Internacional - Población
Deslaves en Brasil reflejan negligencia y cambio climático
Por DIANE JEANTET
RIO DE JANEIRO (AP) — Los deslaves que arrasaron Petrópolis esta semana derribaron viviendas y desgarraron familias, dejaron su rastro en laderas y corazones y causaron al menos 136 fallecidos y más de 200 desaparecidos.
Y todo era en gran medida predecible y, hasta cierto punto, evitable.
La rápida urbanización, la mala planificación y la falta de financiamiento para vivienda protegida han afectado a esta ciudad de montaña del estado brasileño de Río de Janeiro. Poco se ha hecho en respuesta a las repetidas advertencias sobre los riesgos de construir en las laderas, dijeron investigadores y funcionarios, actuales y pasados, a The Associated Press.
Y ante la evidencia de que el cambio climático está provocando lluvias más intensas, el peligro no ha hecho más que aumentar, y no solo en Petrópolis.
Más de 1,500 personas han fallecido en deslaves similares en las últimas décadas en esa parte de la Sierra del Mar. Solo en Petrópolis, más de 400 personas han perdido la vida a consecuencia de fuertes tormentas desde 1981.
Antônio Guerra, profesor de geografía de la Universidad Federal de Río de Janeiro, lleva casi 30 años estudiando las catástrofes meteorológicas en Petrópolis. Ha visitado docenas de lugares donde los torrentes de lodo han engullido casas y vidas, y ha investigado las causas de base.
“La lluvia es el gran villano, pero la causa principal es el mal uso del suelo. Hay una falta total de planificación”, afirmó Guerra en una entrevista telefónica.
El crecimiento descontrolado de Petrópolis es reciente. Enclavada en la montaña a unos 65 kilómetros (40 millas) de Río de Janeiro y bautizada con el nombre de un antiguo emperador brasileño, la ciudad fue una de las primeras del país con planificación urbanística.
Los primeros pobladores levantaron viviendas señoriales a lo largo de sus vías de agua. Pero en las últimas décadas, su prosperidad ha atraído a gente de zonas más pobres y su población creció hasta rondar los 300,000 habitantes. Las laderas están cubiertas ahora de pequeñas casas apiñadas, construidas por personas que no son totalmente conscientes de los peligros. Muchas se han edificado sin los permisos adecuados porque sus propietarios no pueden permitirse vivir en otro lugar.
Muchas zonas de alto riesgo son incluso más vulnerables debido a la deforestación o a un drenaje inadecuado, apuntó Guerra. Con el paso del tiempo, la gente olvida los desastres y regresa a las zonas devastadas, construyendo en terrenos poco seguros.
Durante casi dos décadas, Yara Valverde dirigió la oficina local del regulador ambiental federal. En 2001, puso en marcha el primer sistema de alerta de riesgo hidrogeológico instalando botellas de plástico en las comunidades para recolectar agua de lluvia. Cuando se alcanzaba cierto nivel, las sirenas se activaban.
El programa no tenía financiamiento público, por lo que reclutó a voluntarios.
Entre 2007 y 2010, Guerra y un equipo de ingenieros civiles y geólogos cartografiaron las zonas de riesgo en Petrópolis y enviaron sus conclusiones a la ciudad. El enero siguiente, las intentas lluvias provocaron deslaves que dejaron cerca de 1,000 fallecidos, 71 de ellos en Petrópolis. Fue considerado el peor desastre natural en la historia de Brasil.
La ciudad ha reconocido el problema. En 2017, las autoridades apuntaron que el 18% de la urbe, incluyendo unas 20,000 viviendas, estaba en riesgo algo o muy alto. Otras 7,000 personas deberían ser reubicadas también, según un plan desarrollado por la ciudad que exigía la construcción de viviendas asequibles y la suspensión de las obras en zonas de riesgo.
Guerra, Valverde, las organizaciones no gubernamentales y los residentes sostienen que se ha hecho poco para llevarlo a cabo.
En Petrópolis hay poco espacio disponible para viviendas de nueva construcción seguras, y sacar a los residentes de sus casas es una medida políticamente impopular ya que a menudo no hay un lugar donde reubicarlos cerca. Antes incluso de que la pandemia golpease la economía local, el estado de Río trataba de recuperarse de una demoledora recesión de tres años.
Pero el diario brasileño Folha de S. Paulo, citando datos oficiales, reportó que el gobierno regional invirtió menos de la mitad de los fondos destinados a su programa de prevención y respuesta a desastres.
La secretaría de Construcción e Infraestructuras estatal explicó en un correo electrónico a The Associated Press que las inspecciones de las zonas de riesgo, la política de vivienda y las reubicaciones son responsabilidad de la ciudad.
Petrópolis no respondió a las repetidas solicitudes de información acerca del número de familias trasladadas desde 2017 y las demás medidas adoptadas para ejecutar el plan.
El presidente del país, Jair Bolsonaro, trató de esquivar la culpa afirmando que el presupuesto para medidas preventivas es limitado. “Muchas veces no tenemos forma de protegernos contra todo lo que puede pasar”, dijo el viernes en Petrópolis, respondiendo a la indignación generalizada.
Las fuertes lluvias son habituales en la región, especialmente entre diciembre y marzo, coincidiendo con el verano austral. Pero con el cambio climático, las precipitaciones parecen ser cada vez más intensas, según los expertos.
El sureste de Brasil se ha visto azotado por intensas lluvias desde que empezó el año, con más de 40 muertes en deslaves registrados en la región de Minas Gerais en enero y en Sao Paulo días más tarde ese mismo mes. Esto se produjo tras meses de sequía — la peor del país en 90 años — que hizo que el nivel de los embalses del sureste cayera tanto como para plantear un posible racionamiento.
“Todos son fenómenos meteorológicos extremos que ocurren muy cerca unos de otros. El cambio climático también actúa aumentando la frecuencia de estos fenómenos, y lo estamos observando de forma clara”, explicó Marcelo Seluchi, coordinador del Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales del gobierno. “No se trata de mirar a un fenómeno en concreto, sino al conjunto”.
En la víspera del último deslave, el centro de Seluchi envió una alerta de riesgo “muy alto” para Petrópolis, alertando de lluvias con “potencial para causar un gran impacto en la población”. La agencia recomendó a las autoridades considerar la evacuación de las zonas de riesgo.
Al día siguiente, en apenas tres horas cayeron 25,9 centímetros (10 pulgadas) de lluvia, de lejos el peor dato desde 1932, según el centro.
En una conferencia de prensa el miércoles, el gobernador de Río, Claudio Castro, insistió en que el diluvio fue “totalmente imprevisible”. No se pronunció acerca de si la destrucción y los decesos pudieron haberse evitado.
Dieciocho de las 20 sirenas de alerta de Petrópolis sonaron antes de las riadas letales del martes, advirtiendo a los residentes de un peligro inminente, pero la AP no pudo hallar evidencia de que las autoridades ordenasen evacuaciones.
Algunos residentes contaron a la AP que habían recibido mensajes de texto de las autoridades avisándoles de la tormenta. Otros dijeron que no recibieron aviso alguno. Y con la mayoría de las sirenas concentradas en el centro de la ciudad, varios distritos quedaron excluidos.
La ciudad no respondió a las múltiples peticiones de comentarios de The Associated Press.
Según Fernando Araújo, de 46 años, el gobierno ha ignorado a su vecindario de Vila Felipe desde que recuerda.
“Como residente que lleva viviendo aquí 46 años, estoy seguro de que cuando salga el sol y el tiempo se estabilice no vendrán más a prestarnos atención. La gente, por su cuenta, limpiará las cosas, reconstruirá y, en algún momento en el futuro, esto ocurrirá de nuevo”, afirmó.
Según Valverde, en muchas ciudades de la región falta voluntad política para enfrentar el problema.
“Dicen que les preocupa, pero cuando llega el momento de tomar decisiones, de sacar casas de zonas de riesgo, de impedir nuevas obras... acaban cediendo”, afirmó.
“Tienen que asumir responsabilidades. Si no, esto se repetirá una y otra vez”, señaló.
JMRS
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