Sin Vergüenza
“Donald Trump es un presidente amoral”: John Bolton
Amanda Mars, El País
John Bolton salió de la Casa Blanca en septiembre de 2019 de forma aparatosa tras una ristra de desavenencias con el presidente, empezando —o más bien terminando— con la propia naturaleza de su cese. Bolton asegura que dimitió, aunque Donald Trump anunció su despido vía Twitter. Halcón de manual y veterano de los Gobiernos de Bush padre e hijo, asumió el cargo de consejero de Seguridad Nacional con un discurso feroz contra Irán, en línea con lo que buscaba el presidente Trump, y crítico de organismos multilaterales como la ONU, también muy del gusto del republicano.
Los choques en otros terrenos, sin embargo, se multiplicaron. Bolton es una criatura política fiel a su propia doctrina, defensor aún hoy de la Guerra de Irak de 2003, de la que fue adalid. En el 1600 de la avenida Pensilvania se encontró algo que escapa a sus códigos. De su turbulento paso por la Casa Blanca acaba de escribir The room where it happened (La habitación donde sucedió), cuya publicación el Gobierno trató de impedir sin éxito alegando que usa información clasificada —y del que habla en esta entrevista hecha en Washington el 28 de julio—. Lo que es seguro es que incluye un retrato estrambótico del presidente más poderoso del mundo, visto por los ojos de un hombre no menos controvertido.
Pregunta. ¿Estas memorias son una advertencia, un ajuste de cuentas o una justificación?
Respuesta. Quería que fuera una historia de lo que pasó durante mi tiempo en el Gobierno porque pude participar en una serie de cosas que no acabarán escritas necesariamente en ninguna parte. He intentado contarlas de forma precisa para que la gente saque sus propias conclusiones. También creo que, dado que estamos en año electoral, es una forma de mostrar la historia a los votantes y que puedan tomar decisiones de cara a noviembre.
P. Algunos episodios que cuenta hubiesen sido relevantes para el impeachment al presidente por el escándalo de las presiones a Ucrania, pero no testificó y ahora lo cuenta en un libro. ¿Comprende las críticas?
R. No hubiese cambiado nada. Los defensores del impeachment en la Cámara de Representantes [de mayoría demócrata] gestionaron muy mal sus responsabilidades. Si tan importante era mi testimonio, hubiesen emitido una citación. En el Senado [controlado por republicanos] me ofrecí, pero decidieron que no llamarían a testigos. Yo tampoco iba a añadir sobre Ucrania nada diferente de lo que otra gente ya había dicho. En cierto modo, creo que es más importante que la gente conozca la historia y tome sus decisiones.
P. Afirma que Trump se mostró personalmente en contra de enviar a Ucrania el dinero en ayudas militares mientras no se hiciese pública una investigación contra los demócratas [Joe Biden y su hijo Hunter]. Es un testimonio directo, podría haber sido crucial.
R. El embajador Gordon Sondland dijo lo mismo, que todo el mundo estaba al tanto. Pero vamos al inicio: Si mi declaración era tan importante, ¿por qué no emitieron una citación?
P. Relata episodios preocupantes para una democracia, con el presidente turco Erdogan y China de por medio. ¿Cree que Trump es un presidente corrupto?
R. Bueno, creo que es un presidente amoral, que se centra en las cosas que le ayudan a la reelección sin basarse necesariamente en lo que es mejor para EE UU. Los demócratas estrecharon mucho el cerco de la investigación en el caso de Ucrania. Querían que el impeachment terminase antes de sus primarias para elegir candidato presidencial, basaron la estrategia en su conveniencia política, algo que a lo que tienen derecho, pero que revela la verdadera naturaleza de su intención.
P. También menciona situaciones que revelan una grave falta de cultura, como cuando Trump no tiene claro si Venezuela pertenece a EE UU o si Finlandia es un satélite de Rusia. ¿Cómo reaccionaba la sala en esos momentos?
R. En función de la situación, intentas corregirle. Le habré explicado una docena de veces que la península coreana se dividió en 1945, pero nunca lo ha retenido. Otras veces, no puedes entrar, como cuando le dijo a Theresa May: ‘¿En serio, el Reino Unido es una potencia nuclear?’ En esos casos solo deseas que la conversación se desvíe hacia otro lado. La gente ya sabe que no conoce mucho la historia y no tiene interés en aprenderla.
P. Mucha gente se pregunta si todos esos tuits, las provocaciones… ¿Responden a una estrategia o son algo genuino?
R. Bueno, creo que es su forma de ser, pero no soy loquero, no voy a explicar por qué es así, qué le pasó en la infancia, ni nada de eso. No me importa; lo que importa es su forma de comportarse y ha sido así siempre, según la gente que le conoce desde hace décadas. Así que, una vez en la Casa Blanca, no va a cambiar. Hay una parte de lo que hace que sí creo que es actuación, él sabe que monta un show, pero es el mismo repertorio una y otra vez, lo que demuestra que, al fin y al cabo, eso es lo que quiere hacer. Y muestra que él no piensa basándose en una filosofía o en una política. Es simplemente cómo se levanta un martes por la mañana o cómo se siente un jueves por la tarde.
P. Destaca mucho el papel de Jared Kushner, yerno y asesor del presidente. ¿Es el más influyente?
R. Sí, creo que lo es, y puede haberlo sido durante toda la Administración, aunque la gente no se daba cuenta. Diferentes jefes de Gabinete han tratado de meter a Jared y a Ivanka [hija del presidente y esposa de Kushner] en la estructura organizativa normal de la Casa Blanca y han fracasado. Un día [el secretario de Estado, Mike] Pompeo me dijo: ‘En el segundo mandato, esto podría ser el show de Donald, Jared e Ivanka solamente’. Y es muy difícil para los demás argumentarle algo al presidente cuando su yerno le dice justo lo contrario. Es un problema tener familiares tan cercanos al presidente sin experiencia en los temas en los que entran.
P. ¿Y cuál es su agenda? ¿Saben sobre Finlandia o Venezuela?
R. Como dijo Jared sobre algo del coronavirus, ha leído ‘algunos libros sobre ello’. Así que ha leído muchos libros sobre Oriente Próximo también, pero eso no te prepara para la labor. Y no estoy diciendo que una mirada fresca sobre un asunto no sea de ayuda, pero Jared se ha pasado tres años trabajando en el conflicto palestino-israelí y lo que ha producido es algo que jamás va a fructificar [un plan de paz criticado por favorecer a Israel]. Lo ha trabajado durante tres años, lo ha presentado y ese es su final. Y probablemente está bien que sea así.
P. Hay una contradicción entre lo que dice sobre Venezuela, que a Trump le parecía “guay” la idea de una invasión, en contra de su criterio, y que este le acusó de ser demasiado duro.
R. Él dice que yo era demasiado optimista sobre las probabilidades de éxito de la oposición. La oposición creyó entre finales de 2018 y principios de 2019 que si no actuaban en el marco constitucional y declaraban la presidencia vacante no se encontrarían con una nueva oportunidad así. Llevaban años intentando librarse de [Nicolás] Maduro y antes de [Hugo] Chávez. No nos hacíamos ilusiones, no creíamos que fuera fácil, pero Trump lo pintó como si lo fuera. En cualquier caso, él tomó todas las decisiones, y el liderazgo implica asumir la responsabilidad por tus decisiones. Culpar a tus subordinados cuando las cosas no van bien es una forma de esquivar las responsabilidades.
P. Maduro continúa en el poder [con el opositor Juan Guaidó reconocido como presidente encargado por casi 60 países]. ¿Qué debe hacerse ahora?
R. La oposición estuvo muy cerca de derrocar a Maduro el 30 de abril de 2019 [un alzamiento que fracasó]. No conocemos toda la historia de lo que salió mal, pero tenemos razones para pensar que los cubanos y los rusos lo mantuvieron en el poder. Creo que una mayoría abrumadora de la gente en el país está en contra del régimen, pero los altos cargos están todavía financiados por el dinero del narcotráfico, que es una fuente de financiación mejor que el petróleo y gracias a ellos se mantienen en el poder. Pero son frágiles, si los cubanos se van mañana, el régimen cae al día siguiente. Es muy importante dirigir la presión sobre las FARC y el ELN, sobre los narcoterroristas, cortar esa vía de financiación. Si Trump prestase más atención a América Latina, se aseguraría que otros Gobiernos también mantienen la presión.
P. ¿Qué análisis hace de lo que podemos llamar guerra fría con China?
R. Es la cuestión existencial del siglo XXI. De algún modo todos nos hemos dado cuenta tarde de que China es una amenaza, el modo en que organiza su sociedad, cómo juega con diferentes reglas en la economía internacional, su creciente amenaza militar, el peligro que suponen las tecnológicas como Huawei o ZTE… Durante tres años Trump ha tratado de negociar un acuerdo comercial. Ahora, con el coronavirus, su discurso es más duro, pero no sé si hay un cambio de estrategia. Si gana en noviembre puede pedir volver a la mesa de negociaciones al día siguiente. Ha habido un cambio en la opinión pública estadounidense sobre China. En los últimos 30 o 40 años hemos desarrollado una política basándonos en unas premisas que se han demostrado incorrectas, así que necesitamos unas políticas nuevas, de las que se está hablado ahora. Pero eso no significa que Trump esté completamente involucrado en lo que su Gobierno hace sobre este tema.
P. En una de sus primera reuniones con el presidente, según cuenta, el presidente le dijo: ‘Estoy de acuerdo con usted en casi todo, salvo con la guerra de Irak’. ¿Puede explicar por qué sigue sin considerarlo un error?
R. No fue un error porque Sadam Husein era un amenaza para la paz y la seguridad de Oriente Próximo. Si se hubiese librado de los inspectores de la ONU y de las sanciones hubiese vuelto a producir armas nucleares inmediatamente. Mantuvo 3,000 científicos y técnicos a los que llamaba sus muyahidines nucleares. Eso muestra que debimos derrocarle en la primera guerra, en 1991, en lugar de dejarle en el poder. El problema no fue el derrocamiento de Sadam Husein, sino la mala gestión del proceso de posguerra para crear un nuevo Gobierno en Irak. Yo lo hubiese dejado más en manos de los iraquíes que en una autoridad provisional. Y hubiese puesto inmediatamente más presión en Irán. Cuando la gente habla de Irak, pone 10 años de política como si fueran un todo y todo es más complicado que eso.
P. Pero usaron como gran argumento unas armas de destrucción masiva que nunca se demostraron como ciertas.
R. No tenía centrifugadoras en marcha, pero tenía la capacidad intelectual para recrearlas. El mayor problema eran las armas químicas y ese temor se basaba en las propias declaraciones de Sadam Husein en 1990 y 1991. Yo también estuve en la Administración del primer Bush [padre]. El Consejo de Seguridad de la ONU resolvió destruirlas, cuando los inspectores de la ONU le dijeron que iban a hacerlo, dijo que las había destruido, cuando le pidieron las pruebas, dijo que no las enseñaría. Después de la segunda guerra, es claro que mentía, que nunca tuvo las armas químicas. Pero si vuelve a 2001, 2002 o 2003, nadie decía que él mentía, que no las tenía. En retrospectiva cometimos el error de creerle.
P. Ha sido testigo de situaciones muy perturbadoras, según su libro. ¿Por qué no dimitió?
R. Lo pensé muchas veces y tuve la carta preparada durante meses. Me han preguntado muchas veces por qué no me fui antes, pero otros creen que tenía el deber de quedarme. Puedo decir que estás ahí para contribuir en los intereses de EE UU en la seguridad nacional y eres reacio a marcharte, aunque llegado a un punto debes tomar la decisión de dimitir porque ya no eres efectivo.
P. ¿Hace autocrítica de su papel?
R. No creo que cometiese errores; bueno, cometí muchos, pero creo que la mayor autocrítica es no haber sido efectivo en evitar que Trump hiciese cosas que en última instancia no beneficiaban a la seguridad nacional, como las negociaciones con Kim Jong-un. En el mejor de los casos, fueron una pérdida de tiempo y, en el peor, dieron dos años más a Corea del Norte para avanzar en sus misiles y programas nucleares.
JMRS