Cultura
Con casi todo en contra, el quechua sigue vigente en Perú
Por FRANKLIN BRICEÑO
CCARHUACC LICAPA, Perú (AP) — Leila Ccaico caminó despacio, se paró frente a sus compañeros de clase en una remota escuela rural en los Andes peruanos y, obedeciendo a su nueva maestra, entonó en voz muy baja una canción en quechua.
Este es el primer año en que la niña de sexto grado tuvo lecciones para leer y escribir en su lengua materna, que ha sobrevivido por siglos entre los más excluidos bajo una enorme presión social que desalienta su uso.
Pero hace poco fue empleada de forma inédita por el primer ministro, lo que ha despertado la esperanza de que las escuelas bilingües reciban más apoyo.
“Me parece raro hablar en quechua... me da vergüenza”, comentó más tarde Leila, de 11 años. Relató en español que en su escuela -a la que asiste dos veces por semana debido a la pandemia- los niños se burlan de quien usa la lengua indígena y en su aldea la mitad de los padres no quieren que sus hijos la aprendan porque creen que no les servirá para su vida adulta en las ciudades.
“Uno de mis compañeros, se llama Eloy, y él dijo: ‘yo vivo con mi papacha’ y toditos se rieron porque estaba hablando en quechua. ‘Papacha’ se refiere a su abuelito”, recordó Leila, quien quiere ser neurocirujana.
La niña -que es pastora de alpacas, vacas y ovejas cinco días a la semana- dejó de hablar quechua de forma fluida a los seis años. Un día, de visita en la ciudad, estaba tan feliz que comenzó a comunicarse en su lengua materna, pero su hermana mayor le dijo que el quechua sólo iba a servir para que se burlaran de ambas. “Dejé de hablarlo”, contó.
Perú tiene un insuficiente presupuesto para la educación bilingüe. Más de 1,2 millones de escolares -de un total de seis millones- reciben educación en su lengua originaria y en español a través de unos 54,000 profesores. El ministro de Educación, Juan Cadillo, dijo recientemente que en 2022 se ampliarán en 12% las plazas de maestros bilingües.
Este es el drama de diez millones de hablantes de la lengua indígena más extendida en Latinoamérica, según las Naciones Unidas, y que hace medio milenio utilizaban los Incas para comunicarse en su imperio que abarcaba tierras que ahora ocupan siete países de Sudamérica.
Hace más de dos semanas el quechua se convirtió en inesperado centro de un debate nacional cuando el primer ministro Guido Bellido -un ingeniero bilingüe que fue pastor en su niñez- usó esa lengua durante su presentación en el Parlamento, en un acontecimiento inédito en la historia nacional.
“Hemos sufrido 500 años, anduvimos lentamente por los cerros y nevados con el fin de llegar al Congreso para que desde aquí nuestra palabra se escuche”, dijo Bellido en quechua durante su alocución en el Parlamento opositor, pero a los tres minutos fue interrumpido por los gritos de los congresistas. La presidenta del Parlamento, María Alva, lo conminó a que “traduzca inmediatamente” y lo exhortó a que su exposición en quechua “no sea tan larga” porque no le entendía.
Bellido le recordó que, según la constitución, el quechua y el aimara son idiomas oficiales junto al español. “Ya es tiempo de cambiar y que todos los habitantes de nuestro país podamos mirarnos de igual a igual, sin discriminación”, añadió.
Más tarde, durante el debate parlamentario en el que se decidía si se aprobaba el equipo ministerial, comenzó a masticar hojas de coca, una costumbre indígena para paliar el hambre y el cansancio que también es muy común en Bolivia.
Pese a esa intervención en el Parlamento no está claro aún si el nuevo gobierno, que llegó al poder hace menos de dos meses, impulsará el quechua o sólo lo usará de forma instrumental para fines políticos.
A pesar de estar marginado el quechua se habla en las aldeas rurales e incluso en las barriadas periféricas de Lima. Casi cuatro millones lo usan en Perú, en los mercados populares y en las conversaciones entre migrantes de los Andes en Lima. A veces se observa a ancianos que sólo hablan quechua extraviados en la urbe porque tienen dificultades para buscar ayuda. Cientos de palabras en español provienen del quechua como coca, gaucho, papa, quinua, pero esta lengua nunca había sido usada por una autoridad de alto rango en un discurso en el Congreso nacional fundado hace 200 años.
Los españoles impusieron su lengua con la conquista del imperio Inca en el siglo XVI, pero el quechua siguió hablándose incluso después de ser prohibido luego del descuartizamiento público de Túpac Amaru II en 1781 tras la mayor rebelión de ese entonces en Hispanoamérica.
Durante el conflicto armado (1980-2000), el grupo terrorista Sendero Luminoso y los uniformados asesinaron a miles que hablaban quechua. Una Comisión de la Verdad acumuló relatos de violencia sexual sobre mujeres indígenas y torturados sospechosos de simpatizar con Sendero por sólo hablar quechua.
En la década de 1990 miles de mujeres indígenas pobres fueron esterilizadas con engaños por médicos premiados por el Estado con vacaciones y boletos de viaje.
Según los censos nacionales, en 1941 alrededor del 31% de los peruanos hablaba quechua, cifra que se redujo al 13,6% en 2017.
Leila no escuchó el discurso del primer ministro, pero su madre Maribel Licapa, de 33 años, lo comprendió y dijo que era necesario que los más instruidos hablen quechua para comprender “a los que no hablan castellano”. Maribel recordó que le prohibieron usarlo cuando era empleada doméstica en dos mansiones de los Andes y jornalera de campos agrícolas de exportación en la costa del Pacífico.
“Tienes que hablar en castellano, no te entiendo”, le ordenó la dueña de una casa en Huamanga. Años después otra propietaria de una vivienda en Huancayo la interrogó con sospecha y le dijo “¿qué cosa estás hablando?”. La mamá de Leila dice que sólo buscaba saludar a ambas. El uso del quechua fuera de su aldea se estrelló con una sociedad que por siglos rechazó este idioma que en 1975 se convirtió en oficial durante el gobierno del presidente militar Juan Velasco Alvarado.
“Son 500 años de una imposición del castellano y tiene que ver con una sociedad clasista y racista como somos en el Perú, que menosprecia y automáticamente considera que quien habla una lengua originaria es un resentido social o alguien que está usándola para ofender al otro”, reflexionó la antropóloga Carmen Cazorla, profesora de quechua en la Pontificia Universidad Católica de Perú.
Cazorla dirige un proyecto bilingüe en la escuela de Leila donde los escolares recogen plantas medicinales y anotan sus nombres en quechua. Leila afirma que le fascina una hierba llamada “maraisera” cuya raíz se hierve en agua y el líquido se da a las mujeres para cicatrizar las heridas de las cesáreas.
Este año Leila escuchó por primera vez en su vida un comentario positivo sobre el quechua de boca de Cazorla y su nueva maestra Alicia Cisneros, quien llegó en abril desde otro pueblo rural. “Nos dijo que el quechua era una lengua muy buena, debemos dominarla como el castellano, si no, puede perderse”, recordó la niña en referencia a Cisneros.
Pese al rechazo a la lengua indígena Perú tiene un noticiero en quechua en la televisión pública desde 2016, varios artistas cantan rock y música urbana en esa lengua, decenas de cantantes folklóricos difunden videos de música andina por Facebook y universitarios indígenas cuentan sus costumbres rurales en canales de YouTube.
La escuela de Leila comenzó a enseñar a leer y escribir en lengua indígena por primera vez desde abril gracias al empuje de Cisneros, de 50 años, quien usa todo el tiempo un sombrero de paño marrón y una flor roja, incluso en el salón de clases, “como símbolo” de su procedencia indígena.
Cisneros recordó que le han pedido que se quite el sombrero al entrar a un banco privado, a un restaurante, a una universidad prestigiosa de Lima y a una oficina del Ministerio de Educación. “Resistí y no me lo quité”, dijo la maestra y añadió, “eso les enseño a mis alumnos”.
aranza