Entre la Espada y la Pared
Alberto Fernández está ante su última oportunidad
Hugo Alconada Mon | The Washington Post
El presidente de Argentina, Alberto Fernández, se supo frente al abismo y reaccionó. Pero la pregunta es si ya no es demasiado tarde para él, para su gobierno y para el país.
La noticia es, en apariencia, sencilla. Fernández convocó a Sergio Massa, uno de los tres grandes referentes de la coalición oficialista y quien hasta ahora presidía la Cámara de Diputados, y lo designó al frente de un nuevo y más poderoso Ministerio de Economía. Dominará así el Palacio de Hacienda y los que hasta ayer eran otros dos ministerios: Desarrollo Productivo y Agricultura, Ganadería y Pesca. De ese modo, le dará el control casi absoluto sobre toda el área económica.
Hasta allí la noticia. Pero la movida es mucho más relevante y dice mucho sobre el presidente, la coalición gobernante y el panorama angustiante que vive Argentina, sumida en una crisis económica, política y social.
Fernández no tomó la decisión por voluntad propia. Criticado hasta por sus íntimos por su talento notable para procrastinar, el presidente sólo reaccionó cuando 13 gobernadores fueron a la Casa Rosada el miércoles 27 y le dieron un ultimátum: o cambiaba o la tormenta sería inevitable.
A partir de esa reunión, la ministra de Economía, Silvina Batakis, quedó herida de muerte. No importó que llevara apenas 24 días en el cargo ni que en ese momento estuviera en Washington, reunida con las autoridades del Fondo Monetario Internacional. Se coló en el top 10 de los ministros que menos tiempo han durado al frente del Palacio de Hacienda. Nada mal en un país célebre por la rapidez con que tritura sus ministros de Economía.
A la caída de Batakis se sumó la del también flamante ministro de Desarrollo Productivo, Daniel Scioli, quien venía de ser embajador ante Brasil y volverá a Brasilia. Esto refleja el nivel de desprolijidad que impera en el gobierno y también confirma su debilidad extrema, a medida que la inflación anual se proyecta a 76% y la imagen negativa del gobierno es de 72%. Además, la devaluación del peso se acentúa cada día y los vencimientos de la deuda pública se tornan cada vez más perentorios.
En ese contexto, Massa tomará el control de un “superministerio” con un detalle no menor: él no es economista, es abogado. Pero tiene un activo pues, con apenas 50 años, ya ocupó varios cargos relevantes como ser jefe de Gabinete durante el segundo mandato de la hoy vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, y tiene una ambición galopante.
Esa ambición desmedida explica mucho de lo que pasa por estas horas en Argentina. Massa se ilusiona con enderezar el rumbo económico del país, revitalizar a la coalición gobernante, encarnar la salvación y llegar al galope tendido a las elecciones del año próximo, convertido en candidato inevitable a la presidencia.
Si eso ocurre o no dependerá de su astucia, de la suerte, del contexto internacional, de las medidas que adopte y, en gran medida, de lo que diga, calle, haga o deje de hacer la figura insoslayable de esa misma coalición gobernante: Cristina Fernández de Kirchner. Por ahora, ella calla, como calló durante la gestión efímera de Batakis. Pero, ¿qué ocurrirá si Massa intenta un giro pragmático hacia una gestión económica más racional. ¿Lo apoyará o lo boicoteará como lo hizo con el primer ministro de Economía de Fernández, Martín Guzmán?
A esta altura, tanto el presidente como Massa, Fernández de Kirchner, los gobernadores y el resto de la coalición gobernante saben que esta renovación y rearmado del gabinete es la bala de plata para el oficialismo. Porque si yerran, la pregunta ineludible es cómo hará Fernández para llegar hasta el fin de su mandato en diciembre de 2023.
Esto puede sonar a herejía en otros países, pero no en Argentina. Las consultoras hasta lo preguntan en sus encuestas y las respuestas se dividen casi en partes iguales: días antes del arribo de Massa al Ministerio de Economía, 42.4% dijo que cree “muy o bastante probable” que Fernández no termine su mandato, frente a 53.1% que cree que sí llegará.
Todo esto puede y debe adjudicarse a los yerros del propio Fernández, que se encuentra muy debilitado. Tanto, que su propia vocera debió salir a aclarar hace unos días que el presidente está “en control del país”. Se sabe: cuando es necesario aclarar algo… y eso lo intuyen los argentinos y lo reflejan las encuestas. Un alarmante 77.9% de los consultados opinó que Fernández está “sin control” o “con poco control” sobre el rumbo del país.
Massa confía en que él sí podrá asumir las riendas de Argentina y llevarla a buen puerto. Ojalá sea así. Porque la última vez que los políticos y los medios de comunicación locales hablaron de un “superministro” fue con Domingo Cavallo en marzo de 2001, en una gestión que derivó en la gran crisis argentina del “corralito”. Y ni Cavallo, ni el entonces presidente Fernando de la Rúa ni el país terminaron bien ese año.
aranza
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