Internacional - Seguridad y Justicia

Silicon Valley no puede sustraerse de Elizabeth Holmes

2022-01-05

Después de que el periódico publicó el artículo, Holmes lo...

Erin Griffith | The New York Times

En 2016, los fundadores de las empresas emergentes proclamaban: “Theranos no nos representa, nosotros somos mejores” en un video navideño creado por la empresa de capital de riesgo First Round Capital.

Durante los años siguientes, varios columnistas escribieron que no se debía culpar a Silicon Valley por lo sucedido con Theranos.

El mes pasado, Keith Rabois, un inversionista de riesgo, escribió en Twitter que los artículos que relacionaban a Theranos con la cultura de Silicon Valley contenían “más mentiras que cualquier cosa que alguna vez hubiera dicho Trump”.

Desde hace mucho tiempo, las plataformas publicitarias de Silicon Valley y fuera de ahí han intentado desvincularse de Theranos, la empresa emergente que se dedicaba a la realización de pruebas sanguíneas en Palo Alto, California, que fue denunciada por mentir sobre su potencial. Pero el proceso penal contra la fundadora de la empresa, Elizabeth Holmes, ha demostrado que así como Bernard Madoff fue producto de Wall Street y Enron representó los excesos de volverse rico con rapidez en la década de 1990, en gran medida, Theranos y su directora fueron producto de Silicon Valley.

El estribillo habitual era: Theranos era más una empresa dedicada a la atención médica que una empresa de tecnología. Recaudó dinero de familias adineradas y de personas ajenas a la industria de la tecnología, mientras que las personas bien informadas no se dejaron engañar.

No obstante, los testimonios y las pruebas presentadas en el tribunal durante el juicio de casi cuatro meses de Holmes, mismo que finalizó el lunes cuando el jurado la declaró culpable de cuatro de los once cargos de fraude, evidenciaron de manera muy realista su participación en la cultura de Silicon Valley.

Holmes, de 37 años, usó la asesoría y credibilidad de las personas más importantes de la industria tecnológica como Larry Ellison, cofundador de Oracle, y Don Lucas, un inversionista de riesgo de Silicon Valley, para obtener dinero de otras personas. Holmes vivía en Atherton, California, entre la élite de Silicon Valley y fue bien recibida dentro de sus círculos.

Las oficinas de Theranos en Palo Alto, California, el 21 de octubre de 2015. (Jim Wilson/The New York Times)

Las oficinas de Theranos en Palo Alto, California, el 21 de octubre de 2015. (Jim Wilson/The New York Times)

Inmediatamente después de que The Wall Street Journal sacó a la luz el supuesto fraude de Holmes en Theranos en 2015, algunos destacados inversionistas en tecnología se apresuraron a defenderla en una especie de tribalismo impulsivo.

Incluso el juez del caso de Holmes, Edward J. Davila, del Tribunal de Distrito de Estados Unidos en San José, aceptó que la cultura de Silicon Valley era una pieza fundamental de su juicio. Autorizó a sus abogados a hablar sobre la publicidad exagerada demasiado optimista de la industria tecnológica como parte de su defensa.

“En Silicon Valley es común que sus promotores participen en este tipo de conducta”, señaló Davila en una audiencia de mayo antes de que comenzara el juicio.

En el mejor de los casos, Silicon Valley es optimista. En el peor, es tan ingenuo que se cree sus propias sandeces. A lo largo del juicio, los abogados de Holmes alegaron que ella nada más se lo había creído y se quedó pasmada. Afirmaron que cualquier declaración que no era del todo verdad tenía que ver con el futuro. Explicaron que era lo que los inversionistas querían escuchar.

“No les interesaba ni el hoy ni el mañana ni el mes entrante”, testificó Holmes. “Les interesaba qué tipo de cambio podíamos lograr”.

Poco después de que abrió Theranos en 2013, Holmes usó su visión del futuro para convencer a inversionistas y asesores como Ellison y Lucas, quien fue presidente de la junta directiva de Theranos hasta 2013. Ademas, Lucas participaba con más de 20 vehículos de inversión que apoyaron a Theranos; entre ellos, la empresa de su hijo, Lucas Venture Group, otro vehículo, PEER Venture Partners, así como algunos fideicomisos y fundaciones relacionadas con miembros de su familia.

Lucas puso en contacto a Holmes con Hall Group, una empresa inmobiliaria que invirtió 4,9 millones de dólares en Theranos. La empresa de su sobrino, Black Diamond Ventures, invirtió 5,4 millones de dólares. Otros inversionistas de Silicon Valley fueron ATA Ventures y Beta Bayview, un fondo operado por Crosslink Capital.

Lucas y su hijo fallecieron en este periodo. La empresa Lucas Venture Group no respondió a la solicitud de comentarios.

También invirtió Dixon Doll, fundador de la compañía de inversiones de Silicon Valley DCM, al igual que lo hizo Reid Dennis, fundador de la empresa de capital de riesgo IVP, la cual ha respaldado a corporaciones de tecnología como Slack, Twitter y Snap. Draper Associates, fundada por el inversionista de riesgo Tim Draper, también invirtió en Theranos, así como dos fondos manejados por su otra empresa Draper Fisher Jurvetson.

Un representante de DCM señaló que Doll había abandonado la empresa hacía más de ocho años y un vocero de DFJ se negó a hacer comentarios.

Draper mencionó en un comunicado que le preocupaba el veredicto de Holmes porque esto implicaba que estaba en riesgo el espíritu empresarial de Estados Unidos. “La voluntad de apostarle a estos emprendedores y a su visión ha convertido a Silicon Valley en la máquina de innovación del mundo”, explicó.

La presentación de Holmes no sorprendió a todos los que la escucharon. Bijan Salehizadeh, un inversionista de Highland Capital Partners, comentó que no invirtió en Theranos en 2006 porque Holmes no quiso o no pudo contestar casi ninguna de sus preguntas.

Pero cuando la recaudación de capital de Theranos acaparó los titulares, Salehizadeh dudó de su decisión. Los inversionistas de riesgo que permanecieron afuera del Hotel Rosewood en la calle Sand Hill, una de las principales arterias de Silicon Valley, en Menlo Park, California, comenzaron a entusiasmarse con la empresa, señaló.

“Decían cosas como: ‘Esto de Theranos está muy bien … tú, que estás dentro de la industria de la atención médica, ¿lo viste y no entraste? ¿Cómo es posible que dejaras pasar un unicornio que estaba en tu oficina en sus primeras etapas?’”, comentó.

Holmes aprovechó toda esa publicidad para atraer mayores sumas de dinero provenientes de familias acaudaladas; entre ellas, las de los herederos de las fortunas de Amway, Walmart y Cox Enterprises. Los conocedores de la industria también ofrecieron su apoyo. El gigante de los medios Rupert Murdoch conoció a Holmes en una fiesta de Silicon Valley organizada por Yuri Milner, un inversionista en tecnología, quien le dio a Murdoch muy buenas referencias de Holmes, según se relata en “Bad Blood”, un libro del exreportero de The Wall Street Journal, John Carreyrou.

Brian Grossman, un inversionista del fondo de inversiones de alto riesgo enfocado en la atención médica PFM Health Sciences, se enteró de Theranos a través de Thomas Laffont, cofundador de Coatue Management, un destacado fondo de inversiones con presencia en San Francisco. En un correo electrónico que fue parte de la presentación de documentos en el tribunal, Laffont señaló de manera enfática que Theranos tenía “una de las juntas directivas más sorprendentes que había visto” y comentó que la empresa de Grossman debía decirle “CUANTO ANTES” si le interesaba que los pusiera en contacto.

Coatue no respondió a la solicitud de hacer comentarios y PFM Health Sciences se rehusó a comentar.

El año siguiente, cuando Carreyrou estaba investigando para el periódico las afirmaciones de Theranos, Holmes recurrió a la forma más usada en Silicon Valley para distraer: llamar adversario a cualquiera que haga preguntas incómodas. Antes de que Carreyrou publicara su primer reportaje sobre Theranos, Holmes y su pareja de aquel entonces, Ramesh Balwani, quien era director de operaciones de la empresa emergente, se burlaron de la ascendencia francesa del reportero.

Después de que el periódico publicó el artículo, Holmes lo impugnó de la misma manera en que lo hacen muchas personas de la industria de la tecnología. “Es lo que sucede cuando trabajamos para cambiar las cosas”, aseveró en una entrevista de televisión. “Primero creen que estamos locos, luego nos atacan y luego, de pronto, cambiamos el mundo”.

En los años posteriores a que fracasara Theranos, otras empresas emergentes han seguido su estrategia de buscar fuera de la pequeña red de la calle Sand Hill a compañías de capital de riesgo para que las financien. Las empresas emergentes están recaudando más dinero en valoraciones más altas y los acuerdos se están acelerando. Los fondos de inversiones, los fondos de cobertura, las plataformas de inversión, los fondos patrimoniales privados y los megafondos, como el Vision Fund de SoftBank, se han apresurado a apoyarlas.

Salehizadeh comentó que el cambio de Silicon Valley a enfocarse en la recaudación de fondos más que en todo lo demás fue una de las razones que le quedaron para estructurar una empresa de capital privado en la costa este. El gran capital les aportó mayor glamur a las empresas emergentes de tecnología, afirmó, pero no tenía mucho fundamento en los principios empresariales.

“Siempre te quedas con la sensación de que eres un idiota o eres un genio”, comentó. “No es nada fácil ser inversionista”.



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