Vox Dei
«Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá»
Evangelio, Lucas 11, 5-13
«Quien pide, recibe; quien busca, encuentra»
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Supongan que alguno de ustedes tiene un amigo que viene a medianoche a decirle: ‘Préstame, por favor, tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle’. Pero él le responde desde dentro: ‘No me molestes. No puedo levantarme a dártelos, porque la puerta ya está cerrada y mis hijos y yo estamos acostados’. Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite.
Así también les digo a ustedes: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra y al que toca, se le abre. ¿Habrá entre ustedes algún padre que, cuando su hijo le pida pan, le dé una piedra? ¿O cuando le pida pescado, le dé una víbora? ¿O cuando le pida huevo, le dé un alacrán?
”Pues, si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre celestial les dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan?”.
Reflexión
S.S. Francisco
«El Padre celestial les dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan»
Pongamonos de pie en este rato de oración. Levantemos los brazos –signo de que alzamos el corazón hacia Dios– y presentémosle al Señor todo lo que somos. Nuestras manos están vacías porque le pedimos que Él las llene de sus bendiciones. Nuestros ojos fijos en la cruz, imitemos la confianza de Cristo en su Padre. Padre nuestro…danos hoy el pan…
Como seres humanos tenemos necesidades que nos acompañan día con día. Incluso la vida más cómoda tiene algo de incómodo, algún problema que no podemos solucionar, algún vacío que no podemos llenar por nuestro propio esfuerzo. Aun si tuviéramos todos los medios materiales y todo el dinero, algo faltaría dentro de nosotros, algo que no encontramos aquí abajo y que nos obliga a buscar arriba, en el cielo…
Muchos dicen que la vida es así y que hay que aprender a sobreponerse… Que ignoremos el hambre del alma y sigamos como si nada pasara… Que, a fin de cuentas, las soluciones no caen del cielo y nadie puede saciar los deseos más profundos de la persona… ¡Nada de esto! ¡Esto no es lo que nos enseña el Maestro! Cristo nos dice hoy que tenemos un amigo a quien podemos acudir a cualquier hora del día. No importa si sólo son tres panes lo que necesitamos, o si creemos que, por ser de noche, no es el momento oportuno. Tenemos un padre que supera todos nuestros conceptos de paternidad. Es un Padre capaz sólo de conjugar el verbo “amar”, como dice el Papa Francisco. Es un Padre que ansía escuchar nuestra voz; quiere que salga de nuestro corazón el deseo de tenerlo cerca. Prefiere estar en silencio, para escuchar mejor, pero si nos hablara ahora mismo, muy seguramente nos diría: ¡Pídeme! ¡Llámame! ¡Búscame!
Esta tercera exclamación es muy importante. Porque, en el caso de que nos falte de todo, o bien si no vemos que nos falte nada, en cualquier caso y circunstancia, lo que más necesitamos es a Dios mismo. No temamos pedirle que venga Él para saciarnos. No pensemos que es temeridad o arrogancia. Pidámosle lo mejor que se puede pedir: el Espíritu Santo, que es Dios en donación. ¿O acaso no es verdad que el «Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden»?
«Queridos hermanos y hermanas
Nunca estamos solos. Podemos estar lejanos, hostiles, podemos también profesarnos “sin Dios”. Pero el Evangelio de Jesucristo nos revela que Dios que no puede estar sin nosotros: Él no será nunca un Dios “sin el hombre”; ¡es Él quien no puede estar sin nosotros, y esto es un misterio grande! Dios no puede ser Dios sin el hombre: ¡este es un gran misterio! Y esta certeza es el manantial de nuestra esperanza, que encontramos custodiada en todas las invocaciones del padrenuestro. Cuando necesitamos ayuda, Jesús no nos dice que nos resignemos y nos cerremos en nosotros mismos, sino que nos dirijamos al Padre y le pidamos a Él con confianza. Todas nuestras necesidades, desde aquellas más evidentes y cotidianas, como la comida, la salud, el trabajo, hasta la de ser perdonados y apoyados en las tentaciones, no son solo el espejo de nuestra soledad: sin embargo hay un Padre que siempre nos mira con amor, y que seguramente no nos abandona».
JMRS