Ciencia, Tecnología y Humanidades
Nuevos descubrimientos sobre las vacunas preocupan a los padres de niños pequeños
Por Apoorva Mandavilli | The New York Times
Para los padres estadounidenses, en especial los que tienen niños pequeños, los últimos dos meses han sido vertiginosos y muy frustrantes.
A principios de febrero, los organismos reguladores federales de Estados Unidos anunciaron que evaluarían la vacuna contra el coronavirus de Pfizer-BioNTech para los niños más pequeños, pero diez días después desecharon ese plan con el argumento de que tenían dudas sobre la eficacia de la vacuna en ese grupo etario.
Poco después, los científicos informaron que la vacuna solo ofrecía una protección débil contra la infección por la variante ómicron entre los niños de 5 a 11 años y que parecía ofrecer poca protección contra la enfermedad moderada ocasionada por la COVID-19 entre los adolescentes de 12 a 17 años.
El lunes 7 de marzo, citando estos datos, el director general de salud pública de Florida declaró que los niños sanos no necesitan ser vacunados, consejo que Jen Psaki, la secretaria de prensa de la Casa Blanca, calificó de “sumamente preocupante”.
A pesar de todo, los expertos han seguido defendiendo las vacunas, señalando que, aunque la variante ómicron pueda penetrar las defensas inmunitarias y contagiar a las personas, las vacunas siguen previniendo las complicaciones graves y los fallecimientos, y pueden hacerlo durante años.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por su sigla en inglés) descubrieron que un número récord de niños menores de 5 años habían sido hospitalizados durante la oleada de ómicron, y subrayaron la necesidad de vacunarlos, pero desde entonces la agencia ha dicho que el 90 por ciento de los estadounidenses puede dejar de usar cubrebocas en espacios públicos interiores, incluso en las escuelas con niños pequeños.
¿Quién podría culpar a los padres por sentirse desconcertados?
“Lo confuso es que ya no existe una respuesta clara y correcta”, dijo Anne Gonzalez, una madre de 41 años con dos hijos que supervisa voluntarios para una gran organización religiosa sin fines de lucro en San Luis. “He llegado al punto de que lo único que puedo hacer es lo que me parece correcto para mi familia”.
Por suerte, las próximas semanas podrían aportar algo de claridad. Tanto Pfizer como Moderna tienen previsto comunicar los resultados de los ensayos de sus vacunas en niños pequeños. De ser positivos, deberían ser sometidos a una nueva ronda de revisión regulatoria —quizá en abril— que podría permitir la vacunación de decenas de millones de niños.
No obstante, esos resultados estarán listos cuando la variante ómicron reduzca su presencia en Estados Unidos, lo que complicará la decisión de los padres sobre la conveniencia de vacunar a los niños.
Menos de 1 de cada 4 niños de 5 a 11 años ya tienen un esquema de vacunación completo. Más de la mitad de los adolescentes de 12 a 17 años han completado sus esquemas de vacunación, pero solo un 12 por ciento ha recibido una dosis de refuerzo. Estos porcentajes son aún más bajos en las zonas rurales de Estados Unidos.
Los niños tienen menos probabilidades de enfermar, por lo que el balance de riesgos y beneficios nunca fue el mismo que el de los adultos. Ahora, hasta el 95 por ciento del país tiene algún grado de protección contra el virus debido a las vacunas o a un contagio previo, según datos recientes de los CDC.
A los expertos les preocupa que los resultados más recientes hayan dificultado aún más convencer a algunos padres de que vacunen a sus hijos.
“La información debería decepcionarnos, desearíamos que fuera mejor”, dijo Luciana Borio, exjefa científica interina de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés). “Pero, a corto plazo, es importante que los padres vacunen a los niños”.
Es posible que el país experimente un aumento de los contagios en el otoño o el invierno, y la mejor protección para los niños será haber recibido al menos dos dosis antes de esa fecha, dijo Borio.
Las vacunas continúan previniendo enfermedades graves y la muerte, incluso con la variante ómicron. Esa tendencia es particularmente clara en los hospitales, dijo James Campbell, médico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland y miembro del comité de enfermedades infecciosas de la Academia Estadounidense de Pediatría.
Entre sus pacientes pediátricos que estaban lo suficientemente enfermos como para necesitar un ventilador mecánico o morir, “todos y cada uno de ellos no estaban vacunados”, dijo Campbell.
La disyuntiva de la dosis
Los estudios recientes sugieren que el problema no es tanto la vacuna como la dosis.
En los ensayos realizados en adultos en 2020, los fabricantes de vacunas hicieron sus mejores conjeturas sobre la dosis correcta y optaron por intervalos cortos entre las inyecciones para proteger a las personas lo más rápido posible durante el aumento inicial de contagios.
Las vacunas de Pfizer-BioNTech y Moderna demostraron ser seguras y ofrecer una protección sólida en los ensayos clínicos y su uso se autorizó rápidamente, pero los ensayos en niños se complicaron con la llegada de las variantes delta y ómicron, y al parecer la vacuna ofreció una protección menor en niños de 2 a 4 años.
Por ahora, la vacuna de Pfizer-BioNTech es la única autorizada para niños. (Las vacunas fabricadas por Moderna y Johnson & Johnson solo están autorizadas para adultos).
En los ensayos de Pfizer, los adolescentes de 12 a 17 años recibieron 30 microgramos, la misma dosis que se administra a los adultos. Pero los niños de 5 a 11 años recibieron 10 microgramos, y los de 6 meses a 5 años solo recibieron tres microgramos.
Estas dosis pueden haber sido demasiado bajas para provocar una respuesta adecuada y duradera. Pero los funcionarios federales que han visto los datos le dijeron a The New York Times que las dosis más altas producían demasiadas fiebres en los niños.
¿Qué se hace cuando no se puede administrar una dosis lo suficientemente alta para proteger a los niños contra la variante ómicron debido a los efectos secundarios? Ese es el problema con el que ahora luchan los científicos y los funcionarios federales.
Pfizer y BioNTech están probando en estos momentos una tercera dosis en niños menores de 12 años para determinar si puede ofrecer el nivel de protección que las dos dosis no pudieron ofrecer. La FDA sigue evaluando la vacuna Moderna para su uso en niños de 6 a 11 años. La semana pasada, la agencia rechazó una solicitud de autorización de la vacuna Covaxin para niños, la cual se fabrica en la India.
Hay otras vacunas contra la covid, como las fabricadas por Novavax y Sanofi, que pueden funcionar bien en los niños. Los funcionarios federales de salud deberían considerar todas estas opciones y probar si una dosis diferente o un intervalo más largo entre inyecciones mejoraría la respuesta inmunitaria, dijeron los expertos.
“Me parece que las vacunas para niños están tardando más de lo debido, dada la importancia de proteger a esa población”, dijo Borio. “Cuanto antes reactivemos nuestra búsqueda de vacunas seguras y eficaces para los niños, nos irá mejor”.
Cubrebocas en las escuelas
Los resultados decepcionantes, junto con el descenso de la oleada de ómicron, han complicado las decisiones políticas de los funcionarios locales de salud.
En oposición a las recomendaciones de Florida, los estados de Luisiana y California exigirán que los alumnos estén vacunados para el otoño, y el Distrito de Columbia había fijado como fecha límite el 1 de marzo para que los estudiantes de 12 años en adelante tuvieran un esquema de vacunación completo.
Otros estados podrían adoptar políticas similares, pero es probable que solo lo hagan si la FDA aprueba por completo el uso de la vacuna en los niños en edad escolar, aseveró Hemi Tewarson, directora ejecutiva de la National Academy for State Health Policy, una organización no partidista.
“Para muchos ese será el factor clave para solicitar la vacunación como requisito obligatorio”, dijo.
La obligatoriedad de la vacunación en la escuela aliviaría los temores de muchas familias con niños que tienen vulnerabilidades médicas.
Casi todos los miembros de la familia de Heather Keever, incluido su hijo Wesley, de 14 años, padecen enfermedades cardiacas, hipertensión y enfermedades renales, pero como técnicamente no están inmunodeprimidos, no tienen derecho a recibir trato preferencial en el trabajo o en la escuela, señaló Keever, de 42 años, consultora en los suburbios de Chicago.
“Se olvidan de que algunos de nosotros no podemos literalmente quitarnos el cubrebocas”, al menos hasta que los índices bajen mucho más, dijo. “Sentí que yo no importaba, que no era importante y que muy probablemente era desechable. Y todavía lo siento”.
Algunos científicos han dicho que continuarán usando mascarillas hasta que bajen los números de contagios debido al riesgo de infección.
Como los niños más pequeños aún no han sido vacunados, “me rehusaría a pedirle a un niño menor de 5 años que se quite el cubrebocas en los espacios interiores”, dijo Akiko Iwasaki, inmunóloga de la Universidad de Yale que estudia la covid persistente, y el conjunto de síntomas que continúan presentándose mucho tiempo después de que se resuelve la infección aguda.
Dados los resultados confusos sobre la efectividad de las vacunas y los mensajes contradictorios sobre los beneficios de las mascarillas, las familias están sopesando los riesgos por su cuenta y llegando a conclusiones muy diferentes.
Jennifer Steinberg, consultora de gestión en Wilmington, Delaware, tiene dos hijas que dividen su tiempo con ella y su padre inmunocomprometido.
“Sí, es genial, protege contra las enfermedades graves”, dijo Steinberg sobre la vacuna. “Pero si aún así tus hijos se van a infectar, es una gran interrupción en la vida familiar. Creo que seguiré usando cubrebocas en el futuro”.
Katie Sunderland, de Arlington, Virginia, lleva mucho tiempo dispuesta a renunciar al cubrebocas. Si sus hijos, de 7 y 5 años, se contagian, “me parecerá una compensación justa a cambio de poder quitarse el cubrebocas y verse las caras”, dijo.
“De cualquier manera, no estoy convencida de que el uso del cubrebocas reduzca significativamente el riesgo de contraer COVID-19, en especial el tipo de cubrebocas que veo que llevan la mayoría de los niños”, dijo Sunderland, de 37 años. “A mi parecer no es lógico impedir el desarrollo de mis hijos por ese riesgo tan, tan, tan bajo”.
No obstante, muchos otros padres siguen sin saber qué hacer. González tiene una sobrina y un sobrino que tienen defectos cardiacos congénitos y problemas de capacidad pulmonar, y seguirá usando cubrebocas para protegerlos, señaló.
Pero si el colegio de su hijo elimina el requisito del cubrebocas, “aún no sabemos qué vamos a hacer”.
Jamileth