Internacional - Población

Muerte de joven en Brasil provoca protestas Black Lives Matter

2020-06-18

A medida que el movimiento Black Lives Matter sacaba a cientos de miles de personas a las calles en...

Por DAVID BILLER

RÍO DE JANEIRO (AP) — Cuando Rafaela Matos vio helicópteros de la policía sobrevolando su favela y escuchó disparos, cayó de rodillas y pidió a Dios que protegiese a su hijo, João Pedro. Entonces llamó al chico para asegurarse de que estaba bien.

“Esté tranquila”, le escribió João Pedro en respuesta, explicando que estaba en casa de su tía y que todo estaba bien, contó la madre a The Associated Press. Minutos después de que le enviase el mensaje, la policía irrumpió en la vivienda y disparó al adolescente de 14 años en el estómago con un rifle de gran calibre a corta distancia.

João Pedro Matos Pinto fue una de las más de 600 personas asesinadas por la policía en el estado de Río de Janeiro en los primeros meses de este año. Es casi el doble de los fallecidos a manos de la policía en el mismo periodo en todo Estados Unidos, que tiene 20 veces la población de la región. Como João Pedro, la mayoría de los muertos en Río eran negros o birraciales y vivían en los barrios más pobres.

A medida que el movimiento Black Lives Matter sacaba a cientos de miles de personas a las calles en todo el mundo, los manifestantes indignados por la muerte de João Pedro en mayo organizaron las mayores protestas contra la brutalidad policial vistas en las calles de Río en años.

Sin embargo, estas movilizaciones están lejos de tener el tamaño y el impacto público de otros países. Para los participantes, su lucha es ganar impulso en un país donde más de la mitad de la población es negra o birracial, con un problema de violencia policial que eclipsa a los de otras naciones y que evidencia la profundidad del racismo y la complacencia.

“Matan a un adolescente tras otro en sus casas cada día. Estamos aquí porque tenemos que estar”, señaló João Gabriel Moreira, un estudiante de ingeniería civil de 19 años, en una protesta el 10 de junio en Duque de Caxias, una ciudad pobre de la zona metropolitana de Río. Hasta este año, nunca había salido a protestar por nada.

“Matar a un hombre joven negro en una favela se ve como normal; debía ser un narcotraficante”, añadió Moreira. “El racismo siembre ha sido velado en Brasil. Es por eso que estamos tan pocos aquí. Si Brasil tuviese conciencia de raza, esta calle estaría llena”.

En un primer momento, la policía de Río de Janeiro dijo que estaban persiguiendo a un delincuente en un operativo conjunto entre agentes civiles, militares y federales, cuando dispararon a João Pedro el 18 de mayo. No había indicios de actividad ilegal alguna en la casa del complejo de favelas Salgueiro, según Eduardo Benones, un fiscal federal que investiga la operación.

El padre de João Pedro, Neilton Pinto, estaba despachando pescado en un puesto junto a la bahía cuando escuchó los helicópteros. Para cuando llegó al lugar, la policía ya se había llevado el cuerpo del adolescente, contó sentado junto a Matos para una entrevista justo antes de cumplirse un mes del incidente.

La policía nunca llevó a João Pedro a un hospital y su familia comenzó una búsqueda frenética. Rafaela, de 36 años, tuvo un atisbo de esperanza cuando vio en su celular que el WhatsApp de su hijo estaba activo.

“Hola… ”, escribió. “Hola… Hola... Hola… Háblame”.

No obtuvo respuesta de quienquiera que estuviese usando el teléfono de João Pedro. Pero en las redes sociales surgió una campaña y su cuerpo fue localizado al día siguiente dentro de un instituto forense de la policía.

“En la favela vive gente buena, gente con familias, que planean crecer en la vida”, afirmó Neilton, de 40 años. “Estoy seguro de que si esto fuese en zonas ricas, la policía no actuaría de esta forma, entrando por la fuerza en la casa de alguien bueno”.

La investigación de Benones busca responsabilizar al estado brasileño de la muerte del adolescente, alegando que ocurrió en un contexto de racismo institucional. Todas las declaraciones y relatos de testigos presenciales revisados por Benones indican que João Pedro y otras personas presentes en el lugar no suponían una amenaza para los agentes, apuntó.

“¿Por qué no vieron los directores de la policía o quien sea que estamos en una pandemia, así que un lugar que ya está densamente poblado estará todavía más densamente poblando con niños? Es predecible”, señaló Benones. “No se puede decir que es racismo por parte de ese agente de la policía, sino una práctica de fuerzas policiales que no tienen cuidado al lidiar con la población negra. Y si algo ocurre, se ve como daños colaterales”.

La policía de Río mató a un récord de 1.814 personas en 2019, según datos oficiales, el triple que cinco año antes. En 2020, la cifra va camino de repetirse.

Tanto el presidente del país, Jair Bolsonaro, como el gobernador del estado de Río, Wilson Witzel, ganaron las elecciones de 2018 con campañas que hacían hincapié en la ley y el orden, y ambos han dicho que la policía debería poder matar a delincuentes sin apenas restricciones legales.

En una protesta el 11 de junio en Niteroi, otra ciudad de la zona metropolitana de Río, Bruna Mozer contó que su hijo Marcos dejó la escuela y se unió a narcotraficantes en su favela. Aunque se entregó a la policía cuando lo encontraron con un walkie-talkie en 2018, los agentes lo ejecutaron, agregó. Marcos habría cumplido 18 años este año.

“Cada día madres, víctimas de la violencia estatal, se unen a nuestros grupos”, apuntó Mozer.

La policía civil de Río dijo en un comunicado enviado por correo electrónico que está investigando las circunstancias que rodearon a la muerte de João Pedro y que tres agentes habían sido suspendidos. La policía militar del estado no respondió a múltiples peticiones de comentarios.

El Supremo Tribunal de Brasil prohibió el 5 de junio todas las operaciones en favelas hasta que termine la pandemia del coronavirus, en respuesta a la indignación por la muerte de João Pedro.

El adolescente pasaba su vida entre su casa, la escuela, la iglesia y el centro comercial, contó su padre. Tenía buenas notas y quería estudiar derecho. Le dijo que lo haría sentir orgulloso.

Cuando Neilton perdió su empleo, João Pedro ingresó a la escuela pública, para descubrir que allí faltaban maestros y clases. Rafaela lo metió en la escuela privada donde ella enseña.

Los padres dijeron que nunca hablaron con su hijo sobre racismo. Ni habían participado nunca en protestas, pero el 7 de junio se sumaron a una. Rafaela contó que escuchar el nombre de João Pedro convertido en un grito de guerra ha aliviado un poco su carga emocional.

“Nunca participé en actos contra el racismo o la policía, nunca me involucré en esas cosas. Hoy estamos viviendo algo que no esperábamos, algo que llega y llama a la puerta”, apuntó Rafaela “Con esta repercusión, vimos que João Pedro no fue el primero, y que tampoco será el último”.



Jamileth