Internacional - Economía
El cambio climático podría agravar el descontrol en la cadena de suministro
Ana Swanson and Keith Bradsher | The New York Times
Las fábricas chinas cerraron de nuevo a finales de agosto, algo frecuente en un país que ha impuesto confinamientos intermitentes para combatir el coronavirus. Pero esta vez, el culpable no fue la pandemia. Una sequía sin precedentes paralizó la actividad económica en todo el suroeste de China y congeló las cadenas internacionales de suministro de automóviles, productos electrónicos y otros bienes que se han visto afectados de manera habitual en los últimos tres años.
Estas interrupciones podrían ser pronto más frecuentes para las empresas que se abastecen de piezas y productos en todo el mundo, ya que el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos que lo acompañan siguen alterando el sistema mundial de entrega de mercancías de forma muy imprevisible, advierten los economistas y expertos en comercio.
Poco se sabe sobre cómo el rápido calentamiento del mundo afectará la agricultura, la actividad económica y el comercio en las próximas décadas. Pero una tendencia clara es que los desastres naturales como las sequías, los huracanes y los incendios forestales son cada vez más frecuentes y se producen en más lugares. Además de las lesiones y muertes humanas, es probable que estas catástrofes causen estragos esporádicos en las cadenas de suministro mundiales, lo cual agravará la escasez, los retrasos en las entregas y el aumento de los precios que han frustrado a empresas y consumidores.
“Lo que hemos pasado con la COVID-19 es una muestra de lo que el cambio climático podría hacer”, comentó Kyle Meng, profesor adjunto de la Escuela Bren de Ciencia y Gestión Medioambiental y del Departamento de Economía de la Universidad de California, Santa Barbara.
Las cadenas de suministro que se han extendido por todo el mundo en las últimas décadas son un estudio de la eficiencia moderna, que transporta a toda prisa productos electrónicos, químicos, sofás y alimentos a través de continentes y océanos con un costo cada vez más bajo.
Pero estas redes han demostrado ser frágiles, primero durante la pandemia y luego como resultado de la invasión rusa de Ucrania, con empresas que luchan por abastecerse en medio de cierres de fábricas y puertos. La escasez de productos ha disparado los precios, alimentando una rápida inflación en todo el mundo.
La sequía en el suroeste de China también desencadenó efectos que se esparcieron en empresas de todo el mundo. Redujo de manera drástica la producción de energía hidroeléctrica en la región, lo que obligó a cortar el suministro de energía a las fábricas y afectó las cadenas de suministro de electrónicos, autopartes y otros productos. Volkswagen y Toyota redujeron la producción en las fábricas cercanas, al igual que Foxconn, que produce productos electrónicos, y CATL, un fabricante de baterías para autos eléctricos.
El río Yangtsé, que atraviesa China, bajó tanto de nivel que los buques oceánicos que suelen atravesar su cauce superior desde el lluvioso verano hasta el principio del invierno ya no pudieron circular.
Las empresas tuvieron que apresurarse a asegurar camiones para trasladar sus productos a los puertos chinos, mientras los importadores de alimentos del país buscaban más camiones y trenes para transportar su carga al interior del país. El calor y la sequía marchitaron muchas de las verduras en el suroeste de China, lo cual ocasionó que los precios casi se duplicaran y les ha dificultado la vida a los cerdos y gallinas sobrevivientes, lo cual también aumentó los precios de la carne.
Las lluvias recientes permitieron que la energía se restableciera de manera temporal en las casas y las empresas del oeste de China. Pero la sequía persiste en gran parte del centro y el oeste y las reservas de agua solo tienen una tercera parte de su nivel habitual.
Eso significa que hay menos agua no solo para producir energía hidroeléctrica sino también para las fábricas de productos químicos y las centrales eléctricas de carbón de la región, que necesitan enormes cantidades de agua para enfriarse.
China incluso recurrió al uso de drones para inyectar yoduro de plata a las nubes en un intento de provocar más lluvia, afirmó Zhao Zhiqiang, subdirector del Centro de Modificación del Clima de la Administración Meteorológica de China, en una conferencia de prensa el martes.
Al mismo tiempo, el coronavirus y la insistencia de este país en una política de cero COVID-19 continúan suponiendo riesgos a la cadena de suministro al limitar el movimiento en grandes partes del país. El jueves pasado, las autoridades chinas cerraron Chengdu, una ciudad de más de 21 millones de habitantes en el suroeste de China, para contener los brotes de coronavirus.
Estas afectaciones frecuentes en la manufactura y la logística chinas agravan la preocupación de ejecutivos y legisladores mundiales de que buena parte de las fábricas del mundo están demasiado concentradas geográficamente, lo que las hace vulnerables a las pandemias y los desastres naturales.
El gobierno de Biden, en un plan publicado el martes en el que se describe la manera en que Estados Unidos pretende reforzar su industria de semiconductores, afirmó que la actual concentración de fabricantes de chips en el sudeste asiático había dejado a la industria vulnerable a las interrupciones del cambio climático, así como a las pandemias y a la guerra.
Pero establecer fábricas en otros lugares del mundo para compensar esos riesgos podría ser costoso, tanto para las empresas como para los consumidores a quienes las fábricas trasladarán los costos en forma de precios más altos. Así como la pandemia ha provocado un aumento de los precios para los consumidores, dijo Meng, también podría hacerlo el cambio climático, sobre todo si el clima extremo afecta a grandes zonas del mundo al mismo tiempo.
Los desastres naturales y los confinamientos por el coronavirus en China han sido en especial dolorosos, dado que en este país se concentra la manufactura del mundo. Pero Estados Unidos también ha sentido los impactos crecientes del clima extremo.
Una sequía de varios años en gran parte del oeste de Estados Unidos ha causado estragos en las exportaciones agrícolas estadounidenses. Los incendios forestales de la costa oeste afectaron la logística de empresas como Amazon. Las tormentas invernales y los cortes de electricidad cerraron plantas de semiconductores en Texas el año pasado, lo que se sumó a la escasez mundial de chips.
Los economistas de la Casa Blanca advirtieron en un informe este año que el cambio climático haría más comunes las afectaciones futuras de las cadenas de suministro mundiales y mencionó investigaciones que muestran que la frecuencia mundial de los desastres naturales había aumentado casi tres veces en las décadas recientes.
Los académicos afirman que el efecto de estos desastres y de las temperaturas más elevadas en general será en especial evidente en el caso del comercio de alimentos. Algunas partes del mundo, como Rusia, Escandinavia y Canadá, podrían producir más cereales y otros cultivos para los países a medida que aumenten las temperaturas globales.
Pero estos centros de producción podrían estar más lejos de áreas más cálidas y con mayor población más cercanas al Ecuador. Algunas de esas regiones tal vez luchen aún más que ahora con la pobreza y la inseguridad alimentaria.
Un peligro es que aumentar la competencia por alimentos podría alentar a otros países a implementar políticas proteccionistas que limitan o detienen la exportación de alimentos, como ya ha sucedido como respuesta a la pandemia y la invasión rusa de Ucrania. Estas restricciones a la exportación le permiten a un país alimentar a sus ciudadanos, pero tienden a exacerbar la escasez internacional y aumentan los precios de los alimentos, lo cual agrava aún más el problema.
La Organización Mundial del Comercio (OMC), haciendo referencia a lo que esas políticas proteccionistas podrían suponer, exhortó a los países a mantener abierto el comercio para combatir los efectos negativos del cambio climático.
Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la OMC, ha descrito el comercio como un “mecanismo para la adaptación y la resiliencia” que puede ayudar a los países a hacer frente a la pérdida de cosechas y a los desastres naturales. En un discurso pronunciado en enero, citó modelos económicos que calculan que el cambio climático está en vías de contribuir a la desnutrición grave, con hasta 55 millones de personas en riesgo para 2050 debido a los efectos locales en la producción de alimentos. Pero un mayor comercio podría reducir esa cifra a 35 millones de personas, dijo.
“El comercio es parte de la solución a los desafíos que enfrentamos, mucho más de lo que es parte del problema”, dijo Okonjo-Iweala.
Solomon Hsiang, profesor del Canciller de Políticas Públicas en la Universidad de California, en Berkeley, y codirector del Laboratorio de Políticas Globales, coincidió en que el comercio puede hacer que el mundo sea más resistente y al mismo tiempo más vulnerable a estas catástrofes.
En algunas situaciones, el comercio puede ayudar a aminorar los efectos del cambio climático; por ejemplo, al permitirles a las comunidades importar alimentos cuando los cultivos locales no se logran debido a una sequía.
“Ese es el lado bueno de la balanza”, dijo Hsiang. “Pero el lado malo es que, como todo el mundo entiende muy bien, estamos tan interconectados a través de nuestras cadenas de suministro que los acontecimientos en un lado del mundo pueden repercutir manera radical en el bienestar de la gente en otro lugar”.
aranza
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