Diagnóstico Político
El incidente de Mian Channu y el riesgo permanente de escalada nuclear entre India y Pakistán
Manuel Herrera | Política Exterior
Por desgracia, la guerra de Ucrania no es el único teatro donde podría darse una escalada nuclear. Las crecientes tensiones entre India y Pakistán aumentan el riesgo de choques o accidentes, como sucedió el pasado marzo en el Punjab pakistaní.
En un contexto internacional caracterizado por la creciente preocupación por el riesgo de una guerra nuclear a raíz del conflicto en Ucrania, cabe señalar que los incidentes en otras regiones también podrían conducir a una escalada nuclear, ya sea por diseño o por error de cálculo. Un reciente incidente que involucró a India y a Pakistán es buen ejemplo de ello, aunque el suceso no recibió una amplia cobertura, eclipsado por las noticias de la invasión rusa de Ucrania.
El 9 de marzo de este año, lo que las autoridades describieron como un “mal funcionamiento técnico” llevó a India a disparar accidentalmente un misil supersónico que cayó en territorio pakistaní. El misil impactó cerca de Mian Channu, en el Punjab, en el distrito de Khanewal; por fortuna, no causó víctimas, aunque sí daños a la propiedad civil.
El riesgo de accidentes entre vecinos con armas nucleares no es nuevo. Pero el incidente causó alarma en Pakistán por la posibilidad de que India tenga misiles en posición listos para ser lanzados sin las garantías necesarias de un sistema de mando y control. Esto suscita, además, una gran preocupación acerca del control de los misiles nucleares: los crecientes riesgos de errores o accidentes podrían desembocar en un ataque nuclear.
El caso de India y Pakistán preocupa especialmente debido a su larga historia de enfrentamientos militares, a la falta de avances en la resolución de disputas territoriales y a la actual expansión de sus respectivos arsenales nucleares. Aunque la posibilidad de un conflicto nuclear sigue siendo remota, el incidente debería fomentar una reflexión cuidadosa y serena sobre la necesidad de ampliar y reforzar las salvaguardias de este tipo de armas para evitar que accidentes similares se repitan en el futuro.
Una larga historia de guerras y amenazas nucleares
Las relaciones entre India y Pakistán se caracterizan por las recriminaciones, el antagonismo y los enfrentamientos militares. Los dos países se han enfrentado en cuatro guerras –1947-48, 1965, 1971 y 1999–, así como en cientos de escaramuzas, y ambos expresan de forma recurrente su temor a una quinta guerra a gran escala, que podría ser la última en caso de que alguna de las partes recurra a sus arsenales nucleares.
Al mismo tiempo, existe un vínculo fundamental entre las crisis políticas en el sur de Asia y el desarrollo del arsenal nuclear de ambos países. Por ejemplo, Pakistán se vio empujado en gran medida a entrar en el club nuclear debido a la independencia de Bangladesh y a la prueba nuclear india de 1974. Desafiado de nuevo en mayo de 1998 por una serie de pruebas nucleares indias, Pakistán vio en el armamento atómico un medio para neutralizar la superioridad convencional de Nueva Delhi en tierra, mar y aire, lo que llevó a Islamabad a realizar su propia prueba nuclear días después.
Desde 1998, las relaciones entre India y Pakistán se han deteriorado visiblemente. Se han sucedido las crisis y las armas nucleares han desempeñado un papel cada vez más destacado. Esta movilización militar pone de manifiesto varios rasgos importantes de la dinámica que da forma a las relaciones nucleares en el sur de Asia, sobre todo el uso repetido de amenazas nucleares y la consiguiente preocupación entre la opinión pública ante la perspectiva de una guerra nuclear.
A pesar de todo, ambas partes han confiado en la disuasión nuclear, evitando así un conflicto a gran escala. Sin embargo, el reciente incidente plantea algunas cuestiones importantes sobre los riesgos del statu quo y la sostenibilidad de la actual postura nuclear.
El incidente de Mian Channu
Tras la avería técnica del 9 de marzo, los militares paquistaníes informaron de que un misil supersónico indio desarmado violó su espacio aéreo en el Punjab. El misil viajó a una altura de 12,200 metros y voló 124 kilómetros en el espacio aéreo pakistaní antes de estrellarse en Mian Channu, a unos 500 kilómetros de Islamabad.
Aunque no se ha especificado el tipo de misil en cuestión, fuentes paquistaníes apuntan a la posibilidad de que se trate de un BrahMos, un misil supersónico de ataque terrestre con capacidad nuclear y un alcance de entre 300 y 500 kilómetros, lo que le permitiría alcanzar Islamabad desde el norte de India. El incidente, el primero de este tipo, suscitó de inmediato preguntas sobre los mecanismos de seguridad de esta clase de armamento. El suceso también es inusual porque India normalmente realiza sus pruebas de misiles en el Golfo de Bengala y no en sus fronteras occidentales.
Por fortuna, el incidente no dio lugar a más escaladas. El ministerio de Defensa indio reconoció un fallo técnico que provocó el disparo accidental de un misil, suceso que calificó de “profundamente lamentable”, pero no llegó a disculparse por ello. Sin embargo, India ha ordenado la creación de un tribunal de investigación de alto nivel para analizar el incidente. De momento, no ha invitado a Pakistán a participar en la investigación.
El incidente debería impulsar a ambos países a reanudar el diálogo sobre sus arsenales de misiles en el marco del acuerdo de notificación mutua que existe entre los dos países. Con este acuerdo, India y Pakistán se comprometieron a notificar previamente cualquier misil balístico superficie-superficie lanzado desde tierra o mar. El acuerdo se firmó en 2005 y se renueva cada cinco años.
Dinámica nuclear indo-pakistaní
La preocupación por este tipo de incidentes se acentúa aún más por el hecho de que India y Pakistán están expandiendo sus arsenales nucleares de manera activa. Ambos siguen produciendo y almacenando material fisible para armas, al tiempo que desarrollan nuevos vectores de lanzamiento.
Estas ambiciones y capacidades nucleares no deben considerarse de forma aislada. China es un factor muy importante en la planificación militar de India. En gran medida, la política nuclear india está motivada por las amenazas regionales que puedan dificultar el objetivo a largo plazo de India de establecer una disuasión creíble contra China. Así, Nueva Delhi ha hecho grandes progresos en el desarrollo de una capacidad de segundo ataque y de un programa de misiles balísticos de largo alcance, más relevantes para disuadir a Pekín que a Islamabad.
El desarrollo de nuevas capacidades nucleares durante la próxima década para contrarrestar a China podría influir en la forma en que India ve el papel de las armas nucleares en el contexto de su rivalidad con Pakistán. Esto crea una compleja geometría nuclear en Asia, en la que los desarrollos destinados a proporcionar estabilidad han tenido a menudo el efecto contrario.
Por su parte, Pakistán, tratando de compensar la superioridad convencional de India, busca una postura de disuasión mínima creíble contra Nueva Delhi. Sin embargo, lo que considera mínimo se guía por consideraciones regionales. Por ejemplo, en 2013, la Autoridad de Mando Nacional de Pakistán afirmó que “no permanecería ajeno a la dinámica de seguridad en evolución en el sur de Asia y mantendría una capacidad de disuasión de espectro completo para disuadir todas las formas de agresión”.
Esto implica que si India sigue ampliando su arsenal (contra China) también lo hará Pakistán, aunque supuestamente no sea el objeto de la acumulación india. La declaración también puede interpretarse como que incluye cualquier incursión convencional india en territorio pakistaní. Por tanto, preocupa que esta postura reduzca de manera peligrosa el umbral nuclear en caso de conflicto. A esto se suma el hecho de que Pakistán –a diferencia de India o China– carece de una política de “no ser el primero en usar armas nucleares” respecto a India.
Las incertidumbres políticas y estratégicas que hoy amenazan la estabilidad del sur de Asia subrayan la importancia del diálogo entre India y Pakistán. Con la salida de Estados Unidos y la OTAN de Afganistán, la evolución de un sistema de cuasi-alianza que enfrenta a India y EU con Pakistán y China, y la evidencia de una nueva carrera armamentística regional que podría escalar hasta el nivel nuclear, todo ello ha provocado que la rivalidad entre India y Pakistán cobre gran importancia en el entorno de seguridad tanto regional como global.
En este sentido, también hay que considerar el impacto que la actual guerra en Ucrania y las sanciones occidentales a Rusia pueden tener en las relaciones entre India y Pakistán, sobre todo teniendo en cuenta el creciente papel de Moscú y Pekín en el equilibrio de seguridad del sur y centro de Asia. Hasta ahora, India y Pakistán han coincidido en su apoyo a Rusia, como demuestra su abstención en la resolución de la Asamblea General de la ONU que condenó la invasión rusa de Ucrania.
En el caso de India, esto puede explicarse por la dependencia de Nueva Delhi de los equipos militares rusos, así como por la larga asociación entre ambos países, que se remonta al Tratado Indo-Soviético de 1971. Pakistán se enfrenta a una situación similar. Desde 2019, Rusia ha invertido más de 8,000 millones de dólares estadounidenses en diversos proyectos en el país, y suministrado equipos y armamento, como los helicópteros de ataque Mi-35. Más allá de la dimensión militar, ambos países mantienen otras importantes dependencias de Rusia, incluso en el sector alimentario. Por ejemplo, India es el mayor importador de legumbres –no olvidemos que la población del país es mayoritariamente vegetariana– del mundo, con unas importaciones anuales que alcanzaron los 1.560 millones de dólares en 2020.
Lo mismo ocurre con Pakistán. En 2021, Pakistán importó más de 150 millones y más de 129 millones de dólares de cereales y hortalizas, respectivamente, procedentes de Rusia, algo nunca visto hasta ese año. El panorama es claro: ambos países dependen o son casi dependientes de las inversiones y exportaciones rusas de suministros clave, lo que también puede plantear la perspectiva de un mayor papel político o diplomático de Rusia en la rivalidad entre India y Pakistán de cara al futuro.
Un camino a seguir
A pesar del sombrío historial, India y Pakistán han entablado con regularidad negociaciones destinadas a reducir las tensiones y resolver las cuestiones conflictivas. Aunque ha habido algunos éxitos notables, los progresos han sido desiguales, porque ambas partes nunca han llegado a un acuerdo sobre sus necesidades de seguridad más apremiantes.
El incidente de marzo subraya la necesidad de adoptar medidas urgentes para reducir los riesgos nucleares y buscar una vía hacia el control de las armas e, idealmente, el desarme nuclear gradual. A corto plazo, sería útil reforzar el intercambio de información y establecer mecanismos de notificación oportunos para evitar que se repitan estos incidentes y prevenir los errores de cálculo.
Hay otras medidas técnicas que pueden adoptarse, como garantizar que las armas nucleares no permanezcan ensambladas o unidas a sus vectores de lanzamiento, poner fin a la producción de material fisionable para armas nucleares y cerrar los sitios de pruebas nucleares. También hay medidas de fomento de la confianza que podrían llevarse a cabo, como establecer diálogos sobre la reducción del riesgo nuclear; encargar estudios sobre el uso de las armas nucleares y sus consecuencias; llegar a un entendimiento mutuo de que ninguno de los Estados apuntará y destruirá al otro; y mantener los centros de mando de las armas nucleares lejos de los centros urbanos o declarar una política formal de no apuntar a las ciudades.
Aunque el movimiento hacia la distensión en el sur de Asia está plagado de obstáculos, hay razones para ser cautelosamente optimistas, ya que ninguna de las partes quiere romper el diálogo por completo. Además, ambas partes reconocen que la continuación de la antigua rivalidad corre el riesgo de convertirse en una carrera nuclear que ninguna de las partes puede ganar. De hecho, la idea de que la confrontación entre India y Pakistán puede mantenerse dentro de límites manejables no está respaldada por la historia. Si bien la disuasión nuclear ha evitado el estallido de una guerra abierta, la situación actual es extremadamente frágil y está abierta a choques o errores repentinos.
Incluso si se alcanza un pacto de no agresión entre India y Pakistán –una posibilidad remota–, no hay garantía de que elimine las causas de la guerra, que básicamente giran en torno a las antiguas disputas fronterizas sobre Cachemira y el apoyo transfronterizo a grupos armados. Un pacto de este tipo tendría poco más que un valor simbólico si las dos partes no abordan también los problemas de seguridad específicos que crearon las tensiones en primer lugar, que se extienden mucho más allá del ámbito nuclear. Por tanto, cualquier iniciativa de control de armas debería estar vinculada a un proceso de diálogo y negociación con respecto a estos imperativos. En este sentido, ambas partes, especialmente Pakistán, han pedido una mayor participación de actores externos en la resolución de la cuestión de Cachemira. Estos esfuerzos han venido tradicionalmente de la mano de la ONU, pero los resultados han sido limitados, ya que las grandes potencias han utilizado el conflicto como una forma de ejercer su influencia en el sur de Asia, y ahora en el Indo-Pacífico, en lugar de buscar una solución al mismo.
A medida que la influencia occidental disminuye en el sur y el centro de Asia y las secuelas de la guerra de Ucrania consumen las agendas de política exterior de EU y Europa, los diplomáticos no deberían perder de vista la rivalidad entre India y Pakistán, dirigiendo el capital político hacia la búsqueda de la promoción de las conversaciones y la desescalada entre estos dos vecinos con armas nucleares. En última instancia, si bien es cierto que la disuasión nuclear entre India y Pakistán ha evitado el peor de los escenarios, esta dinámica es frágil y requiere una diplomacia cuidadosa para desactivar el potencial de nuevas escaladas.
En este sentido, el incidente de marzo debería servir de llamada de atención para que ambas partes procedan a un diálogo serio sobre la ampliación de las salvaguardias de sus arsenales de misiles, así como el control de su expansión, al tiempo que se abren negociaciones sobre medidas más amplias de creación de confianza en los ámbitos político, económico y militar. Dicho esto, cualquier iniciativa de este tipo será difícil de llevar a cabo, sobre todo teniendo en cuenta las consecuencias de la guerra de Ucrania. Es probable que esto retrase o complique cualquiera de las propuestas anteriores, dejando a India y Pakistán relativamente solos, al menos en el futuro inmediato, en la resolución de sus disputas, con el telón de fondo de las profundas mutaciones del entorno estratégico en el sur y centro de Asia.
aranza
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