Del Dicho al Hecho

La reina Isabel II fue un símbolo de estabilidad durante su largo reinado

2022-09-09

A veces parecía fría, y su enfoque de mantener siempre la calma y seguir adelante fue...

Editorial | The Washington Post

Cuando la princesa Isabel Alejandra María (Elizabeth Alexandra Mary) de York nació, en abril de 1926, no se esperaba que se convirtiera en reina, mucho menos en la soberana con el reinado más largo del Reino Unido. La hija del segundo hijo del rey Jorge V llegó en un momento en el que los herederos varones tenían prioridad. No nació en un palacio, sino en la mansión de Londres de sus abuelos maternos (aunque un funcionario gubernamental asistió para certificar que la bebé era, de hecho, parte de la realeza, y una multitud se congregó cuando se corrió la voz).

Durante 10 años, Isabel cautivó la imaginación del público mientras crecía libre de las presiones de los herederos directos: apareció por primera vez en la portada de la revista Time a los 3 años; sus ropas y juguetes marcaron tendencias. Luego, en 1936, el rey Eduardo VIII abdicó para poder casarse con una mujer estadounidense que se había divorciado dos veces, lo que catapultó a su sobrina en la línea de sucesión. En 1952 fue nuevamente impulsada de manera repentina hacia el trono, cuando la muerte de su padre la convirtió en reina a los 25 años de edad. La reina falleció este jueves 8 de septiembre, a los 96 años.

Las siete décadas del reinado de Isabel II abarcaron tantos hitos que es tentador evaluar la vida y obra de la reina a través de hechos y cifras históricas. En su camino a convertirse en la monarca de mayor edad del mundo, Isabel II viajó más de un millón y medio de kilómetros y visitó al menos 117 países; 15 primeros ministros sirvieron bajo su mandato y conoció a 12 de los últimos 13 presidentes estadounidenses (conoció a otro, Harry S. Truman, cuando todavía era princesa). Nacida en la era imperial, antes de la creación de la Mancomunidad de Naciones, fue la primera monarca británica en enviar un correo electrónico —en 1976— o publicar un tuit.

Sin embargo, destilar su reinado en estadísticas es ignorar su mayor contribución a la sociedad británica y a nuestra conciencia cultural. Firme como su omnipresente perfil en estampillas y monedas, la reina encarnó el estoicismo y la calma británica. Incluso cuando un adolescente le disparó seis balas de salva durante el desfile anual del cumpleaños del soberano (ceremonia también conocida como Trooping the Colour) en 1981, Isabel II se mantuvo imperturbable: calmó a su caballo y siguió cabalgando.

La reina ascendió al trono siendo una mujer joven en una era dominada por los hombres, y se le encomendó la tarea de ser vista pero no escuchada. Como jefa de Estado del Reino Unido y monarca de otros 14 reinos de la Mancomunidad de Naciones, reinó como una figura políticamente neutral. Isabel II permitió tan pocas veces que se conociera su visión personal, que su comentario a un simpatizante frente a la iglesia en la víspera del referéndum para la independencia de Escocia en 2014 (“Bueno, espero que la gente analice con mucho cuidado el futuro”) se convirtió en un punto de debate crucial. Pocos años después, los usuarios de las redes sociales vieron señales sobre el Brexit en la confección de su sombrero.

Mientras que otros miembros de la familia real han expresado abiertamente sus opiniones y discutido sus vidas privadas, incluso en asuntos gubernamentales, Isabel II antepuso la monarquía a la monarca y le dio prioridad al deber sobre los intereses personales o familiares. A veces parecía fría, y su enfoque de mantener siempre la calma y seguir adelante fue criticado en ocasiones, en particular tras la muerte de Diana, princesa de Gales, en 1997.

Cuando, más recientemente, se enfrentó a insinuaciones de que existía racismo en la familia real, Isabel II emitió una inusual declaración en la que calificó los comentarios de sus familiares como “preocupantes”, y afirmó que las acusaciones serían investigadas en privado. Al final, su imparcialidad profesada fue una ventaja y le permitió inspirar nacionalismo sin partidismos. Su compromiso con el servicio público fue encomiable, sobre todo por la duración de su reinado y el liderazgo que mostró durante tiempos de división.

La popularidad y longevidad de la reina han actuado como una fuerza unificadora, incluso cuando el Brexit deshizo los lazos del Reino Unido con Europa y los vínculos que unen a los países del Reino Unido entre sí se han aflojado. La monarquía y el Reino Unido podrían cambiar de forma drástica sin la reina. No somos súbditos británicos ni respaldamos un sistema de clases hereditario, pero estamos de acuerdo con un punto que el nieto de Isabel II, el príncipe Guillermo, hizo en 2015: “Creo que hablo en nombre de mi generación cuando afirmo que el ejemplo y la continuidad brindados por la reina no solo son muy inusuales entre los líderes, sino que también son una gran fuente de orgullo y tranquilidad”. Durante más de 70 años, Isabel II simbolizó la estabilidad, y el Reino Unido fue mejor gracias a ello.



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