Religión
Muchos clérigos entre las víctimas fatales del coronavirus
Por The Associated Press
El pastor de Luisiana que predicaba el valor desde su lecho de muerte. La monja que siempre insistió en que había que enfocarse “en las cosas importantes” y ayudar a la gente. El rabino que se aseguraba de que sus estudiantes tenían ropa y libros.
Muchos clérigos que sirven a los fieles acongojados por el brote de coronavirus están cayendo víctimas de la pandemia.
El diario de la conferencia de obispos italianos, Avvenire, hablaba de 96 sacerdotes muertos hasta el 6 de abril.
A continuación breves reseñas de algunos de los sacerdotes fallecidos.
___
Pocos días antes de que el COVID-19 lo matase, un predicador de Luisiana de 64 años transmitió un mensaje desde su cama en un área aislada de un hospital vía livestream: No tengan miedo, conserven su fe y alaben a Dios.
“Creo que todo está bien, y eso le sienta bien a mi alma”, dijo el reverendo Ron Hampton, pastor de la New Vision Community Church, una Iglesia Metodista Libre de Shreveport, Luisiana. “Tengo una alabanza a mano en mi corazón. Llevo una palabra conmigo y sigo tratando de hacer cumplir la voluntad del Señor incluso desde la cama de un hospital”.
Dos días después se enteró de que había contraído la enfermedad causada por el nuevo coronavirus. Al día siguiente falleció.
“No creo que esto lo haya asustado”, dijo su esposa, Elsie Hampton. “No pude verlo. Pero vi su video”.
—Por Janet McConnaughey
___
Recién ordenado, el reverendo Franco Minardi llegó a Ozzano Taro, una localidad agrícola de 1,200 habitantes a unos 20 kilómetros (12 millas) del lugar donde había nacido, en la llanura más fértil de Italia, en 1950.
Fue el párroco de la iglesia local por 70 años, hasta que el coronavirus se lo llevó. Tenía 94 años de edad.
Construyó una cancha de tenis, un salón de juegos y lo que aún hoy sigue siendo el principal sitio de reunión: Una sala donde se proyectaron las primeras películas que se vieron en la ciudad a mediados de los años 50. La gente se sentaba en contenedores usados en la cosecha de uvas.
“Don Francisco quería tener a la gente cerca de la iglesia, así los podía llevar a la misa”, dijo Giuliana Savi, quien fuera la directora de la oficina postal, hablando por teléfono desde Ozzano. “A veces no funcionaba, pero lo intentaba”.
Minardi mostró la misma energía en su iglesia. La restauró y volvió a colocar campanas.
“Las misas no eran un asunto de 35 minutos, eran una ceremonia solemne, con cánticos. Nos regañaba si nos apresurábamos en las lecturas”, relata Savi.
—Por Giovanna Dell’Orto
___
A mediados de marzo, la monja María Mabel Spagnuolo transmitió a través de YouTube la mala noticia a las 600 monjas de su orden: Sor María Ortensia Turati había fallecido. Era una de seis monjas víctimas del coronavirus en un convento de Tortona, localidad del norte de Italia.
“Es como si una persona desapareciese en un instante”, declaró Spagnuolo a la AP por teléfono. Una partida muy amarga de una monja de 88 años que había cumplido con su vocación de servir a los más pobres.
Oriunda de la Lombardía, Turati estudió para trabajadora social, fue superior de la congregación Pequeñas Misioneras de la Caridad de 1993 al 2005 y recorrió el mundo, fundando misiones en las Filipinas y Costa de Marfil. Dirigió su orden y varias escuelas en Chile, y ayudó a reformar las prácticas en la formación de monjas.
Desde Roma hasta Madagascar y Perú, las monjas cosen máscaras, sirven en hospitales y ofrecen comida y agua a los más necesitados, como pedía Turati. “No quiero exhortaciones piadosas. Ocupémonos de las cosas importantes”.
—Por Giovanna Dell’Orto
___
Llevaba más de cinco décadas en el sacerdocio, pero el reverendo Marc Frasez quería seguir trabajando una vez cumplidos los 75 años, la edad jubilatoria, o al menos demorar su retiro y seguir sirviendo en su parroquia.
Falleció por el COVID-19 a los 74, dejando el recuerdo de un cura comprometido con su misión, con un alma sensible y una fuerte pasión por la pintura.
Se ordenó hace 49 años y fue una figura prominente de la comunidad católica de la región de Versalles, en las afueras de París.
Desde el 2007 era el párroco de Saint-Germaine de París en Fontenay-le-Fleury, en una pequeña iglesia de piedra en la que sirvió con su entusiasmo y calidez de siempre.
Marc, como se lo conocía, tenía “inclinaciones artísticas y pintaba en su tiempo libre”, según monseñor Bruno Valentin, obispo auxiliar de Versalles.
Agregó que Frasez había sido “un hombre original y sensible”.
—Por Thomas Adamson
___
El ayatola Hashem Bathaei Golpayegani era un clérigo chiíta, moderado en el contexto iraní. Era uno de los representantes de Teherán en la Asamblea de Expertos, un organismo integrado exclusivamente por figuras religiosas que elegirá al sucesor del líder supremo, el ayatola Ali Jameinei.
Era una persona ilustrada. Tenía dos doctorados, había estudiado en Qom (el Vaticano de Irán, que ofrece los principales seminarios chiítas). El finado ayatola Ruholla Jomeini, fundador de la República Islámica, fue uno de sus profesores. Enseñó a nivel universitario.
Hay un video sin fecha en la que se lo ve acusando a Estados Unidos de crear el coronavirus para combatir a China. Daba la impresión de estar enfermo, pero creía que se curaría.
Falleció el 16 de marzo.
—Por Amir Vahdat
___
El rabino Yisroel Friedman era un experto en el Talmud, el antiguo texto que es la base de las leyes judías. Pero sus alumnos dicen que su principal pasión era mucho más terrenal.
Friedman ayudaba a sus alumnos a incorporar a sus vidas uno de los documentos más sagrados del judaísmo, según el rabino Mendel Rubin, que fue alumno de Friedman en el Seminario Talmúdico Oholey Torá de Brooklyn.
Cuando falleció el 1ro de abril a los 84 años, Friedman había sido durante 50 años uno de los principales académicos del seminario de Crown Heights, Brooklyn, una importante comunidad de judíos jasídicos de Nueva York.
Nació en la antigua Unión Soviética y se radicó en Estados Unidos en 1956. Conocido por su agudo intelecto, Friedman era un experto analista de los escritos de Rashi, un rabino medieval especialista en el Talmud.
El rabino Elyahu Silverberg, que también estudió con Friedman a principios de la década de 1990, recordó que el finado rabino lo llamó un día y le preguntó por la ropa desgastada de su compañero de estudios.
Le dijo que lo ayudaría si necesitaba comprarse un traje nuevo.
—Por Elana Schor
regina