Nacional - Seguridad y Justicia
Turistas, drogas y violencia en la Riviera Maya de México
Por Elisabeth Malkin | The New York Times
Los titulares en México han sido estremecedores. Dos mujeres murieron en fuego cruzado cuando bandas rivales empezaron a disparar en un restaurante concurrido en una acera de Tulum. Unos hombres armados se enfrentaron en una playa cercana a Puerto Morelos mientras los turistas se refugiaban en un hotel Hyatt. Un sicario compró un pase de un día con todo incluido en un hotel en Playa del Carmen para dispararle a uno de sus blancos en el bar de la alberca.
Pero la oleada de incidentes violentos ocurridos en los últimos meses en la Riviera Maya, la franja de playas caribeñas que se extiende unos 130 kilómetros al sur de Cancún hasta las ruinas mayas de Tulum, no parece haber asustado a los millones de viajeros que llegaron el año pasado para disfrutar de unas vacaciones pandémicas en la playa, bucear en los arrecifes de coral o bailar en los bares bohemios.
“Todo es violencia relacionada con las drogas, así que no nos afecta”, dijo Elizabeth Sedgemore, de 50 años, de Seattle, quien paseaba por Puerto Morelos un mediodía reciente en busca de un restaurante con su marido, Gregory, de 59 años. Él añadió: “Simplemente no nos ponemos en situaciones en las que vayamos a tener problemas. No nos drogamos, no traficamos con drogas, no salimos hasta tarde, así que nos sentimos muy seguros”.
La región, que forma parte del estado de Quintana Roo, se reabrió con rapidez tras los primeros meses de la pandemia, ya que México acogió a los turistas extranjeros mientras gran parte del mundo permanecía cerrado. El país no impuso ni una sola restricción a la entrada por vía aérea: los viajeros, vacunados o no, podían entrar sin someterse a las pruebas del coronavirus y no enfrentaban ninguna medida de cuarentena. En México, a medida que avanzaba la pandemia, los confinamientos y otras medidas —como la imposición de límites a la ocupación en hoteles y restaurantes y el uso generalizado de mascarillas en interiores— variaron según el estado, e incluso en los diferentes municipios de Quintana Roo.
ââLos turistas parecían tomarse las normas más a la ligera que la mayoría de los mexicanos, quienes sufrieron mucho en la pandemia. México ha confirmado más de 315,000 muertes por COVID-19, pero los expertos creen que el número es mucho mayor. Las cifras del gobierno muestran que el exceso de mortalidad —el número de muertes por encima de lo que habría que esperar en condiciones “normales”— superó los 667,000 fallecimientos durante la pandemia.
Pero mientras otras zonas turísticas aplicaban restricciones, Tulum, que comercializa su espiritualidad hippy chic, siguió de fiesta, y en noviembre de 2020 acogió un festival de cinco días que se convirtió en un evento superpropagador del coronavirus.
Ahora que los turistas han regresado en todo su apogeo a la Riviera Maya, los problemas más profundos están saliendo a la luz. Al lado de los ostentosos hoteles todo incluido de la región están los pueblos en crecimiento en los que operan abiertamente bandas delictivas que venden drogas y extorsionan a los negocios locales, según las autoridades y los grupos empresariales.
“Desafortunadamente vienen personas que, fuera de tener unas vacaciones turísticas, de descanso, de esparcimiento, vienen a consumir drogas, vienen a tomar alcohol”, dijo Óscar Montes de Oca, fiscal general del estado de Quintana Roo. “Vienen a hacer cosas que no harían en su lugar de origen. Y esa demanda provoca que aquí haya oferta, y ahí se generan todos los conflictos”.
Las señales de alerta llevan varios años encendidas, sobre todo en la ciudad más grande de la región, Playa del Carmen, donde un ataque a un festival internacional de música en 2017 mató a cinco personas. En 2019, unos atacantes abrieron fuego en un bar local al que acudía la clase trabajadora, y murieron siete hombres.
Lo que es nuevo es que las bandas han llevado sus batallas al corazón de las zonas turísticas.
La reciente racha comenzó en Tulum el 20 de octubre, cuando el líder de una banda criminal entró en el restaurante La Malquerida para escapar de un ataque de sus rivales, en el que murió accidentalmente una mujer de Alemania y una mujer de origen indio que vivía en California. Otros tres turistas europeos resultaron heridos.
Unas dos semanas más tarde, el 4 de noviembre, dos bandas se enzarzaron en un tiroteo en una playa cercana a Puerto Morelos llamada Bahía Petempich, mientras los turistas del hotel Hyatt Ziva Riviera Cancún huían hacia el vestíbulo, donde el personal, agazapado, los condujo por las escaleras a habitaciones seguras. Dos de los atacantes murieron y un turista de Utah resultó herido.
“Lo que lo hace chocante es que uno se siente seguro en estos hoteles todo incluido”, dijo Mike Sington, un ejecutivo de entretenimiento jubilado de Los Ángeles que se alojaba en el Hyatt y que publicó un video de los huéspedes del hotel escondidos. “Están todos amurallados y asegurados”, dijo.
En el Hotel Xcaret de Playa del Carmen, el 21 de enero, un hombre armado consiguió entrar en los terrenos del hotel donde, según las autoridades, disparó y mató a dos hombres canadienses e hirió a la esposa de uno de ellos. Las víctimas del asesinato tenían vínculos con el crimen organizado en Canadá, dijo Montes de Oca, quien añadió que fueron asesinados por una deuda relacionada con el tráfico de armas y drogas. Un hombre acusado de explorar el complejo durante varios días antes del atentado y de conducir el vehículo de la huida, así como una mujer canadiense que fue vista hablando con el atacante antes del tiroteo, están detenidos.
A estas muertes les siguió la del gerente argentino de un club playero en Playa del Carmen el 25 de enero. Las autoridades dicen que fue asesinado por los miembros de una banda criminal que había planificado una gran fiesta en el club. Cuando las autoridades municipales bloquearon el evento, la banda se vengó del club.
Y la violencia ha continuado. El 19 de febrero, traficantes de drogas rivales abrieron fuego en Art Beach Tulum, un restaurante a las afueras de Tulum donde un pedido de lubina con risotto de espárragos y cremoso de algas cuesta 35 dólares. Dos de los traficantes murieron.
Ese suceso puso de manifiesto cómo Tulum, en particular, se ha convertido en un centro de consumo de drogas en la Riviera Maya. Diez bandas criminales se han repartido las ventas en la zona, dijo Montes de Oca, y cuando invaden el territorio de las demás, lo que “empieza como un delito menor, digámoslo así, la venta de drogas, termina en una tragedia”.
Reacción a una ofensiva
Las autoridades locales afirman que la última ronda de violencia es una reacción a los esfuerzos del estado por reprimir la delincuencia, después de que las fuerzas del orden fueran ignoradas por los anteriores gobiernos estatales. La policía ha desplazado a los cárteles de las playas y las calles principales, donde los traficantes venden recuerdos u ofrecen masajes como fachada. Las investigaciones sobre las bandas criminales que venden drogas en restaurantes y bares han llevado a la detención de cientos de líderes de bandas, dijo Lucio Hernández Gutiérrez, secretario de Seguridad Pública de Quintana Roo.
Los grupos quieren “seguir en estos espacios, que les dan ganancias exorbitantes”, dijo.
Con la inversión en capacitación y tecnología policial, los índices estatales de homicidios y la mayoría de los delitos violentos han disminuido en los últimos tres años, dijo Montes de Oca, pero reconoció que la violencia reciente ha creado un problema para el estado. “Estos eventos suceden en lugares icónicos, en lugares muy vulnerables, que mediáticamente afectan mucho a la percepción que se pueda tener respecto a la seguridad en el estado”, dijo.
Más de 6,6 millones de turistas extranjeros volaron a Cancún y la Riviera Maya el año pasado, según la Secretaría de Turismo de México, y otros más llegaron en cruceros o en vuelos nacionales mexicanos, y todos ellos, excepto un puñado, disfrutaron de unas vacaciones tranquilas. Son los mexicanos los que sufren de forma abrumadora el peso de la violencia, que atraviesa todas las clases y a gran parte del país. Los trabajadores de la construcción de un hotel de lujo fueron extorsionados y cooptados por los cárteles de la droga. Un candidato a la alcaldía de Puerto Morelos fue acribillado en un restaurante. Los taxistas de Tulum son asesinados en sus coches y los propietarios de restaurantes dicen que los extorsionadores les dejan mensajes escritos a mano acompañados de una bala como advertencia.
Desde el estallido de la violencia en las zonas turísticas, las fuerzas del orden de Quintana Roo se apresuraron a anunciar las detenciones en cada caso. En diciembre, un contingente adicional de unos 1500 miembros de la Guardia Nacional de México empezaron a patrullar las playas en una señal de la seriedad con la que el gobierno federal se ha tomado la amenaza a la industria turística del país.
Pero muchos se preguntan hasta qué punto es sostenible este enfoque. “Para mí, es un disfraz”, dijo Fabiola Cortés, una abogada y periodista que ayudó a exponer los negocios del exgobernador de Quintana Roo. Ahora está en la cárcel, enfrentándose a un juicio por cargos de corrupción. “Cuando hay asuntos de alto impacto, detienen a quien sea”.
David Ortiz Mena, presidente de la Asociación de Hoteles de Tulum, dijo que el rápido crecimiento de Tulum en los últimos años había sido descontrolado, sin pensar en el efecto de organizar fiestas en la selva para 5000 personas. Reconoció que las autoridades habían comenzado a hacer algunos progresos, pero añadió: “El hecho de que la policía no pueda crecer junto con la población es también un problema de sustentabilidad”.
Creciente número de turistas
Por ahora, parece que la mayoría de los turistas que han oído hablar de los asesinatos parecen dispuestos a sopesar los riesgos y hacer el viaje a la Riviera Maya.
En diciembre, cuando cuatro de los cinco miembros de la familia de Pam Singh tuvieron COVID-19, ella decidió que “teníamos que sacar algo bueno de esto” y reservó unas vacaciones para aprovechar la inmunidad de la familia tras la enfermedad.
Singh, de 47 años, quien vive en Brooklyn, ya había viajado a Puerto Vallarta, en la costa del Pacífico mexicano, y buscaba un destino al que fuera fácil llegar. “El paisaje es hermoso, la hospitalidad es cálida y la comida es deliciosa”, dijo. “Es difícil discutir todo lo que ofrece México”.
Investigando en internet, se decidió por una semana en un hotel con todo incluido en Puerto Morelos, que prometía actividades para sus tres hijos, de 8 a 15 años, y buena comida.
También vio las noticias sobre la violencia. “No me pareció especialmente alarmante”, dijo por teléfono desde su hotel, y señaló que el complejo está en un área cerrada. “Entiendo que era algo fuera de lo común para la región”.
Pero Singh, abogada internacional de derechos humanos, y su esposo, Jeff Locke, de 49 años, profesor, pueden tener un umbral de riesgo más alto que los turistas que vienen de una plácida zona rural, dijo. “Vivimos en Nueva York y no es que la delincuencia no aumente. Aprendes a vivir con ello y a tomar precauciones. Unas vacaciones no son diferentes”.
Esa parece ser la actitud que adoptan muchos turistas. Casi ninguna de las consultas recientes a Del Sol Travels, que planifica bodas en la Riviera Maya, ha tenido que ver con la seguridad, dijo Matt Adcock, propietario de la empresa.
“¿Estas personas tienen preocupaciones? Creo que sí”, dijo Adcock, un nativo de Atlanta que ha vivido en Playa del Carmen desde 2007. Opina que la gente se ha insensibilizado durante la pandemia. “Pienso que están sopesando el riesgo con la recompensa y tomando la decisión”.
La empresa tiene reservaciones para seis bodas este año hasta abril y está gestionando consultas para 2023.
Missy Skoog, asesora de viajes de Travel Leaders en Mineápolis, dijo que la mayor preocupación que escucha de los viajeros que están considerando en ir a la Riviera Maya es el riesgo de quedar atrapados en México por dar positivo por coronavirus antes de su vuelo de regreso a EE. UU.
Skoog dijo que los acontecimientos recientes son incidentes aislados. Si considerara que la región, que visita tres o cuatro veces al año, no es segura, no enviaría a la gente a la Riviera Maya, que es una de sus regiones más vendidas este año. “Hemos visto un aumento de violencia aquí”, dijo Skoog, refiriéndose a Mineápolis. “Ellos han visto un aumento de violencia allí”.
No todos los turistas están convencidos. Atul Tiwary, de 27 años, quien trabaja en el sector financiero en Nueva York y ha viajado varias veces a la Riviera Maya en el pasado, tenía previsto volver en marzo con tres amigos. “Una persona propuso la idea de reconsiderarlo debido a este asunto y todos estuvieron de acuerdo”. El grupo cambió su destino a Cabo San Lucas.
“Diría que soy un viajero bastante aventurero en cuanto a culturas lejanas”, dijo. “Lo que me preocupa es el delito violento, que es bastante visible como turista”.
En el momento del tiroteo en el Hyatt Ziva Riviera Cancún, Vacaya, una agencia de viajes LGBTQ, tenía un grupo de unos 700 huéspedes en el hotel, incluido Sington. Era el tercer viaje anual que Vacaya había reservado en la Riviera Maya. Este próximo año, en noviembre, irá a Puerto Vallarta en su lugar, pero la empresa había decidido cambiar antes del incidente del tiroteo, para variar. “No hemos abandonado la Riviera Maya”, escribió el cofundador de Vacaya, Patrick Gunn, en un correo electrónico. “Pero consideraremos el clima general y las mejoras realizadas por las autoridades locales antes de volver”.
Miedo a las bandas criminales
Algunos restaurantes locales ven la venta de drogas como un “mal necesario”, dijo el propietario de un restaurante que conoce el problema y pidió no ser identificado por su nombre por temor a represalias violentas. Los cárteles llegan y obligan al restaurante a colocar a un traficante dentro del local o en la entrada, dijo. Los propietarios no acuden a las autoridades porque temen que la corrupción de la policía haga que su denuncia llegue a las bandas criminales.
“Siempre hay una opción”, dijo James Tobin, agente de bienes raíces de Cancún y activista contra la delincuencia que ahora forma parte del Consejo Nacional de Seguridad Pública del gobierno federal. “La opción es denunciar o cerrar”.
“Si toda la ciudadanía cree que la policía es corrupta, el único que gana es el crimen organizado”, añadió.
Otros empresarios coinciden en que el gobierno ha mostrado voluntad para atacar al crimen y señalan las detenciones realizadas después de cada incidente, así como las investigaciones más amplias para determinar a los líderes de las bandas criminales que realizaron las balaceras. “No es un trabajo de la noche a la mañana”, dijo Iván Ferrat Mancera, presidente del Consejo Coordinador Empresarial del Caribe, la principal alianza de grupos empresariales y organizaciones sin fines de lucro de la región. “Si los enfrentas, habrá muertes”.
Nada de eso parecía preocupar a Angelica y Vincent Shields, de Nueva York, quienes tienen más de 70 años y vienen a Puerto Morelos desde hace dos décadas. “Nos vacunamos y nos subimos al avión”, dijo Shields.
“Venimos aquí por un mes y nos sentimos seguros”, dijo Angelica Shields, quien dijo estar tranquila por la presencia de la Guardia Nacional. “Allá en casa, en Nueva York, también los veo”.
“Solo me gustaría decir: ¡Viva México! La gente es genial y la comida es fantástica”. Sin olvidar, añadió, las margaritas.
Jamileth
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