Del Dicho al Hecho

¿Dónde comienza y termina la ficción de la campaña de Rechazo en Chile?

2022-08-25

Cabe preguntarse, entonces, qué podemos esperar de su alternativa cuando el mismo sector...

Yasna Mussa | The Washington Post

Las últimas semanas antes del plebiscito de salida, en el que Chile decidirá si aprueba o rechaza una nueva Constitución, no han estado ajenas a las polémicas que suscita la franja electoral, una tradición que existe en algunos países donde la televisión abierta transmite la campaña audiovisual de cada opción todos los días, en dos bloques horarios, durante el mes previo a la votación.

En Chile, este espacio suele generar expectativas, pues no solo se plantean las propuestas, sino que además el tono y sello de cada franja ocupa la agenda mediática dependiendo del discurso y las personalidades —políticos, actores, actrices, líderes de opinión o influencers—, que aparezcan en ella. Además, en este proceso intenso de proselitismo que caracteriza a las campañas electorales, la franja es un espacio para cortejar a los electores, proyectar las propuestas con creatividad y mostrar lo mejor de cada alternativa para seducir al eventual votante. Pero en ese espacio existe un mínimo común implícito que se espera de cada opción: el pacto de honestidad con los electores.

El domingo 21, la franja del Rechazo exhibió un video en el que un joven, que se presenta como travesti y trabajador sexual, asegura haber sido atacado por un cliente que le debía dinero, quien le habría disparado con una escopeta. Pese al intento de asesinato, el protagonista del video asegura que prefirió no denunciar. “Fue como mi primer acto de amor”, dice en un confuso mensaje.

La emisión del video generó de inmediato una gran controversia. Las redes sociales no tardaron en explotar con la indignación de quienes interpretaron el mensaje como una revictimización de quienes han sufrido ataques de odio. “No denunciar un acto violento no es un acto de amor. Es permitir que la violencia siga campeando libremente en nuestro territorio nacional”, dijo Isabel Amor, directora ejecutiva de la Fundación Iguales.

Al día siguiente, el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) acumulaba más de 400 denuncias por el contenido del spot. Hace un año el país registraba un aumento de 14.7% de los casos y denuncias por homofobia y transfobia, y hace apenas una década impulsó la conocida como Ley Zamudio, que establece medidas contra la discriminación y que lleva su nombre en honor a Daniel Zamudio, víctima de un crimen de odio. Con estos antecedentes, es un desafío constante para autoridades, organizaciones de la sociedad civil y de derechos humanos impulsar campañas para incentivar que quienes sufren estas violencias se atrevan a confiar en las instituciones y en la justicia denunciando a sus agresores. Por eso resulta, como mínimo, irresponsable, contraproducente y rebuscado que el Rechazo enviara este mensaje de impunidad.

A lo anterior se suma el antecedente de que el protagonista había admitido en un video haber sido contratado por una productora para aparecer en la franja como actor. Desde el Rechazo se han desmarcado de la campaña, asegurando que no volverían a emitir el video y que la historia era real. Más allá de la veracidad, se trate o no de una actuación, sería oportuno saber qué entiende el Rechazo por amor y cómo proyecta un nuevo texto constitucional cuando la narrativa apunta, por ejemplo, a no denunciar un delito.

Dos meses antes de la franja televisiva, una campaña dirigida por la misma productora y difundido por internet, mostraba distintos testimonios que aseguraban haber votado por el Apruebo en octubre de 2020, pero que ahora votarían Rechazo en el plebiscito de salida por no estar de acuerdo con el resultado del texto redactado por la Convención Constitucional. Voceros del Rechazo lo difundieron en sus redes sociales, asegurando que se trataba de testimonios reales. Horas después, sin embargo, una de las participantes aseguró en sus redes sociales que se trataba de una interpretación como actriz y que había sido pagada por la productora.

El Rechazo tiene el desafío de competir con una propuesta que ya está escrita y sobre la que, perfectible o no, la ciudadanía tiene conocimiento de cuál es la base de la discusión. De allí pueden surgir múltiples posibilidades, sobre todo cuando el oficialismo ha acordado que, en caso de ganar el Apruebo, estaría dispuesto a modificar el nuevo texto constitucional. Y aunque hasta ahora la campaña del Rechazo solo apunta a críticas generales de la propuesta constitucional, y no ha entregado una definición de lo que será su trabajo a partir del 5 de septiembre, lo cierto es que están perdiendo la oportunidad de mostrar su mejor carta y explorar la creatividad sin la necesidad de recurrir a falsos testimonios o a un chantaje emocional. Menos aún con temas tan sensibles como la discriminación y violencia que sufren las personas LGBT+.

El Rechazo cuenta con una amplia y permanente presencia en todos los medios, pero cuando debe salir a dar explicaciones o definir la línea que para ellos separa la ficción de la realidad, ha preferido guardar silencio o sacar tibias declaraciones que no transmiten convicción. Cabe preguntarse, entonces, qué podemos esperar de su alternativa cuando el mismo sector demostró en el pasado su falta de interés y negativa por modificar la actual Constitución. Y en el presente se muestra como parte de un movimiento acéfalo que ha intentado pasar en más de una ocasión gato por liebre.

Lo preocupante es que, si en tiempos de campaña —donde asumimos que veremos lo mejor de cada opción, con suntuosas propuestas y promesas— vemos esta falta de consistencia narrativa, mentiras descaradas y chantaje emocional, es difícil imaginar cómo podría llegar a ser cuando se vuelva realidad.
 



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