Nacional - Economía
Un vago plan de vuelta a la normalidad en la semana de mayor riesgo de la pandemia
Carmen Morán Breña, El País
En el pico más alto de la pandemia del coronavirus, el Gobierno de México ha anunciado este miércoles unos planes para volver a la vida normal que se distribuyen en tres etapas que permitirán la reanudación de ciertas actividades empresariales, la reapertura de lugares de ocio y cultura y la restauración del sistema educativo. Un semáforo de cuatro colores indicará la evolución de la enfermedad en cada Estado y, en consecuencia, las circunstancias para ir entrando en las nuevas etapas. En todo caso, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha dejado vía libre para que cada Administración, estatal o municipal, secunde este plan o lo ignore por completo; ha delegado el éxito de estas medidas en la responsabilidad social y de nuevo se ha encomendado a las virtudes teologales, en este caso la esperanza, “que es una fuerza poderosa”. Los periodistas han escuchado las intervenciones de cuatro representantes públicos y varios gobernadores pero no han podido resolver las muchas dudas que han quedado abiertas porque no se han admitido preguntas.
El Gobierno ha establecido tres fechas para ir volviendo a la “nueva normalidad”, que será “gradual, ordenada y cauta”, aunque no se ha especificado cómo de gradual, en qué consiste ese orden ni las cautelas que se tomarán. Apenas se sabe que a partir del 18 de mayo empieza la vida normal, con protección, de 269 “municipios de la esperanza” que no tienen contagios ni vecindad con la pandemia. Entre el 18 y el 31 de mayo las empresas irán preparando protocolos sanitarios para reanudar sus tareas: la construcción, la minería y la fabricación de equipos de transporte serán entonces actividades esenciales, es decir, que tendrán permitida su actividad. Aunque siguiendo la doctrina presidencial “de aplicación voluntaria y garantía de libertades”, algunas de ellas nunca suspendieron su labor y ahora harán lo propio con las nuevas indicaciones gubernamentales.
Para la tercera etapa, desde el 1 de junio, la secretaria de Economía, Graciela Márquez, ha anunciado la existencia de un semáforo que irá regulando la reanudación de las actividades por territorios. Del rojo al verde, con una primera transición en el naranja y una segunda en el amarillo. Los estados que consigan el naranja podrán ir abriendo sus empresas no esenciales de forma “reducida”, sin que se hayan dado más detalles. Los espacios públicos abiertos ahora vetados, como parques y jardines también entran en esa categoría “reducida”. Y las personas vulnerables “se irán incorporando al trabajo quizá con una jornada acortada”, ha dicho Márquez.
El color amarillo convertirá en esenciales todas las actividades empresariales y los centros públicos cerrados, como cines, museos, teatros y restaurantes irán reanudando con cautelas sus funciones. Márquez ha citado los restaurantes en esta categoría. ¿No tendrán la misma consideración que otras empresas? ¿Podrán abrir las tiendas de ropa pero los restaurantes solo de forma paulatina? Quizá ha sido un error porque no son centros públicos, pero nadie lo ha aclarado.
El color verde significará la vida a la normalidad absoluta, incluida la normalidad escolar. Los municipios de la esperanza, si lo desean, podrán abrir sus escuelas a partir del 18 de mayo. El semáforo irá evolucionando día tras día. Hoy mismo, en un mapa tentativo presentado durante los discursos matutinos del Gobierno, varios Estados presentaban color verde. ¿Quiere eso decir que en Nuevo León, Chihuahua, Coahuila y Chiapas, entre otros, ya se puede volver a la normalidad plena o que deberán esperar al 1 de junio para ello? ¿En qué condiciones pandémicas ha de encontrarse un Estado para decidir que su color es naranja, amarillo o verde? ¿Qué criterios se han seguido para determinar las nuevas actividades esenciales, la economía estatal o la de los trabajadores sea cual sea su actividad? En este anuncio de desescalada de la pandemia las dudas son tantas como cuando el Gobierno decretó la emergencia nacional, que no se sabía si habría sanciones para quienes incumplieran o si era todo un ejercicio de buena voluntad. Resultó ser lo segundo.
“Ya está ahí la luz que indica que vamos a salir del túnel en el que estuvimos y aún estamos”, ha dicho López Obrador, justo en una de las semanas en que la enfermedad está atacando con su mayor virulencia a algunos territorios, como la Ciudad de México y otros Estados que permanecen en lo peor de la pandemia. El país contaba ayer 3.926, muertes acumuladas, 363 más que el día anterior, y el mapa de incidencia del coronavirus está prácticamente del mismo color rojo en todas partes. Con parecida autocomplacencia se manifestó el gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, o el secretario de Educación, Esteban Moctezuma, quien aseguró que el programa Aprender en casa es seguido por ocho de cada 10 maestros y nueve de cada 10 alumnos (más aplicados los pupilos que los docentes). Afirmó también que se ha satisfecho entre el 73% y el 80% de los contenidos educativos. Quizá no ha tenido la oportunidad de visitar poblaciones enteras en las que el acceso al Internet es escaso o nulo y muchos alumnos han perdido meses de formación. Pero, como dice el presidente, “el pueblo de México es mayor de edad, responsable y muy consciente”.
Jamileth
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