Tras Bambalinas

El ‘cuento de hadas moderno’ de Enrique y Meghan acaba de incendiarse

2021-03-12

Aunque ambos hermanos son muy queridos, en gran parte por el sufrimiento que experimentaron tras la...

Alyssa Rosenberg | The Washington Post

Durante décadas, todo el mundo, desde las feministas de la segunda ola hasta gigantes corporativos como Disney, han intentado reinventar los cuentos de hadas para la era moderna. Pero en una sola noche, el príncipe Enrique y Meghan Markle, duquesa de Sussex, le prendieron fuego a esas historias.

Durante una mordaz entrevista con Oprah Winfrey transmitida el domingo 7 de marzo por la noche en CBS, Markle relató experiencias con la familia real británica que estuvieron teñidas de racismo y la llevaron a considerar el suicidio. El retrato de Meghan de la “institución”, como ella misma la llama, como racista, parroquial, egoísta y cruel hasta el punto de llegar a la inhumanidad, desolló la erosionada fachada del glamour real con toda la fuerza de la lejía.

Por supuesto, el acto de reinventar cuentos de hadas es una señal de cuánto poder aún se les confiere: nadie renueva una casa que planea demoler. Pero si un romance de cuento de hadas es en la actualidad un matrimonio en igualdad de condiciones dedicado a la mutua autorrealización, hay pocas organizaciones peor preparadas para cumplir ese sueño marital moderno que una monarquía.

Como Robert Lacey detalló en su reciente libro Battle of Brothers: William, Harry and the Inside Story of a Family in Tumult, Enrique ha desempeñado desde hace mucho tiempo el papel nada envidiable de no solo el “repuesto” de su hermano mayor —el “heredero”— sino también del de pararrayos. Aunque ambos hermanos son muy queridos, en gran parte por el sufrimiento que experimentaron tras la muerte de su madre, Guillermo siempre iba a ser la prioridad sencillamente porque era el futuro rey.

En esta variante actualizada de la vieja historia, fue Enrique quien estuvo cautivo y Meghan, al estilo de cien reinvenciones feministas, la campeona destinada a liberarlo. Fue algo que recalcó al principio del especial, cuando le dijo a Winfrey: “Me encanta rescatar”. Si bien Meghan se estaba refiriendo a su perro Guy y a sus pollos rescatados, también podría haber estado hablando de su esposo, quien cada vez más ha estado dispuesto a hablar sobre sus batallas con su salud mental. Se suponía que el de ellos no iba a ser solo un cuento de hadas con roles de género invertidos sino, paradójicamente, uno revolucionario e institucional: la estadounidense liberada e independiente que mantiene a flote al príncipe lleno de problemas, mientras al mismo tiempo integra y revitaliza una monarquía que evoluciona lentamente.

No resultó de esa manera. Y tanto en la versión de los hechos de Meghan como en la de Enrique, relatada a Winfrey, la familia real y la burocracia que la rodea ni siquiera tuvieron idea de cómo lograr que esta posición pudiera sobrevivir, tanto para el hombre que nació en ella como para la mujer que ingresó al casarse.

Ambos dijeron que Enrique había respondido preguntas y comentarios de la familia real acerca de cuán oscura podría ser la piel de su hijo. Meghan afirmó que la pareja sentía que la decisión de negarle a Archie un título real, una decisión que Meghan negó haber hecho junto a su esposo en nombre de su hijo, había sido una manera de excluirlo de toda seguridad y protección, incluso ante las amenazas racistas a la familia. Enrique afirmó que su padre, el príncipe Carlos, dejó de atender sus llamadas en un momento dado. Meghan afirmó que cuando tuvo tendencias suicidas le dijeron que no podía buscar ningún tratamiento de salud mental que requiriera hospitalización. Lejos de rescatar a su esposo, Meghan aseguró que había quedado reducida a escribirle cartas a los miembros de la familia de Enrique, a quienes no nombró, pidiéndoles “por favor, manténgalo a salvo” luego de que Enrique perdiera el acceso a la seguridad a la que había tenido derecho desde su nacimiento.

¿Es de extrañar, entonces, que Enrique al final descubriera que lo que quería no era transformar la institución en la que creció sino escapar de ella? Las versiones tradicionales de estas historias pueden llegar a ser bastante sombrías tanto para hombres como para mujeres, y resulta ser que eso también aplica para las revisiones modernas.

Enrique ha dicho en repetidas ocasiones que no quería repetir la historia que terminó con la muerte de su madre en un accidente automovilístico en un túnel de París tras una caótica velada en la que fue perseguida por los paparazzi. Pero al igual que Diana, Enrique y Meghan eligieron una entrevista incendiaria como el medio para zafarse de un cuento de hadas que se había podrido.

La muerte de Diana la transformó en una figura fantástica: una mártir eterna, desaparecida en el punto más alto de su belleza y en el albor de su independencia. Para Enrique y Meghan, la historia que Meghan describió como “más grande que cualquier cuento de hadas que hayas leído” todavía está comenzando. Al estar vivos, siguen teniendo la capacidad de equivocarse y decepcionar, de ser humanos y complicados de todas las maneras que van en contra de la creación de mitos.

Pero a pesar de que Winfrey —y los mismos Enrique y Meghan— no pudieron abandonar del todo la idea del cuento de hadas, la línea mas demoledora de la entrevista podría terminar siendo la descripción fulminante que hizo Enrique de su padre y su hermano, no como reyes en espera, sino como prisioneros.

“No pueden irse”, dijo. “Y eso me genera una gran compasión”.



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