Mujeres
#TengoMiedo, el grito contra los asesinatos y desapariciones de mujeres y niñas en Guatemala
Asier Vera Santamaría | El País
Ciudad de Guatemala - “Así es la calle, criminales abusando de niñas de todas edades. Así es la calle. Las niñas son violadas y no hay nada que lo pare, por más que se protejan siempre hay alguien que dispare”, canta la rapera guatemalteca Mai de Rimas. Una letra que se adecúa perfectamente a la dura realidad que sufren a diario niñas y mujeres en Guatemala, víctimas de feminicidios, violaciones (18 diarias en 2021, según la Fiscalía), acoso sexual, maltratos o desapariciones. En lo que va de 2021, el Observatorio de las Mujeres del ministerio público informa de 159 feminicidios y muertes violentas de mujeres, cifra que se elevó hasta las 457 el pasado año. Por su parte, el Instituto Nacional de Ciencias Forenses de Guatemala (Inacif) revela que la mayoría fueron por armas de fuego (80). En 2020, la policía registró 358 asesinatos de mujeres, mientras que el Inacif realizó 504 necropsias de muertes vinculadas a hechos criminales. Asimismo, la Fiscalía de la Mujer recibió el pasado año 43.482 denuncias, mientras que en lo que va de 2021, ya ha registrado 19.616 víctimas de violencia, el delito más denunciado.
Todas estas cifras, que difieren entre unas instituciones y otras, tienen nombres y apellidos, como Rosa María Salazar Velásquez, quien estaba desaparecida desde noviembre de 2019. En marzo, fue hallada una osamenta en el patio de la casa de quien fuera su pareja, situada en una aldea del Quiché, y el Inacif confirmó recientemente que se trata del cuerpo de la joven de 21 años. De momento, el hombre que mantuvo una relación con ella está en paradero desconocido.
Luz María del Rocío López también desapareció y, días después, su cuerpo fue hallado envuelto en plástico el pasado 22 de enero por trabajadores de la limpieza en una alcantarilla de Ciudad de Guatemala. La joven, que tenía una hija de un año y medio, trabajaba como investigadora en el Modelo de Atención Integral de Niñez y Adolescencia del Ministerio Público (MP). Su pareja, de 23 años, fue detenido y está en prisión preventiva por este crimen.
Además, el pasado 20 de abril fue detenido un joven de 26 años en la aldea Las Palmas, en Quetzaltenango, acusado del delito de feminicidio por violar, golpear hasta la muerte y destrozar el rostro con un trozo de madera a su exconviviente, Sonia Delfina Rodas, de 33 años, en noviembre de 2019.
Otras víctimas de la violencia nunca fueron halladas, como es el caso de Cristina Siekavizza, de 33 años y madre de dos hijos, y cuyo paradero se desconoce desde 2011. Su esposo, Roberto Barreda, hijo de la expresidenta de la Corte Suprema de Justicia de Guatemala, Ofelia de León, nunca confesó dónde escondió el cuerpo. Se llevó el secreto a la tumba, tras fallecer el pasado año de coronavirus cuando guardaba prisión preventiva desde que fuera extraditado desde México en 2013 y estaba a la espera del juicio por la desaparición y presunto asesinato de su esposa. Pese a que la Fiscalía sigue buscando los restos de Siekavizza en diferentes cementerios del país, a día de hoy continúa siendo una incógnita dónde se hallan.
La Justicia avanza a paso de tortuga: han tenido que pasar 20 años para condenar a un hombre por la violación y asesinato de una adolescente.
Precisamente, según la secretaria de la Mujer del MP, Lucrecia Vásquez, la Fiscalía recibe una media de 234 denuncias diarias de delitos en contra de las mujeres y la niñez. “Hemos visto con mucha preocupación que las mujeres se retractan después de haber sido lastimadas brutalmente en muchos casos, porque no tienen empoderamiento económico y hay una dependencia de la pareja, quien las amenaza con no pagar la casa o la comida”, señala. “Entre el 60 y 70% de las mujeres que denuncia violencia machista se retracta, debido a que a sus parejas las amenazan y las intimidan con mensajes de que las van a matar a ellas o a sus hijos y sufren un ataque psicológico terrible para que se retracten o no lleguen a las audiencias programadas”, lamenta.
Por otro lado, desde el inicio de 2021, se producen una media de cuatro desapariciones diarias de mujeres en Guatemala. Para agilizar su búsqueda, la Fiscalía, la Policía y la Procuraduría General de la Nación crearon en 2018 la Alerta Isabel-Claudina, en memoria de dos adolescentes que fueron asesinadas tras perderse su rastro: María Isabel Véliz Franco, de 15 años, y Claudina Isabel Velásquez, de 19. La madre de Véliz Franco ha tenido que esperar 20 años para que fuera condenado a principios del mes de marzo a 30 años de prisión el autor de la violación y el crimen cometido en 2001 en el municipio de Mixco, colindante a Ciudad de Guatemala. La impunidad que envolvió este caso, hasta que por fin se logró una condena, provocó que la misma Corte Interamericana de Derechos Humanos sentenciara en 2014 al Estado de Guatemala por considerar que “violó su deber de garantizar el libre y pleno ejercicio de los derechos a la vida e integridad personal” de la adolescente, al tiempo que violó su derecho a la protección judicial, debido a las irregularidades en el proceso.
Otro caso que sigue sin hallar justicia es el de la muerte de 41 niñas y las heridas graves a otras 15 en un incendio ocurrido el 8 de marzo de 2017 en un hogar de protección y abrigo del Estado, de donde trataron de huir el día anterior por las violaciones, abusos sexuales, maltratos y hacinamiento que sufrían. Como castigo, fueron encerradas ilegalmente en un aula del denominado Hogar Seguro y, al impedirles usar el baño, una de las niñas encendió con una cerilla una de las 22 colchonetas que les dieron para dormir, con el fin de que las liberaran. La policía que custodiaba el aula tardó nueve minutos en abrirles la puerta tras iniciarse las llamas.
Vivas nos queremos
En este contexto, miles de mujeres se manifestaron en la capital del país centroamericano el pasado 7 de marzo, bajo el lema “Vivas nos queremos”. Una de las asistentes, Keila Garrido, de 19 años, portaba un cartel en el que se leía ‘Marcho porque estoy viva y no sé hasta cuándo’. “Todos los días temo por mi vida”, confesó, al tiempo que recordó que es “peligroso ser mujer en Guatemala porque una sale a la tienda y no sabe si va a volver a casa”. Además, reconoció que no confía en que el Estado la proteja, teniendo en cuenta que los mismos policías, “en lugar de cuidarnos, son los que nos molestan e incluso hay policías abusadores, por lo que ya no se sabe en quién confiar”.
A principios de este año, fueron detenidos y encarcelados dos agentes de policía por el delito de violación contra una mujer que les había solicitado auxilio previamente. En lugar de ayudarla, la trasladaron a una estación de Puerto Quetzal, en la costa del Pacífico, donde abusaron sexualmente de ella. Según una investigación de la Agencia Ocote, este no es el único caso, ya que, en los últimos 11 años, el MP registró 212 denuncias contra agentes policiales por delitos sexuales.
“Estamos hartas”, gritó una joven frente al Ministerio de Gobernación del que depende la seguridad en la protesta del 7 de marzo, previa al Día Internacional de la Mujer. “Me cuidan mis amigas, no la policía”, fue uno de los lemas más coreados durante la marcha en la que una mujer llevaba un cartel en el que se leía ‘Más que un país, esto es un cementerio’.
La Defensora de la Mujer enmarca las denuncias públicas en el “hartazgo de las mujeres respecto a la incapacidad de las instituciones de justicia de dar respuestas efectivas” a la violencia.
Génesis Rivera portaba la foto de una niña de 13 años que llevaba desaparecida varios días y que finalmente fue encontrada con vida días después tras haber sido secuestrada, según denunciaron sus padres. “Es imposible salir sin que tu vida corra peligro y yo tengo incluso miedo de portar este cartel, porque posiblemente pueda recibir algún tipo de represalia por tratar de hacer justicia”, señaló. Así, lamentó que “yo tengo miedo por mí, por mi mamá, por mi hermana y por todas las mujeres que estamos aquí y la policía nos da más miedo porque, en lugar de cuidarnos, nos acosan”.
A principios de este año, se puso en marcha en Guatemala la campaña #TengoMiedo, a través de redes sociales, mediante la cual las mujeres mostraron su temor a ser víctimas de violencia machista. Todo ello a raíz de varios casos de asesinatos contra niñas y mujeres, como el crimen que sufrió Hillary Saraí Arredondo, de tres años, que fue secuestrada en su propia casa y hallada sin vida en enero de este año en Tiquisate. Semanas después, Sharon Figueroa, una niña de ocho, fue secuestrada cuando jugaba con su bicicleta en el patio de su casa en Melchor de Mencos, frontera con Belice. Fue encontrada muerta y por este crimen fueron encarcelados una mujer y su hijo, que eran vecinos de la víctima.
Para mostrar la indignación por este asesinato, decenas de niñas y adolescentes se manifestaron el pasado 13 de febrero frente al Palacio Nacional de Ciudad de Guatemala con una caravana de bicicletas para exigir al Gobierno que proteja a la población más vulnerable. Sin embargo, la violencia no cesó y trascendieron dos vídeos en los que se veía, por un lado, cómo un hombre acosaba sexualmente y trataba de secuestrar a una niña de nueve años en San Marcos y, por otro, a un taxista que abandonó en plena calle de Ciudad de Guatemala a una joven de 20 años que posteriormente denunció haber sido violada por él.
“Expresar que tenemos miedo es natural, más aún con las cifras que hay en Guatemala y Centroamérica de violencia de género. Además, es necesario expresar ese miedo, porque si no, nos ahoga”, expresaba en Twitter una mujer que participó en esta campaña, que pretende “despertar a la sociedad para que se generen espacios para erradicar la violencia en contra de las mujeres y las niñas”. Esta iniciativa ya tuvo sus consecuencias negativas para su organizadora, María Alejandra Morales, quien denunció que ha sido despedida como asesora en la Oficina Nacional del Servicio Civil (Onsec) por “instrucciones” del presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, “como represalia por haber impulsado este diálogo público sobre la situación de violencia contra las mujeres y las niñas”. Morales interpuso este 24 de marzo un amparo contra el Presidente, el Ministro de Trabajo y la directora de la Onsec ante la Corte de Constitucionalidad en el que alega una violación de sus derechos a la libertad de expresión, a la igualdad y no discriminación, a la dignidad y privacidad y a una vida libre de violencia.
Sin embargo, esta campaña no contó con un apoyo unánime. Ana Cofiño, fundadora del periódico feminista La Cuerda, que lleva más de 20 años publicándose en papel, discrepa en hablar de miedo, ya que, a su juicio, “es un sentimiento negativo opresivo que nos meten a las mujeres desde niñas y, por tanto, es algo que está enseñado”. Por ello, señala que cuando vio la campaña, le dolió “un poquito el corazón”, porque la consigna “me llama al miedo y no a luchar”. No obstante, reconoce que “por supuesto, se puede tener miedo en este país donde sabemos que nadie te va a proteger y donde los hombres están desquiciados”.
Cofiño, de 65 años, recuerda que viene de la generación en la que las mujeres “enfrentamos al Ejército en las calles y el miedo como mecanismo de protección es bueno, pero no como una forma de vida”, teniendo en cuenta que “el ejército, la iglesia y las escuelas nos meten miedo para controlarnos”. Además, recalca que el hecho de que ya se esté reconociendo “el patriarcado y la misoginia es un triunfo que ha tenido el feminismo en Guatemala”, donde las mujeres “se han dado cuenta que pueden combatir juntas el miedo. Creo que a mí no me va a tocar verlo, pero este país tiene que cambiar algún día”, concluye.
“No necesitamos ser valientes, sino libres”
La propia fiscal de sección de la Fiscalía de la Mujer del MP, Blanca Yolanda Sandoval, arremetió contra la campaña al considerar que “no es válido transmitir mensajes como los que andan circulando en algunas redes sociales diciendo tengo miedo”, dado que, a su juicio, “no es así como se logra la justicia en este país”. Horas más tarde, precisó que su mensaje “pretendía empoderar a las mujeres para que denuncien y no teman a sus agresores”. Por el contrario, la fiscal de sección de la Fiscalía contra el Delito de Feminicidio, Berónica de León, aseguró que “nos dicen que seamos valientes y no necesitamos ser valientes, sino libres” y, por ello, desde que se puso en marcha esta Fiscalía en 2018, “se ha llevado a tribunales a las personas que han quitado la vida a niñas, adolescentes y mujeres porque merecemos vivir en una sociedad donde la mujer pueda salir sin temor”. Previamente, a nivel legislativo, Guatemala cuenta desde el 2008 con la Ley Contra el Feminicidio, para condenar a quienes dieren muerte a una mujer por su condición de mujer. Según el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN), desde la aprobación de esta iniciativa, 2.315 mujeres fueron víctimas de femicidio y solo se han condenado a 597 hombres.
Sin embargo, aún no se ha aprobado una ley contra el acoso, que lo tipifique como delito, tal como denuncian las organizaciones feministas. Por ello, muchas mujeres han optado por denunciar en redes sociales el acoso que han sufrido en los últimos años e incluso han publicado las fotos de los hombres a quienes acusan de esos hechos. Las últimas que lo hicieron fueron varias estudiantes de la Universidad privada Rafael Landívar que, tras señalar a dos catedráticos de acoso sexual, estos fueron apartados temporalmente hasta que concluya una investigación iniciada por el centro jesuita de estudios. En el 2019, la Universidad Pública de Guatemala publicó un estudio, con el apoyo de ONU Mujeres, sobre la situación del acoso sexual, que reveló que el 30% de los casos es cometido por los profesores. Asimismo, en el 2015, se creó el Observatorio Contra el Acoso Callejero, que realizó un mapeo de los lugares donde las mujeres sufren estas prácticas vejatorias.
Guatemala sigue sin contar con una ley contra el acoso que lo tipifique como un delito, tal como reclaman organizaciones feministas.
La defensora de la Mujer de la Procuraduría de los Derechos Humanos, Dorotea Gómez, recuerda que muchas mujeres han optado por denunciar anónimamente a sus agresores porque “no han visto respuestas efectivas en el MP y cuando las denuncias son por violencia sexual o acoso han visto muy pocos avances”. Por ello, asevera que estas manifestaciones en los espacios públicos en las que colocan fotos de hombres reflejan el “hartazgo de las mujeres respecto a la incapacidad de las instituciones de justicia de dar respuestas efectivas a esta problemática que les afecta de manera grave cotidianamente”. “La justicia es lenta y como ejemplo, entrevistamos a una mujer que nos dijo que había puesto una denuncia por violencia física y psicológica en la Fiscalía en el 2017 y no fue hasta el año pasado cuando tenía la primera audiencia para conocer su caso en un Juzgado de Feminicidio”, critica. Así, apunta que, durante el pasado año, solo el 36% de los casos de violencia contra la mujer fue encausado en alguna instancia de justicia, lo que significa que el 64% no está siendo todavía conocido por órganos competentes. Por otra parte, Gómez no está de acuerdo en tener miedo, aunque recuerda que, en Guatemala, “es un riesgo ser mujer, porque no se tienen garantizadas las condiciones necesarias para poder vivir una vida libre de violencia”.
En un país donde desde el 2018 se está debatiendo en el Congreso una ley para crear un Ministerio de la Mujer, la Fiscalía puso en marcha el pasado 8 de marzo el Modelo de Atención Integral para las Mujeres Víctimas de Violencia, donde se da un acompañamiento integral a las víctimas de la violencia machista en un momento en el que, según Dorotea Gómez, los hombres actúan con “mayor impunidad y saña contra ellas” aprovechando el confinamiento que ha habido por el coronavirus.
Esta violencia que no cesa fue denunciada por una mujer que portaba un cartel que rezaba “Quiero vivir, no sobrevivir”, durante la marcha del 7 de marzo en Ciudad de Guatemala, donde hubo un grito unánime: “¡Nos tienen miedo porque no tenemos miedo!”. Tal como canta la rapera guatemalteca Rebeca Lane: “En pie de lucha porque vivas nos queremos, no tenemos miedo, no queremos a ni una menos”.
Jamileth
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