria de lo esperado.

“Puede ser que haya un poco de ruido aquí, mientras los iraníes deciden responder”, dijo el secretario de Estado, Mike Pompeo, el domingo 5 de enero durante el programa de la NBC Meet the Press. Ese día, apareció en los cinco programas de noticias más importantes en la televisión estadounidense. “Espero que eso no suceda. Si lo hacen, el presidente Trump ha dicho de manera muy clara cómo reaccionaremos: nuestra respuesta será contundente y enérgica”.

Pero el efecto dominó del ataque con dron que mató al general Soleimani, comandante de las fuerzas de élite de seguridad e inteligencia de Irán, se desarrollaba con rapidez el domingo 5 de enero. El parlamento iraquí aprobó una moción para expulsar a las fuerzas estadounidenses del país por violar su soberanía. Irán declaró que iba a hacer caso omiso de algunas restricciones a su programa nuclear. Y el ejército de Estados Unidos detuvo las operaciones contra el Estado Islámico para concentrarse en la defensa de posibles represalias.

El resultado es una situación volátil inédita en muchos años, la cual desafiará a un comandante jefe instintivo, combativo y relativamente poco experimentado. El presidente estadounidense tendrá que transitar por un periodo complicado y peligroso sin cometer el tipo de errores de los que acusó a sus predecesores de haber cometido. Además, enfrenta un gran escepticismo por parte de sus detractores, quienes, desde hace tiempo, han advertido que era demasiado impredecible para enfrentar momentos de crisis.

Tal vez, a fin de cuentas, las manifestaciones masivas en Medio Oriente y los llamamientos a tomar represalias no sean más que “un poco de ruido”, como dijo Pompeo. La votación parlamentaria de Irak para obligar a las fuerzas de Estados Unidos a salir del país no fue vinculante y tal vez el gobierno provisional no la concrete, aunque solo sea para mantener una protección contra el predominio iraní. Incluso cuando Teherán juró continuar con su programa nuclear, mantuvo sus opciones abiertas al no expulsar a los inspectores internacionales.

Algunos expertos en la región insinuaron que el carácter impredecible de Trump era suficiente como para disuadir a los iraníes de responder, y argumentaron que quizás el asesinato de Soleimani había sido tan osado e impactante para los dirigentes de Irán que tendrán cuidado de no provocar a un presidente estadounidense que a todas luces está dispuesto a intensificar sus acciones como no lo estuvieron sus predecesores.

“En realidad, Trump tiene una mano muy dura frente al régimen clerical”, afirmó Reuel Marc Gerecht, un antiguo especialista de la CIA en Irán y miembro de la Fundación para la Defensa de las Democracias, una organización que ha reunido a la oposición con el gobierno de Irán. “No sé si decidirá hacerlo. No es un estratega, pero su juego táctico no ha sido malo. El ataque a Soleimani fue genial; dejó completamente desconcertado a su oponente”.

No obstante, esas son apuestas muy riesgosas donde hay mucho en juego.

Por el momento, Estados Unidos enfrenta una ruptura drástica con Irán, país en el que ha invertido mucho durante casi 17 años, y los funcionarios de línea dura en Teherán han consolidado su posición local al capitalizar el coraje contra Estados Unidos. El ayatolá Alí Jamenei, líder supremo de Irán, tal vez no responda de inmediato, pero buena parte de los expertos creen que actuará en algún momento, ya sea con violencia o a través de medios cibernéticos.

“Cuando llegue esa respuesta, y dependiendo de cuál sea, la pelota regresará de lleno a la cancha de Trump para enfrentarlo a una decisión igualmente crucial”, señaló Robert Malley, presidente del International Crisis Group y exasesor especializado en Medio Oriente del expresidente Barack Obama. “¿Redoblará la respuesta —como advirtió— y, con ello, correrá el riesgo de que haya una confrontación militar mucho más prolongada, sangrienta y costosa? ¿O busca una salida alternativa?”.

Trump ha dicho que no eliminó a Soleimani, cuyas fuerzas han sido responsables de la muerte de cientos de soldados estadounidenses a lo largo de los años, para iniciar una guerra, sino para detener un posible enfrentamiento bélico; sus asesores aseveraron, sin presentar pruebas, que el comandante iraní estaba urdiendo un ataque “inminente”. Al mismo tiempo, el presidente ha intensificado su discurso sobre la guerra y ha prometido responder a cualquier provocación de Irán con una fuerza aplastante, la cual incluye ataques al patrimonio cultural de Irán —algunos expertos dijeron que esto sería un crimen de guerra—.

No se retractó de ello el domingo 5 de enero. “Les permiten matar a nuestra gente, les permiten torturar y mutilar a nuestra gente, les permiten usar bombas al borde de las carreteras para hacer volar a nuestra gente, ¿y no nos permiten tocar sus patrimonios culturales?”, le dijo a los reporteros que viajaban con él en el Air Force One en su regreso a Washington, después de unas vacaciones en Florida. “Así no funcionan las cosas”.

Para agravar el conflicto, incluso dijo que estaba dispuesto a intensificar medidas contra Irak —un país que Estados Unidos se ha esforzado por tener como aliado clave en la región—, y amenazó con imponer “sanciones muy fuertes” si expulsa a los soldados estadounidenses.

“No nos iremos a menos de que nos retribuyan por ello”, dijo sobre una base aérea estadounidense en Irak. “Si nos piden que nos vayamos, si no lo hacemos de manera amistosa, les impondremos sanciones como las que no han visto nunca. Las sanciones a Irán parecerán inocuas”.

Una confrontación militar más prolongada, sangrienta y costosa en Medio Oriente no es lo que Trump pronosticó cuando ganó la presidencia en 2016, ni tampoco lo que, al parecer, había ofrecido desde que asumió el cargo. Durante su campaña electoral prometió sacar a Estados Unidos de un nido de víboras geopolítico que había costado muchas vidas y presupuesto y, todavía el domingo, reiteró su conclusión de que “entrar a Medio Oriente fue la peor decisión tomada en la historia de nuestro país”.

Sin embargo, muchos de los pronunciamientos sobre las políticas de Estados Unidos que hizo en su campaña fueron ambiguos y —en ocasiones— contradictorios, lo que provocó que los electores escucharan lo que querían.

Como candidato, varias veces hizo llamamientos a terminar los acuerdos con Medio Oriente, mientras que en otras ocasiones también dijo que podría necesitar hasta 30,000 soldados en esa región para derrotar al Estado Islámico. Repudió la invasión a Irak del presidente George W. Bush mientras se declaraba admirador de las técnicas de interrogación de ese gobierno y en algún momento declaró que “la tortura funciona”.

Michael Doran, catedrático emérito del Hudson Institute, quien con anterioridad trabajó en los departamentos de Estado y de Defensa y fue miembro del personal del Consejo de Seguridad Nacional, comentó que la decisión de Trump de asesinar a Soleimani representaba “una evolución parcial” de un presidente que reprobaba las “guerras interminables”.

Donde quizás Trump solía ver un choque con Irán como una oportunidad para negociar un acuerdo nuclear mejor que el de Obama, ahora ve una conexión indisoluble con las acciones malintencionadas de Teherán en la región, que fomentan guerras y apoyan el terrorismo, señaló Doran.

“Pero también es más consciente de la diferencia de poder entre nosotros y los iraníes”, dijo Doran. “Cuando se dio cuenta de que Jamenei pensaba que Soleimani le proporcionaba una ventaja competitiva, Trump simplemente eliminó del mapa a Soleimani. Con un dron, no con una invasión”.

Al codificar la ecuación, Trump tomó la iniciativa; no como hicieron Bush u Obama a su propia manera, pero al clásico estilo de Trump, desequilibrando a todos, proyectando dureza y apostando que podrá manejar cualquier cosa que surja después.



Jamileth
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