Cartas Abiertas
Carta de un cardiólogo al presidente López Obrador
Señor presidente López Obrador
Me enorgullezco de ser lo que Usted insistentemente vitupera y desprecia desde su corta y sesgada visión del mundo. Soy producto del estudio y del esfuerzo, del sacrificio y el tesón, no de la dádiva interesada y ventajosa que Usted dilapida con sombrero ajeno sin ningún pudor, intentando comprar la voluntad y la simpatía de aquellos que, por su condición de pobreza y obligados por la necesidad, son proclives a caer en sus redes de engaño y de mentiras.
He servido a la Cardiología de este país durante más de 30 años, en el Hospital General de Mexico, orgullo de esta nación por estar destinado desde siempre a resguardar y a devolver la salud al sector más desprotegido y vulnerable de este país. A pesar de que ser lo que soy ha implicado dedicar al estudio formal 25 años de mi vida, puedo gastar sin vergüenza cada peso que me llevo al bolsillo, producto natural de un trabajo honesto y de una actividad productiva que, aunque Usted lo dude, contribuye más al progreso que su discurso incendiario y resentido, cuyo único propósito es descalificar, dividir y confrontar a los mexicanos.
No pretenda señor presidente endosar al gremio médico, al que desde su retorcida concepcion ideológica y su profundo resentimiento político a tachado de mercantilista, la responsabilidad de esta desgracia sanitaria; en el delirio megalómano de sus proyectos, de muy cuestionable utilidad para el desarrollo de nuestra nación, desoyó la voz de los expertos que lo conminaban a tomarse en serio la amenaza que se cernía sobre la población, desatendió con insistentes recortes al presupuesto sanitario a esos pobres que asegura defender, y condenó a miles de familias al sufrimiento de una enfermedad en medio del desabasto y las carencias materiales.
La vida espiritual que exige en los demás, no cuadra con su ambición política desmedida ni con el desprecio y la falta de empatía que ha mostrado por las mujeres vulneradas, por las victimas de la violencia o por los enfermos que, golpeados por la pandemia, esperan entre el dolor y el sufrimiento el respeto, la seriedad y la preparación que corresponden a un verdadero jefe de estado.
No se engañe señor presidente, no hay bienestar posible donde falta la salud, ni puede surgir espiritualidad alguna en quienes padecen hambre y pobreza al verse empujados por sus ineptas decisiones al vórtice de una economía decadente.
No señor, en el epicentro de una crisis educativa y social, o en medio de la tensión y el miedo que han generado la violencia y la inseguridad, que tan mediocremente ha combatido, la única transformación posible no transita por el camino del progreso sino por el sendero del desemparo, el abandono y la miseria.
Atentamente
Dr Javier González Maciel
JMRS