Internacional - Política
Macron y Merkel escenifican la fortaleza del eje franco-alemán ante los “desafíos” geopolíticos y del coronavirus
Silvia Ayuso | El País
París.- Entre el coronavirus y la lucha contra la crisis económica que conlleva, la crisis en Bielorrusia, el Brexit, las tensiones en el Mediterráneo oriental, el golpe de Estado en Malí o, este mismo jueves, el envenenamiento del principal opositor ruso, Alexéi Navalni, la agenda, tanto bilateral como internacional, estaba bien cargada. Pero ante todo, lo que importaba era el gesto. Angela Merkel se convirtió este jueves en la primera canciller alemana en 35 años que visita a un presidente francés, Emmanuel Macron, en el fuerte Brégançon, el “Elíseo del verano”, donde el mandatario pasa sus vacaciones y donde, en sus tres años largos de gobierno, solo había acogido antes a la británica Theresa May y al ruso Vladímir Putin. Una visita “excepcional”, había subrayado el Elíseo, que debía resaltar esa relación especial del eje franco-alemán —el primer viaje de Macron como presidente fue a Berlín— que, pese a sus altibajos, ha sido clave en la política bilateral y europea de los últimos tres años y que todavía tiene mucho por hacer en este último curso de la veterana canciller alemana, que el año que viene se despide de la política.
“Vivimos tiempos de desafíos, la crisis de la covid es el primero (…) pero también afrontamos un mundo que se recompone, incluidos los ciclos estadounidense y chino, y tenemos la convicción profunda de la necesidad de una Europa que tome todo su sitio, que defienda su soberanía estratégica e independencia en el marco de la cooperación y respetando los equilibrios internacionales y el multilateralismo, pero que sepa defender su agenda”, resumió Macron tras las dos horas de reunión, a las que siguió una “cena de trabajo”.
Era la primera vez que Merkel y Macron se veían en persona desde el interminable Consejo Europeo de finales de julio en Bruselas en el que se aprobó, no sin grandes dificultades, el fondo de reconstrucción europeo de 750,000 millones de euros para ayudar a los países más afectados por el coronavirus a afrontar la crisis económica. La iniciativa ha sido posible gracias al impulso decidido de París y Berlín, que presentaron juntos el multimillonario plan que consideran clave para salvaguardar el propio proyecto europeo. Pero aún queda mucho por hacer y Macron y Merkel, cuyo país es el presidente de turno de la UE, aprovecharon esta cita en la Costa Azul para ultimar detalles ante la fase crítica que comienza con la vuelta de las vacaciones y el inicio del curso político: la ratificación del fondo por parte del Parlamento Europeo y los de los 27 Estados miembro, preferiblemente antes de que acabe el año (y el mandato europeo germano).
Ambos coincidieron, dijeron tanto Macron como Merkel, en su deseo de una “mejor coordinación europea” tanto para la aprobación final de los fondos y su distribución como, en el plano sanitario, la respuesta de cada país ante una pandemia que vuelve a repuntar en toda Europa.
“Ahora más que nunca, tenemos que tener una acción europea ante el coronavirus, no podemos limitarnos a respuestas nacionales, a confinar nuevamente a los países, hay que trabajar en el plan regional, tenemos que coordinar nuestra acción para luchar juntos contra la epidemia”, insistió Merkel.
También repasaron la abultada y agitada agenda internacional. Sobre la crisis electoral en Bielorrusia, Macron achacó a Lukashenko “resistirse” a la propuesta de mediación de la OSCE a la que el presidente ruso, Vladímir Putin, se ha mostrado ya “favorable”, según el mandatario francés, que advirtió al mismo tiempo a Moscú de que Europa espera un “diálogo franco” sobre la antigua república soviética, porque “la estabilidad y la posibilidad de una relación entre la UE y Rusia se juega también con este caso”. “No queremos ver una réplica con lo que vimos los años pasados, especialmente con Ucrania, y hemos sido muy claros con (el presidente ruso, Vladímir) Putin”, aseguró.
“Lo que esperamos de Rusia es realmente un diálogo franco y sincero con al UE, en particular con Alemania y Francia, una cooperación para una mediación eficaz y aportar para evitar toda escalada y, sobre todo, prohibir absolutamente toda violencia adicional a la situación bielorrusa”.
Junto con Merkel, el presidente francés también repasó la situación en Libia, el golpe de Estado en Malí o la crisis en el Mediterráneo oriental. Aunque ambos aseguraron que hay “convergencia” en todos los temas, quedó claro que, al menos en lo que a estrategias se refiere, cuando se trata de conflictos con Turquía, los caminos se bifurcan —mientras Berlín aboga por el diálogo, París ha enviado refuerzos militares a la zona en apoyo a Grecia y Chipre—, aunque busquen el mismo objetivo.
“Nuestro objetivo estratégico sobre el Mediterráneo oriental es el mismo: la soberanía europea y la estabilidad”, aseguró Macron, aunque a continuación precisó: “Cada uno tenemos la manera de hacerlo, cada uno tenemos nuestra historia. Tiene que haber una complementariedad” para que ese “objetivo común obtenga resultados”. “Hay diferentes medios de actuar”, concedió Merkel. “Podemos apoyar a nuestros aliados europeos, también podemos enviar barcos, pero nosotros trabajamos también por que se retome el diálogo entre Grecia y Turquía (…) Es difícil decir cuál es la mejor estrategia, por eso trabajamos juntos, creo que hay muchas posibilidades a explorar”, agregó en tono conciliador.
De Helmut Kohl a Angela Merkel, 35 años de una visita alemana
Cuando Helmut Kohl visitó a François Mitterand en el fuerte Brégançon, hace 35 años, el canciller alemán no conocía aún a esa mujer que acabaría convirtiendo en su delfín, Angela Merkel. Corría agosto de 1985 y la hoy canciller era aún una física de 31 años de Alemania del Este sin aparentes ambiciones políticas. Las visitas oficiales internacionales a Brégançon, el fuerte sobre un aislado islote en la Costa Azul, son raras. Desde que Kohl departiera con Mitterrand, el 24 de agosto de 1985, ningún otro canciller alemán hasta Merkel había vuelto a visitar el “Elíseo bis”. Y eso a pesar de que la alemana ha visto, durante sus casi 15 años de mandato, pasar a cuatro presidentes franceses: Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy, François Hollande y Macron. De ahí que la invitación de este último tenga un significado especial. “Una visita a Brégançon es una visita excepcional. Hay una por año. Es una manera para el presidente de mostrar la fuerza, el vigor y la calidad de la relación franco-alemana”, cita Le Figaro al entorno de Macron. “Hoy, el vínculo Macron-Merkel es muy fuerte”, aseguró por su parte el secretario de Estado de Asuntos Europeos y antiguo sherpa de Macron, Clément Beaune, en Le Parisien.
Jamileth