Como Anillo al Dedo
Vladimir Putin, el político ruso más influyente desde la Guerra Fría
Ramiro Cué Barberena | France 24
El actual mandatario ruso figura en los primeros planos del país desde 1999, enlazando una presidencia interina, un lustro como primer ministro y transitando su cuarto ciclo como jefe de Estado, lugar que ocupará al menos hasta 2024. Con un carácter sobrio e imprevisible en la esfera internacional, conquistó el favor del pueblo al reinstaurar el sentimiento nacionalista acompañado por el dominio de la comunicación local y con los oligarcas opositores fuera del juego.
"Quien quiera que intente detenernos y crear más amenazas para nuestro país, nuestro pueblo, debe saber que la respuesta de Rusia será inmediata y les llevará a tales consecuencias que nunca han enfrentado en su historia", fue una de las frases más impactantes del anuncio que Vladimir Putin hizo al notificar que daría inicio a la acción militar sobre Ucrania.
Rompiendo la solemnidad protocolar de los anuncios presidenciales que suelen comprender un estrado, con tonos conciliadores, postura erguida y mirada recta, Putin, recostado en su respaldar y con las manos sobre su escritorio, comunicó con una mirada autoritaria el comienzo de la embestida bélica.
El mandatario ha basado su discurso en el nacionalismo ruso y estas dos décadas iniciales del siglo XXI en Rusia están caracterizadas por el régimen y la influencia de su figura. Criticado en el exterior, sigue teniendo un amplio apoyo fronteras adentro, donde sus opositores se enfrentan con una feroz represión.
Los orígenes de Putin
Lejos de los puestos de influencia y poder que hoy ocupa, la historia de Vladimir Putin comienza en 1952 en una familia de bajos recursos de Leningrado –la actual San Petersburgo- durante la era de posguerra.
Compartió un apartamento comunal junto a sus padres y otros dos hermanos los primeros 18 años de su vida. El libro 'En primera persona', conformado por entrevistas que él mismo dio a tres periodistas en el año 2000, relata que el actual presidente de Rusia tiene una historia donde debió experimentar la pobreza y la escasez de alimentos.
En 1970 arrancó a estudiar en la Facultad de Derecho de la Universidad estatal de Leningrado, donde se recibió con honores cinco años después. Cuando culminó su preparación académica fue reclutado por el Comité para la Seguridad del Estado ruso, mejor conocido como KGB.
Luego de su capacitación en la Academia de Espionaje, en 1985 desarrolló tareas de contraespionaje en la ciudad de Dresden, en Alemania Oriental. Sin embargo, tras la caída del muro de Berlín, retornó a la Unión Soviética para adentrarse paulatinamente en el mundo político luego de conocer a Anatoli Sobchak, su mentor.
Los inicios de su carrera política
Bajo el ala de Sobchak, Vladimir Putin incursionó en la política recién en 1991. Con la victoria de Sobchak como alcalde de San Petersburgo, Putin fue nombrado presidente del Comité de Relaciones Exteriores, encargado de trazar puentes con socios en el exterior. Sus buenas labores hicieron que se le confiara la Alcaldía cuando Sobchak no estaba presente y luego lo nombraron vicealcalde primero.
Sus desempeños en las tareas municipales propiciaron que Putin entrara en contacto con Anatoli Chubáis, una figura trascendental para entender la economía rusa actual. Junto con Sobchak, fueron las claves para que Putin ingresara a la esfera nacional.
Con la caída de Sobchak en San Peterbusgo en 1995, Putin migró a Moscú para sumarse al equipo del presidente Boris Yeltsin. Si bien ingresó como vicedirector del departamento de Gestión de Bienes, rápidamente subió peldaños. Primero, como vice jefe de la Administración del departamento de Control. Luego, director del Servicio Federal de Seguridad, ente que ocupó el espacio del KGB.
En 1999 asumió la jefatura del Gobierno y a fines de ese año, por la repentina renuncia de Yeltsin, se erigió como sucesor interino, puesto que confirmó luego de imponerse en las elecciones de marzo del 2000 con casi el 53% de los votos.
El siglo XXI, la era de Putin en Rusia
Subestimado en sus inicios por los oligarcas poderosos del país, quienes lo consideraban un hombre maleable que terminaría favoreciendo los intereses de los magnates, rápidamente Putin enterró las pretensiones ajenas para levantar un régimen sólido que 22 años después sigue contando con el favor del pueblo.
Transformó la Segunda Guerra Chechena en una causa nacionalista y un bastión de su campaña electoral. El triunfo sobre rebeldes y células terroristas fue la primera muestra de la capacidad de Putin para controlar conflictos armados. La guerra terminó con la captura de la capital chechena en febrero y el restablecimiento de un mando dirigido por el Kremlin en mayo del 2000.
En su primer gobierno tuvo crecimientos destacados en materia económica al incrementar el Producto Interno Bruto en un 72% y derrumbar la pobreza un 50%, cifras que le dieron un respaldo social vital para ganar la reelección en 2004.
Imposibilitado de ir por un tercer mandato por la Constitución rusa de 1993, en 2007 impulsó la candidatura de su primer ministro, Dmitri Medvedev, como sucesor. En una votación récord, según Borís Gryzlov -presidente de la Cámara Baja-, Putin fue nombrado como 'premier' del gobierno de Medvedev con amplia mayoría. En este ciclo se promulgó una reforma que extendió los ciclos presidenciales de cuatro a seis años.
En 2012, Putin arrasó para una tercera etapa al imponerse en primera vuelta; mientras en 2018 obtuvo el 70% para dar lugar a un cuarto mando como jefe de Estado ruso. Aunque los últimos comicios tuvieron una baja participación.
El control de los medios y la oligarquía
Mientras la mirada occidental tiene a Rusia y a Vladimir Putin como un régimen autoritario, agresivo y con numerosas violaciones hacia los derechos humanos, fronteras adentro el pueblo ruso ve la figura de su presidente como un hombre fuerte, dominante y comprometido con la causa del Estado Ruso.
A pocos meses de asumir en el 2000, Putin se encargó de 'limpiar' los medios de comunicación de opositores, algo que sorprendió a los oligarcas. De esta manera, configuró el manejo de información en relación a las necesidades propias.
Por un lado, se deshizo de críticos como el magnate Vladimir Gusinsky. Por el otro, bajó línea sobre lo que debía decirse –como en el caso del conflicto en Chechenia-, enalteciendo su figura y trastocando sus índices de popularidad, con lo que proyectó la imagen de un líder implacable.
El canal independiente de Gusinsky, NTV, fue el primer gigante mediático en caer. Con una audiencia de 100 millones de personas y un alcance del 70% del territorio, fue derribado junto a otros medios.
En la actualidad, de las 3,000 emisoras televisivas de Rusia, la mayoría no se dedica a cubrir noticias políticas. Las que sí lo hacen deben someterse a los controles gubernamentales. El medio más importante es RT, popular plataforma internacional que expande los lineamientos del Kremlin hacia el mundo en distintos idiomas.
Por otro lado, Gusinsky no fue el único oligarca en perder influencia. Tras observar cómo los magnates habían sido un problema durante la Administración de Yeltsin, Putin apuntó a dominarlos.
Boris Berezovsky –lobista y dueño de empresas de alto perfil- y Mijaíl Khodorkovsky –gigante petrolero- fueron dos de los ‘peces gordos’ tumbados por el presidente. Acusados por corrupción, lavado de dinero, los oligarcas corrieron distintas suertes. Algunos, encarcelados; otros, forzados a exiliarse. Unos pocos fallecieron en condiciones sospechosas. Los grandes conglomerados quedaron en manos de hombres cercanos a Putin.
Los conflictos bélicos
Durante los 20 años de Vladimir Putin como líder ruso, la nación adoptó un estilo de guerra indirecto, bajo lemas que sirvieron como excusa para invadir nuevos territorios. Hay tres casos significativos: la guerra chechena del 2000, el conflicto con Crimea en 2014 y el avance en Siria de 2018.
La primera, anteriormente descrita, fue considerada por la comunidad internacional como un problema interno ruso, lo que dio vía libre a avances militares. Con la región ucraniana el alegato fue “proteger intereses de Rusia”; mientras que en Siria fue por pedido del presidente Bashar al-Asad.
Con procedimientos no lineales, Moscú pudo llevar a cabo sus misiones sin encender las alarmas de la comunidad internacional. Con su bajo perfil en el aspecto militar, la Rusia de Putin volvió a sorprender al mundo al atacar a Ucrania en las últimas horas.
aranza