Ciencia, Tecnología y Humanidades

El único tratamiento que alivió su depresión fue un ‘marcapasos para el cerebro’

2021-10-07

“El dispositivo ha mantenido mi depresión bajo control, me ha permitido volver a ser...

Pam Belluck, The New York Times

Es el primer estudio que aplica la estimulación cerebral individualizada con el fin de tratar la depresión grave. El caso de Sarah plantea que este método podría ayudar a personas que no responden a otras terapias.

Sarah, quien pidió no ser identificada del todo, utiliza un imán para descargar su actividad cerebral desde un dispositivo que detecta cuándo se deprime y le suministra ráfagas de estimulación eléctrica.

Hace cinco años, cuando una joven conducía a casa después del trabajo en el norte de California, se sintió tan abrumada por la depresión que lo único que podía pensar era en terminar con su vida.

“No podía dejar de llorar”, recordó Sarah, quien ahora tiene 38 años. “El pensamiento que me invadió durante todo ese trayecto era desviarme hacia el pantano para ahogarme”.

Logró llegar a casa, pero se mudó con sus padres al poco tiempo porque los médicos consideraban riesgoso que viviera sola. Como ya no podía concentrarse en el trabajo, renunció a su empleo en el sector de tecnología para la salud.

Probó casi todos los tratamientos que existen: aproximadamente 20 medicamentos, meses de un programa diurno en un centro hospitalario, terapia electroconvulsiva, estimulación magnética transcraneal. Pero tal como sucede con casi una tercera parte de los más de 250 millones de personas que padecen depresión en el mundo, sus síntomas continuaron.

Luego, Sarah se convirtió en la primera participante en un estudio inusual de una terapia experimental. Ahora, su depresión está en un nivel tan manejable que está tomando clases de análisis de datos, vive sola y ayuda a cuidar a su madre, que sufrió una caída.

“En unas pocas semanas, los pensamientos suicidas simplemente desaparecieron”, relató Sarah, quien solicitó ser identificada solo con su nombre de pila para proteger su privacidad. “Después solo fue un proceso gradual en el que mi perspectiva del mundo cambió”.

Un grupo de investigadores de la Universidad de California, campus San Francisco, implantó en el cerebro de Sarah un dispositivo que funciona con baterías del tamaño de una caja de cerillos —un “marcapasos para el cerebro”, lo llaman algunos— calibrado para detectar el patrón de actividad neuronal que ocurre cuando ella está cayendo en una depresión. Luego, descarga pulsaciones de estimulación eléctrica para evitarla.

A los 12 días de que el dispositivo de Sarah empezó a funcionar por completo en agosto de 2020, su puntaje en la escala estándar de depresión disminuyó de 33 a 14 y varios meses después cayó por debajo de 10, lo cual, en esencia, significó un estado de remisión, según informaron los investigadores.

“El dispositivo ha mantenido mi depresión bajo control, me ha permitido volver a ser la mejor versión de mí misma y reconstruir una vida que vale la pena vivir”, afirmó Sarah.

El caso de Sarah es el primero que documenta la personalización de una técnica llamada estimulación cerebral profunda para tratar la depresión con éxito. Aún se necesita investigar mucho más a fondo para saber con claridad qué tan eficaz podría ser este método y para cuántos pacientes. Sin embargo, varios equipos de científicos ahora trabajan en proyectos para hacer que la estimulación eléctrica responda, en esencia, a lo que sucede en el cerebro de un paciente específico.

La estimulación cerebral profunda se usa para tratar la enfermedad de Parkinson y varios otros trastornos, pero no ha sido aprobada por los organismos reguladores federales para tratar la depresión debido a que los resultados han sido contradictorios. Por un lado, estudios previos sugerían que generaba beneficios, pero, por el otro, en la última década, dos pruebas experimentales se han suspendido porque la estimulación no parecía brindar más que el efecto placebo de un implante “de mentira” que no estimulaba nada.

Sin embargo, esos estudios no se enfocaron en áreas ni patrones individualizados de actividad eléctrica en el cerebro de las personas. Fue “un enfoque genérico”, dijo Darin Dougherty, director de neuroterapia en el Hospital General de Massachusetts, quien trabajó en una de las pruebas que fueron suspendidas. Se refirió al método personalizado que se usó con Sarah, en el cual no participó, como “muy emocionante”.

“La depresión de una persona puede verse muy distinta a la depresión de otra”, dijo Katherine Scangos, profesora adjunta de Psiquiatría en la Universidad de California, campus San Francisco, y una de las autoras de un informe sobre el caso de Sarah publicado el lunes en la revista Nature Medicine. Los autores principales fueron Andrew Krystal, experto en neuromodulación y trastornos del estado de ánimo, y Edward Chang, cuyo trabajo incluye implantes cerebrales para pacientes con parálisis que no pueden hablar.

Para identificar el patrón específico de actividad cerebral vinculado con la depresión de Sarah, los investigadores realizaron una exploración exhaustiva de diez días en su cerebro, colocándole varios electrodos y preguntándole qué sentía cuando aplicaban la estimulación en distintas regiones y en dosis diferentes.

Sarah recuerda un “momento clave” en el que se sintió como el muñeco de masa “Pillsbury Doughboy”, lanzando una “gigantesca carcajada”, que, dijo, fue “la primera vez que me reí y sonreí espontáneamente” en cinco años. Otra sensación se asemejaba a “estar frente a un fuego cálido y leer un libro reconfortante”, mientras que una sensación negativa se asemejaba a “uñas raspando una pizarra”.

Finalmente, el equipo identificó un patrón específico de actividad eléctrica que coincidía con la depresión de Sara.

La fase exploratoria guio a los investigadores a implantar el dispositivo de estimulación en el hemisferio cerebral derecho de Sarah conectado con electrodos en dos regiones. Una fue el estriado ventral, que influye en las emociones, la motivación y la gratificación, donde la estimulación “eliminó sus sentimientos de depresión de manera constante”, y la otra fue la amígdala, donde los cambios podían “predecir cuándo eran más graves sus síntomas”, explicó Scangos.

Si bien la estimulación cerebral profunda suele aplicarse de manera continua, el dispositivo de Sarah está programado para administrar solo una descarga de seis segundos cuando reconoce el patrón de actividad cerebral vinculado con su depresión.

El objetivo, según Dougherty, es que la estimulación interrumpa o cambie la actividad neuronal a fin de producir un patrón más sano que alivie los síntomas depresivos.

Sarah sigue tomando medicamentos psiquiátricos y la estimulación no ha eliminado la actividad que causa la depresión en su cerebro. Sin embargo, ahora puede manejar su enfermedad mucho mejor, afirmó, pues antes no podía siquiera tomar decisiones sencillas, como qué comer.

Ahora, “cuando experimentas todo lo negativo, lo depresivo, lo que sea que desencadene, entonces es como si de repente el lado ultraracional de ti se activara y esas emociones se pudieran separar”, dijo en una entrevista en la que llevaba una camiseta que decía “Take it easy lemon squeezy” [tómatelo con calma].

Esa separación la ayuda a utilizar de forma productiva herramientas de la terapia conversacional, como mantener la calma y la perspectiva.

Alrededor del 30 por ciento de las personas con depresión no responden a los tratamientos estándar o encuentran los efectos secundarios intolerables. La estimulación cerebral profunda no sería adecuada para todos porque cuesta decenas de miles de dólares y la cirugía cerebral para implantar el dispositivo conlleva riesgos, como una infección. Pero si los nuevos intentos funcionan, podrían ayudar a un número significativo de personas, según los expertos. Chang dijo que la investigación también podría conducir a enfoques no invasivos que ayudarían a más personas.

“Nuestro trabajo ahora es descubrir realmente cómo identificar quién necesita este tipo de intervención”, dijo Helen Mayberg, directora del Centro de Terapia Avanzada de Circuitos en la Escuela Icahn de Medicina en la ciudad de Nueva York, quien fue pionera del concepto de la estimulación cerebral profunda para la depresión hace casi 20 años.

Mayberg usa un método distinto de individualización. Con imágenes de escaneo, encuentra el área del cerebro de cada persona donde se cruzan cuatro haces de materia blanca cerca de una región clave del cerebro relacionada con la depresión. Tras implantar electrodos y un dispositivo de estimulación, “básicamente, lo activamos y lo olvidamos”, así brinda estimulación continua mientras también ayuda a los pacientes con terapia convencional.

La actividad neurológica se monitorea “para encontrar la señal cerebral que indica una recaída depresiva o la necesidad de ajustar la dosis o solo que la persona está pasando por una semana difícil”, explicó Mayberg. Ella estuvo al frente de una de las pruebas suspendidas, pero su labor también ha permitido que algunos pacientes experimenten mejoras que pueden durar años si se mantiene la estimulación.

En otro método, Sameer Sheth, profesor adjunto de Neurocirugía en la Escuela de Medicina de Baylor, y sus colegas estudian el patrón específico de actividad cerebral de un paciente para identificar entre miles de millones de combinaciones de características de estimulación, como la frecuencia y la amplitud, cuál es la que mejora la depresión de ese paciente.

Luego sintoniza los electrodos con dos regiones y aplica esa combinación específica como una estimulación continua.

Sheth dijo que el primer paciente, al que se le aplicó el dispositivo en marzo de 2020, “está notablemente bien” ahora, está una relación y es padre. Para comprobar si había un efecto placebo, los investigadores interrumpieron gradualmente la estimulación de una región del cerebro sin que el paciente supiera cuándo. Su depresión “empeoró cada vez más”, dijo Sheth, hasta que necesitó un “rescate”. Tras reiniciar la estimulación, mejoró, lo que sugiere que el efecto “definitivamente está relacionado con la estimulación”.

Hace varios meses, Sarah también necesitó un rescate. Poco después de entrar en una fase del estudio en la que el dispositivo se apaga o se deja encendido durante seis semanas sin que el participante sepa cuál, “volvieron los pensamientos suicidas”, dijo Sarah. Su familia intentó hospitalizarla, pero los hospitales estaban llenos. “Todo estaba muy mal”, dijo Sarah.

“Tuvo un empeoramiento muy severo de su depresión”, comentó Scangos. Dijo que no podía revelar si la estimulación había estado apagada o encendida, pero dijo que un técnico de la compañía de dispositivos fue enviado a la casa de Sarah para “hacer un cambio de rescate”.

Después, dijo Sarah, volvió a mejorar.

A lo largo del año, la cantidad de veces al día que el dispositivo de Sarah ha detectado actividad cerebral relacionada con la depresión y ha descargado pulsaciones de estimulación ha disminuido un poco, pero sigue siendo considerable, sostuvo Scangos. Aun así, hay días en los que Sarah no necesita la capacidad máxima que puede ofrecer el dispositivo: 300 veces o 30 minutos totales al día (se detiene en automático alrededor de las 6 p. m. porque la estimulación vespertina podría despabilarla demasiado y dificultar que duerma por la noche).

Más adelante, se publicarán datos más detallados y a más largo plazo sobre el caso de Sarah, según dijeron los investigadores, quienes han trabajado con otros dos pacientes hasta ahora.

El dispositivo está ajustado intencionadamente para que Sarah no pueda sentir la estimulación, pero cree que sabe que se ha producido porque posteriormente desarrolla una sensación de “distancia emocional” que mantiene los sentimientos negativos “compartimentados”, dijo.

Además, “me siento alerta”, dijo. “Me siento presente”.

Eso es “una muy buena señal”, dijo Dougherty, quien considera usar un enfoque similar para la depresión y posiblemente la adicción. “Las emociones siguen ahí, pero en lugar de pegarse como el barro, se escapan como el agua”.

Para ayudar a los investigadores a correlacionar la actividad cerebral con sus estados de ánimo, dos o tres veces al día, Sarah sostiene un imán en forma de dona contra su cabeza con lo que activa al dispositivo para que almacene los siguientes 90 segundos de actividad neuronal, y llena un formulario de salud mental. Se le invita a elegir momentos en los que “está de muy buen humor o de muy mal humor”, dijo Scangos. Y también, dos veces al día, se transmiten automáticamente 12 minutos de datos neurológicos a la empresa que hizo el dispositivo y los investigadores.

Una cuestión, según los expertos, es si los resultados de Sarah apoyan la teoría de que estimular brevemente cada vez que comienza la depresión funciona porque evita que el cerebro se acostumbre al tratamiento. O bien, preguntó Sheth, ¿la necesidad de Sarah de recibir muchas dosis diarias después de un año sugiere que la estimulación continua sería tan o más eficaz?

Otra cuestión es si la terapia puede provocar cambios cerebrales duraderos para evitar finalmente la depresión con poca o ninguna estimulación continua.

Los investigadores, varios de quienes son consultores de empresas fabricantes de dispositivos o tienen patentes relacionadas con la estimulación cerebral profunda, prevén que no se sabrá si los métodos individualizados son suficientemente eficaces para aprobarse para este uso sino hasta dentro de varios años. Los investigadores afirman que distintos métodos pueden funcionar para tipos diferentes de depresión, y la estimulación individualizada, a la postre, podría ayudar a tratar otros trastornos psiquiátricos.

Lo más elemental ha mejorado para Sarah, quien dice que ha empezado a “reaprender mi vida” y que “los pasatiempos que usaba para distraerme de los pensamientos suicidas de repente volvieron a ser placenteros”.

Cuando estaba deprimida, Sarah, una apasionada de la cocina y la gastronomía, tenía unos reflejos tan lentos y problemas de funcionamiento que se cortaba o quemaba en la cocina y los médicos le decían que ya no era seguro cocinar. Los alimentos tenían poco sabor. Pero después de recibir el dispositivo, comió pho vietnamita en la cafetería del hospital y le encantó poder saborear “lo vibrante y las hierbas”, dijo.

Mientras la llevaban a casa desde el hospital, vio los pantanos y exclamó: “Dios, la diferenciación de colores es preciosa”. Ahora, dijo, está “viendo cosas que son hermosas en el mundo, y cuando estaba en las profundidades de la depresión, todo lo que veía era lo feo”.



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