Mensajería
La conversión no es solo personal sino social y comunitaria
Por: Pbro. Joaquín Dauzón Montero
Dios nos conceda ser una valiosa ramita verde en el árbol infinito de su misericordia.
1. Después de la invitación de Juan el Bautista a la conversión, el evangelista san Mateo nos entrega un retrato de su persona y de sus costumbres. Y nos vamos a detener en lo que para Juan es la conversión, cosa que es central en este tiempo de espera. La frase rotunda de su enseñanza es la siguiente: “Hagan ver con obras su conversión y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham...”. Especialmente los saduceos que sólo creían en los cinco libros del Pentateuco y no aceptaban a los profetas, por ejemplo, vivían seguros pretextando ser descendientes del patriarca y fundamentaban su salvación en esa idea prometedora escrita en los libros: la idea de la descendencia y las promesas divinas. Juan destruye esa falsa seguridad. Para él no cuenta el linaje sino las obras.
2. El domingo pasado nos invitaba la Palabra de Dios a huir de la cotidianidad y su posible rutina que nos embota la mente; ahora nos invita a liberarnos de las posibles ideas engañosas en las que basamos nuestra seguridad, para convertirnos verdaderamente. Así que convertirse es cambiar el rumbo lejos de esas falsas seguridades, pues Dios puede hacer nacer hijos de Abraham hasta de las piedras. Aquí se vislumbra ya la idea de la salvación universal para todos los pueblos.
3. La conversión verdadera, pues, no consiste sólo en mirar hacia nuestra interioridad, en una falsa creencia de que nuestro cambio sea sólo evitar manchas personales, sino en mirar a nuestro alrededor y descubrir qué tanto nos han interesado los demás, social y religiosamente hablando. A lo mejor no nos ha interesado nunca la realidad social en la que también habla Dios y no hemos hecho nada para edificar la comunidad, y protegerla, alimentarla, vestirla, etc. haciéndole justicia a los hermanos que no se pueden bastar por sí mismos y tienen necesidad de otras manos. La conversión es personal sí, pero también social y comunitaria.
4. Aunque, también, cambiar de conducta solamente no garantiza una verdadera solidez personal si no es por haber recibido el bautismo del que habla Juan Bautista: en el Espíritu Santo y el fuego, que nos garantiza nuestro quehacer eclesial. No debemos olvidar nuestro bautismo. Dios nos conceda ser una valiosa ramita verde en el árbol infinito de su misericordia.
aranza