Vox Populi
El difícil camino de la adopción en México
Mariana Rodríguez Cantú | The Washington Post
En casas hogar de México hay miles de niñas y niños que han vivido historias terribles. Bebés de meses que son abandonados y que no pueden ser adoptados porque no hay un consentimiento firmado. Mamás de 13 años que no pueden o no quieren criar a sus hijos y que, por ser menores de edad, no pueden autorizar la adopción por lo cual los pequeños deben quedarse en una casa hogar hasta que sus padres alcancen la mayoría de edad.
Hay niños abusados sexualmente, niñas prostituidas por sus padres, adolescentes que tienen a su papá preso por narcotráfico y a su mamá en situación de calle. Unos no deben volver a sus casas por su propia seguridad, otros no tienen un hogar a dónde regresar.
Estos casos nos plantean muchas preguntas: ¿qué pasa cuando volver con su familia biológica no es una alternativa para los niños? ¿Qué pasa cuando no hay una familia biológica que consienta una adopción? ¿Qué pasa cuándo es la propia familia la que representa un peligro para los niños? ¿Qué pasa con las niñas que tienen bebés, qué pasa con sus bebés?
Quise comenzar por contar las historias de las niñas y niños que viven en casas hogares, sobrevivientes que, en la mayoría de los casos, además de ser abandonados, han sido víctimas de violencia y abusos, para después hablar de números y las pocas oportunidades que tienen de ser adoptados.
En México, 30,000 niños, niñas y adolescentes están en casas hogares públicas y privadas esperando ser adoptados. Pero de 2016 a 2021 solo hubo 308 solicitudes de adopción y el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia Nacional (DIF) aprobó únicamente 50.
En Nuevo León, el estado en el cual soy funcionaria honorífica, el DIF señala que hay 28 niños con posibilidad de ser adoptados, 16 están en proceso de integración con personas dispuestas a adoptarlos. De los 12 que aún están a la espera de una familia, 11 padecen alguna discapacidad, tres nunca han ido a una integración y nueve han sido devueltos una o hasta tres veces.
Actualmente hay 57 solicitudes de adopción y, aunque parece una buena noticia, no lo es porque 52 de esos solicitantes ponen requisitos de no trastornos sexuales, antecedentes de violencia o discapacidad.
El primer cambio que tenemos que hacer es en nosotros, como sociedad y como personas, y entender que los niños no están en casas hogares por gusto, de vacaciones o porque sea una guardería. Ellas y ellos están ahí porque fueron víctimas y hoy son sobrevivientes que necesitan ayuda. Quienes quieran adoptar tienen que ser conscientes de que los pequeños tienen una historia que los ha afectado, que deben entender y aceptar. Porque si deciden iniciar un trámite de adopción y un proceso de integración, no pueden interrumpirlo para regresar a los pequeños como si fueran una cosa. Si ya fueron rechazados por su familia, no pueden hacerlos sufrir un nuevo rechazo.
También se necesitan cambios en las leyes federales y estatales bajo una idea simple: cada niña, niño o adolescente tiene una historia propia, un contexto diferente, por eso la restitución a la familia biológica o extensa no es siempre la mejor opción para ellos. Se debe examinar caso por caso y decidir qué es lo mejor para los pequeños.
Tenemos que eliminar las lagunas legales y hacer más sencillos los trámites de adopción, porque a pesar de que las casas hogares están para proteger, en todos los sentidos, a las niñas y niños, una estancia larga perjudica su desarrollo, adaptación en la sociedad y, siendo claros, nunca van a poder sustituir el amor que da una familia, biológica o no.
Se tiene que abrir la discusión, involucrar a organizaciones civiles, a los congresos estatales y federal, y al Poder Judicial, para lograr reformas que permitan que los menores que no tengan firmado un consentimiento de adopción, sea porque no se encuentra a sus parientes o porque sus padres son menores de edad, tengan la oportunidad de llegar con una familia que los quiera. Tenemos que lograr que a los procesos de protección se les dé la importancia que tienen, pero también evitar que las adopciones se entorpezcan o se detengan por temas burocráticos.
Que gobiernos y organizaciones de la sociedad civil abran casas hogares no es suficiente, que den refugio a algunos de los muchos niños que son sobrevivientes de abandono o violencia no es suficiente, que se abra la discusión para cambiar las reglas, hacer que los niños no tengan que pasar años en ellas y que el proceso de adopción sea más humano, no es suficiente.
Todo esto me preocupa mucho porque entonces surgen otro montón de preguntas: ¿qué pasa con los padres que están obligados a rehabilitarse o tomar terapias para recuperar a sus hijos y no lo hacen? ¿Qué pasa con los agresores de estas niñas y niños? ¿Por qué mientras los niños están encerrados los agresores siguen libres? ¿Qué pasa con los niños abandonados que no han llegado al DIF?
Ojalá que más personas nos comencemos a hacer estos cuestionamientos y que muchos hagamos algo por todos esos niños y niñas que necesitan ayuda.
aranza