Salud
COVID-19: ¿debe vacunarse a los niños?
Por: Julio Tudela
(ZENIT Noticias – Acaba de autorizarse la vacunación contra la COVID-19 para niños que hasta ahora estaba restringida a adultos. La manera en la que este procedimiento se está poniendo en marcha no está exenta de polémica. En la Comunidad Valenciana (España) se está pidiendo a los padres que contesten en un plazo de 24 horas para permitir, o no, vacunar a sus hijos. Además, la vacunación se va a realizar en los centros escolares, fuera de entornos sanitarios; los padres en principio no iban a estar presentes en el momento de la vacunación de sus hijos y, por lo tanto, no podrían supervisar un acto sobre un menor que requiere la supervisión del tutor o del padre.
Esta manera de poner en marcha la vacunación en niños, desde luego, no es, en nuestra opinión, la más acertada. Crea susceptibilidades en muchos padres que pueden negarse al proceso por la forma de plantearlo más que por el fondo.
Cabe decir que la vacunación contra la COVID-19 para los niños y adolescentes es totalmente recomendable. En los estudios de que disponemos sobre eficacia y seguridad de esta vacuna para este rango de edades, a partir de los 5 años hasta la edad adulta, en dos franjas (de 5 a 11 y de 12 a 17 años), los resultados de seguridad, así como su eficacia, son claramente favorables frente a un riesgo muy bajo de aparición de efectos secundarios indeseables. Ninguna vacuna está exenta de riesgos, ninguna. Se trata de que el balance entre el beneficio que esperamos lograr y los posibles riesgos de aparición de efectos indeseables, sea claramente favorable.
¿Cuál es el beneficio fundamental de la vacuna de la COVID-19 para los niños y adolescentes?
El primero es que reduce el número casos graves, que también los hay. La creencia generalizada de que entre los niños nunca de dan casos graves, no es cierta. También hay cuadros graves, menos que en adultos, pero también se dan los que requieren hospitalización; segundo, disminuye las secuelas que la COVID-19 puede dejar en estos niños en el futuro; y tercero, en las personas vacunadas que se infectan se produce menos carga viral, por lo tanto, van a infectar menos, van a diseminar el virus en menor proporción (a nivel epidemiológico esto es un dato muy importante). En cuanto a los efectos secundarios, es verdad que existen algunos graves, pero su incidencia, según el Centro de Control de Enfermedades estadounidense (CDC), es de 54 casos por millón de vacunados en el rango de edad de 11 a 17 años. En menores de 12 años aún es menor. Sin embargo, el beneficio que esperamos encontrar, tanto en la protección de los mismos niños y adolescentes vacunados, como en la de las personas que pueden llegar a ser infectadas por ellos, es inmensamente mayor. Por lo tanto, animamos desde este Observatorio de Bioética y haciendo caso de las evidencias científicas disponibles, a vencer las reticencias y a vacunar a los niños y adolescentes para mejorar nuestra protección contra la COVID-19.
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