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Anatomía de una difícil recuperación
Ignacio Fariza, El País
Cuando los tecnicismos económicos se cuelan en los debates de la calle es que las cosas van mal. Ese es, quizá, el mejor termómetro de las crisis: hace justo una década, en pleno revolcón para la deuda soberana en el sur de Europa, era la prima de riesgo la que se zambullía, ante el asombro de todos, en las barras y las terrazas de los bares —sí, hay bares y volveremos a frecuentarlos—; hoy —quizá con menos fuerza, no nos engañemos, pero también para sorpresa de propios y extraños—, poco a poco se empieza a introducir en lo cotidiano una sopa de letras que va de la L a la W pasando por la U y por la consabida V. Poco más de un mes después de que el torbellino del coronavirus removiese todos los cimientos posibles, ya estamos pensando en cuándo y cómo será la recuperación. Cuándo y cómo la actividad volverá a abrirse paso dejando atrás la Gran Reclusión.
Hasta finales de marzo, cuando España llevaba ya casi una quincena de confinamiento, las previsiones apuntaban a una caída fuerte del PIB este año seguida de una recuperación aún más fulgurante en 2021. Caixabank, por ejemplo, preveía una caída del 3,6% este año que se vería más que compensada por un alza del 5,7% el próximo: una V de manual, en la jerga de los economistas. Pero con la llegada de abril, la globalización de la enfermedad y la toma de conciencia de que esto, lejos de ser una tormenta económica de meses iba a alargarse algo más en el tiempo, se empezó a dar por hecho que el golpe sería anual. Que, aunque el final de los confinamientos dará un respiro y permitirá sentar las bases de la recuperación, esta será mucho menos rápida de lo inicialmente previsto: de esa V canónica hemos pasado a una V inclinada “similar al símbolo de Nike”, como explica gráficamente el jefe de análisis global de la gestora de activos de AXA, Gilles Moëc. “El rebote mundial será lento, a partir del tercer trimestre siempre que la pandemia no se reactive y con el consumo afectado por una mayor propensión al ahorro”.
El plan del Gobierno estadounidense de regresar a la normalidad en junio despertó el viernes a las Bolsas de su letargo y disparó las expectativas de los inversores sobre la posibilidad de que la vuelta fuese mejor de lo esperado unas semanas atrás. Alemania planea, también, la reapertura de tiendas a partir de mayo. Pero las dudas siguen pesando en el imaginario de los economistas. “Deberíamos empezar a salir pronto del túnel, pero vamos hacia una recuperación lenta y constante”, apunta Kaushik Basu, ex economista jefe del Banco Mundial y hoy presidente de la International Economic Association. "¿Recesión? ¿Estancamiento? Estamos ante un gran latigazo y la esperanza es que no dure tanto como las anteriores depresiones”. Tampoco las tiene todas consigo Michalis Rousakis, de Bank of America: “La recesión será severa y la recuperación, débil”, sentencia en una nota para clientes de título elocuente: Aún sin luz al final del túnel.
“Dada la unicidad de esta crisis, la recuperación también será diferente de otras en el pasado: simplemente no podemos esperar una reversión a la media”, desgrana Giuseppe Ricotta, de Lazard. Ese regreso a la vida variará —y mucho— entre países, con el bloque del euro como gran golpeado y el Mediterráneo como epicentro, según las últimas proyecciones del FMI. También entre sectores: con el turismo paralizado incluso después de que se levanten las restricciones más severas, el transporte, la restauración y la hostelería se llevarán la peor parte y tardarán mucho más tiempo en recuperarse del hachazo. “La salida será escalonada. Y en todos los escenarios y, claro, particularmente en los más severos, la economía mundial cambiará en formas fundamentales”, escribe Robert Kahn, responsable de estrategia global de la consultora de riesgos Eurasia.
Estados Unidos ha pasado, en pocas semanas, del pleno empleo a un récord histórico de paro. La Fed de St. Louis calcula que llegará al 32% a lo largo del segundo trimestre, muy por encima de la cota del 25% que rozó tres años después de la Gran Depresión. En un mes, como recuerda el economista jefe del Deutsche Bank Securities, Torsten Slok, se han desbaratado todas las ganancias del mercado de trabajo de la última década. Son cifras más propias de una catástrofe natural —eso sí, sin destrucción de capital físico—, que de una crisis económica al uso. Es, de largo, la recesión más rápida y severa en sus primeros compases de la que hay registros.
Tras adherirse en primera instancia a la tesis de una recuperación en forma de V canónica, el Gobierno español opta ahora por la cautela. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, tildó el martes de “muy precoz” y “preliminar” la previsión del FMI —que detecta una mayor caída y una salida más lenta de la crisis en España o en Italia que en el resto de grandes economías del euro— y llamó a la prevención a la hora de “hacer ningún tipo de estimación”. El tono general del mundo económico es, en cambio, de expectativa pesimista: un duro golpe este año y una V mucho más alargada de lo previsto inicialmente. Ese logo de Nike del que habla Moëc.
Hay quien, como el economista jefe de Cemex, Manuel Balmaseda, sí ve demasiado negativas las cifras del Fondo —"creo que la situación no va a ser tan grave"— y atisba una recuperación en V “aunque solo sea por el efecto base [rebote] tras una caída tan grande" como la de este año. “Pero el tema no es tanto fijarnos en las tasas de crecimiento sino recuperar el nivel anterior”. Como resalta Antonio García Pascual, profesor de la Johns Hopkins University, prácticamente ningún país regresará en 2021 al nivel de PIB de 2019. "Eso quiere decir que, incluso suponiendo que el escenario sanitario se normaliza en la segunda mitad del año, no habría rebote en V”, discrepa quien fuera economista jefe para Europa de Barclays. “Y cuanto más dure, mayor es el riesgo de destrucción de capital físico y capital humano, y de que la V ya no sea ni una U, sino una L o una W, sobre todo si hay rebote en otoño. No hay que caer en el catastrofismo, pero hay riesgos”. El panel de expertos del banco suizo UBS se aleja incluso de esa V de Nike y ve una U condicionada a que las políticas fiscales, monetarias y de salud estén “alineadas” y sean “efectivas”.
La economía está, quizá más que nunca antes, en manos de la ciencia. Hay dos variables que pueden cambiar por completo el escenario —para bien, por supuesto—: un fármaco que permita la curación de los enfermos del coronavirus o, en el mejor de los escenarios posibles, una pronta vacuna contra la enfermedad. Sería, subraya Rob Subbaraman, de Nomura, el mejor de los mundos posibles dentro de una pandemia, por definición, distópica: “Allanarían el camino para una recuperación económica fuerte" a partir del tercer trimestre. “Nos movemos con demasiada facilidad en la sopa de letras, pero el requisito doble para no hacer brujería es poder medir todos los destrozos y, sobre todo, tener la seguridad de que ha acabado el deterioro en el PIB potencial. Y eso solo podrá ser cuando haya una vacuna o un tratamiento claro y aplicable a gran escala", cierra José Juan Ruiz, execonomista jefe del BID. “Esto no va a estar resuelto hasta que el último ciudadano del mundo esté inmunizado”.
La incógnita del consumo
Parte de la complejidad del regreso a la normalidad económica tiene que ver con que no todo el consumo se recuperará cuando hablemos en pasado del Gran Confinamiento, como el FMI se ha aprestado a bautizar esta crisis. Algunos gastos (farmacia, alimentación, droguería) han repuntado con fuerza durante el cierre; otros se han pospuesto (ropa, una bicicleta, un coche) y volverán, al menos parcialmente, cuando las tiendas y los concesionarios vuelven a abrir. Pero un tercer capítulo directamente se perderá: nadie echa tres veces gasolina ni se corta el pelo tres veces seguidas por todas las veces que no ha podido hacerlo en las últimas semanas, recuerda Paul Donovan, jefe de análisis de UBS. Según sus cálculos hasta la cuarta parte del consumo europeo forma parte de este último grupo y no será recuperable.
Todo, claro, sobre la base de que los ingresos de los hogares se mantienen. Un supuesto que, hoy por hoy, no parece ni mucho menos el escenario más plausible: los despedidos se ven abocados al paro y los que han sufrido ERTE (o sus equivalentes internacionales), se ven privados del 30% de sus ingresos. Solo los trabajadores que no han sufrido ninguna de estas medidas (con todo, muchos) y los funcionarios y pensionistas sí gozan del mismo poder adquisitivo que antes de que empezase todo. En eso casos, Donovan percibe un aumento del ahorro “forzoso” que puede añadir algo de brío a la recuperación. Hay, sin embargo, un pero enorme en un momento en el que el mercado laboral atraviesa la mayor tormenta en casi una década: para que eso se produzca tienen que mantener su seguridad laboral, algo que no está ni mucho menos seguro. “Esto no va a ser pulsar el interruptor y que la actividad vuelva de inmediato”, zanja García Pascual, de la John Hopkins University.
Jamileth